Opinión

Hoy, frente a una sucesión adelantada, los yucatecos debemos buscar argumentos de peso para decidir a qué liderazgo debe seguir Yucatán

Cualquier sociedad, sin importar su sistema político, está constantemente en tránsito desde su pasado, el cual nutre su identidad y configura su memoria histórica, hacia la visión de un futuro en el que inspira su evolución.

A lo largo de esa ruta, los pueblos deben tomar decisiones para avanzar hacia ese futuro posible, que puede tomar la forma del esperado progreso o de la trampa del retroceso colectivo.

En este sentido, el gran diplomático americano Henry Kissinger escribe que: “Los líderes piensan y actúan siempre en la intersección de dos aristas, la primera entre el pasado y el futuro; la segunda entre los valores existentes y las aspiraciones de aquellos a los que gobiernan”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, podemos concluir que los líderes deben encarnar dentro de su hoja de vida una radiografía del pueblo al que pretenden conducir, conociendo de manera realista las características y las posibilidades de su gente, y poder balancear lo que conocen, que es necesariamente derivado de la experiencia del contacto con la sociedad, con lo que creen que el futuro puede presentar, para poder sortear con estrategia los inevitables acontecimientos que trae el tiempo y aprovechar las oportunidades que con él se presentan.

Y estos atributos son más indispensables en sociedades tan complejas y diversas como la yucateca, una sociedad ancestral, heredera de una cultura milenaria, que es patria y provincia al mismo tiempo en nuestro país, misma que se encuentra en un momento definitorio para su historia, pues en ella coinciden al mismo tiempo dos poderosas realidades: una, en donde uno de cada dos yucatecos presenta algún tipo de pobreza, en donde su capital concentra el 63 por ciento de la actividad económica frente a sus comisarías y sus otros 105 municipios sin que las condiciones de la vida hayan cambiado en los últimos 30 años de manera sustantiva para la mayoría de su población.

Otra, en donde, derivado de su ubicación estratégica, seguridad, un clima de negocios favorable y una fuerza laboral joven, Yucatán se presenta como uno de los estados más atractivos para la inversión internacional generada por el acercamiento de las cadenas productivas a los centros de consumo, sobre todo en el sector de las manufacturas y con ello, la posibilidad de la creación de fuentes de empleo de calidad, capacitación y riqueza, que deben ser aprovechadas para la generación de movilidad y progreso social.

En estos periodos de cambio, de rápidos procesos tecnológicos y de reajustes económicos, las sociedades labran su destino para periodos prolongados en el futuro; no aprovechar las oportunidades y darle espacio a liderazgos acostumbrados exclusivamente al manejo del status quo puede costarle a los pueblos el progreso de múltiples generaciones, así como también, es en estos momentos en que el tipo de liderazgos que pretenden revertir la ruta que conduce al aprovechamiento de las capacidades de la gente y de las oportunidades que al pueblo se le presentan, únicamente considerando sus limitaciones, pueden no solo no generar progreso, sino llevar a estas a etapas de retroceso, fenómeno que hoy se presenta en múltiples estados del país, incluso en estados vecinos a nuestra tierra.

Hoy, frente a una sucesión adelantada, los yucatecos debemos buscar argumentos de peso para decidir a qué liderazgo debe seguir Yucatán y quién de los múltiples aspirantes representa el camino del progreso, conociendo la realidad de todo el territorio, con origen popular y, a la vez, con una visión de un futuro posible para todos los yucatecos.

En este sentido, considero que un perfil que cumple con los atributos para conducir al Yucatán que podemos ser, es Liborio Vidal, empresario yucateco, originario del Oriente y actual secretario de Educación, quien ha construido una importante carrera empresarial internacional durante los últimos 30 años, y, en el mismo periodo ha formado una carrera política electoral popular en el interior del Estado y ahora, con mucha presencia en la capital.

El liderazgo adecuado es más esencial que nunca en periodos de transición, cuando los valores y las instituciones pierden relevancia, y donde no está claro qué ruta conduce al futuro deseable.

Para elegirlo, las sociedades debemos tener el valor y el coraje de tomar decisiones difíciles, incluso algunas que no parecieran de origen las obvias o las que han pretendido imponerse en el pensamiento colectivo. Detrás de esa frontera se encuentra definitivamente el Yucatán que podemos y merecemos ser.