Perdí la cuenta de cuándo en Medio Oriente se dio el último paso a favor de la distención, la paz y la colaboración entre los Estados, cosa que ocurre ahora cuando, tras siete años sin relaciones, rotas en el 2016 debido a la ejecución en Arabia Saudita del líder chiita Nimr Baqir al Nimr, acusado de ofensas y terrorismo. Entonces el líder supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei, advirtió al reino saudita que enfrentaría “la venganza divina”.
La importancia de la reconciliación alcanzada con la mediación de China, emana de que se trata de países con considerable peso en la política y la economía regional que en conjunto poseen una de las mayores reservas de petróleo y gas del planeta, que además ejercen enorme influencia en los ambientes religiosos de la región al liderar las dos principales vertientes del Islam: Arabia Saudita, la sunita, e Irán, la chiita.
Las conversaciones secretas entre ambos países con la mediación de China para la normalización de las relaciones diplomáticas comenzaron en abril del 2021 en Irak y Omán. El acuerdo final, anunciado el 10 de marzo, fue alcanzado tras cuatro días de negociaciones en Beijing. Por la parte china, suscribió el acuerdo Wang Yi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores del Partido Comunista, el diplomático de más rango del país.
El arreglo incluye la reactivación de acuerdos de seguridad, compromisos económicos, comerciales, de inversión, tecnología, ciencia, cultura y deporte. Además del significado bilateral, la rectificación tiene impacto en el clima político regional, puede contribuir a detener la guerra en Yemen, favorecer la paz y la reconstrucción de Siria, y significa cierta colusión en torno al posicionamiento árabe-persa ante Israel. Todo ello influye positivamente en la situación global.
La reconciliación que incluye la reapertura de embajadas y el reinicio de diversas formas de colaboración tendrá impactos positivos en Líbano, Palestina, Siria, incluso Israel. De hecho, Irán avanza en el restablecimiento de relaciones con Bahréin, Maldivas y otros países.
Aunque con reservas, motivadas por el papel desempeñado por China, Estados Unidos ha saludado el acuerdo como un esfuerzo para disminuir las tensiones en la región y poner fin a la guerra en Yemen. Según se dijo, oportunamente, Arabia Saudita informó a Estados Unidos sobre esos temas.
Según el vocero del jefe de la política exterior europea Josep Borrell, Peter Stano, saludó el acuerdo y calificó a ambos países como actores centrales para la seguridad de la región cuyos esfuerzos conjuntos contribuirán a la estabilidad en esa zona. En el mismo sentido se pronunció Ahmed Fahmy, vocero del presidente de Egipto Abdelftah El-Sisi.
Como suele ocurrir, los arreglos de controversias externas favorecen el saneamiento de los climas políticos internos. Para Irán representa cierto alivio a las sanciones que padece y a los egresos derivados de sus compromisos en Siria y a las tensiones internas derivadas de la rudeza con que han sido tratados los reclamos de las mujeres. Para Arabia Saudita se trata de un paso en el empeño por modernizar al reino, hacerlo contemporáneo con la realidad y convertirse en un eslabón importante de la economía y la sociedad global.
El acuerdo pone de manifiesto el papel positivo que puede desempeñar China cuya consecuente, comedida y pragmática política exterior, alejada de compromisos ideológicos y doctrinarios y de las querellas políticas, favorece la cooperación, la distensión y la paz de lo cual dan fe sus actuales esfuerzos para poner fin a la guerra en Ucrania.
El avance indica que administraciones desviadas de las buenas prácticas, pueden realizar acciones correctas que, a la larga favorecen su desempeño general. De alguna manera la colaboración internacional tributa hacia el reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos y las libertades individuales, así como de los estándares de la democracia.
Bienaventurados los que dialogan y dan pasos al encuentro hasta alcanzar el punto en el cual la convivencia es posible.