Opinión

Seguridad y paz mundial

Jorge Gómez Barata hace un recuento de los esfuerzos realizado por las grandes potencias para lograr la paz mundial después de la 2.ª Guerra Mundial

Los líderes de Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China, que entre el 1941 y el 1945 negociaron las bases políticas y jurídicas de la arquitectura internacional para la posguerra, eran aliados que no previeron un fenómeno como la Guerra Fría, precipitada por la inesperada muerte de Franklin D. Roosevelt, ocurrida un mes antes de la rendición de Alemania.

El esfuerzo condujo a la creación de las Naciones Unidas, a los acuerdos de Bretton Woods y al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT). Así se instaló un sistema de seguridad colectiva, aprobado por la totalidad de los Estados libres de entonces y operado por las cinco potencias vencedoras que, desde el Consejo de Seguridad de la ONU, asumieron la responsabilidad por la paz mundial, lo cual excluía la confrontación entre ellos, evitada durante 77 años.

No obstante, durante la Guerra Fría se desataron varias crisis. La primera fue en 1948-49, cuando la URSS bloqueó los accesos terrestres y fluviales con Berlín Occidental. Entonces, como hoy, no tenía sentido convocar el Consejo de Seguridad cuya resolución sería vetada. No hubo guerra porque apareció una solución no militar consistente en un puente aéreo realizado por Estados Unidos y Gran Bretaña mediante el cual, durante 11 meses mediante 277 mil 728 vuelos se transportaron 2 millones 110 mil 235.5 toneladas de carga para más de dos millones de berlineses.

Los siguientes eventos de esa naturaleza fueron la Guerra de Corea (1950-1953) y las tensiones asociadas a la nacionalización del Canal de Suez (1956), ocasión en que Inglaterra y Francia en connivencia con Israel, invadieron Egipto, acción paralizada por el rechazo de la Unión Soviética y la falta de apoyo de los Estados Unidos.

La Crisis de los Misiles, del 1962, derivada del emplazamiento de cohetes nucleares por la Unión Soviética en Cuba, provocó el rechazo de los Estados Unidos, involucrando, tanto a los países de la OTAN como a los del Tratado de Varsovia. El evento no sólo constituyó la más peligrosa crisis de la Guerra Fría y la mayor movilización militar de ese período, sino que reveló enormes fallas en mecanismo de seguridad colectiva mundial.

El desenlace alcanzado tras intensas y rápidas negociaciones que dieron lugar tanto a acciones prácticas como a compromisos entre las superpotencias, precipitaron, entre otras medidas, el establecimiento de comunicaciones directas entre la Casa Blanca, y el Kremlin y el inicio de negociaciones que condujeron al Tratado de No Proliferación Nuclear suscrito en 1968, así como al estímulo para las conversaciones sobre limitación de las armas nucleares.

Esas acciones formaron una tendencia que en los años setenta atenuó la Guerra Fría, propició la celebración en 1975 de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa de Helsinki, la cual acogió la coexistencia pacífica, ratificó los principios de la Carta de la ONU, reiteró la inviolabilidad de las fronteras europeas y rechazó el uso de la fuerza y toda injerencia en los asuntos internos. Los 35 fi rmantes, entre ellos Estados Unidos, Canadá, la URSS y todos los países europeos, excepto Albania, se comprometieron a respetar los derechos humanos.

Así una generación de líderes europeos, entre ellos, además de los soviéticos y estadounidenses los europeos socialistas, socialdemócratas y de otras corrientes políticas, asumiendo una posición que privilegió la realpolitik o política realista, basada en hechos más que en preceptos o prejuicios ideológico, avanzaron asumiendo como estrategia la política de distensión o detente que significó una nueva era en las relaciones entre el Este y el Oeste.

El relajamiento de las tensiones alcanzó su punto más alto cuando el fin del socialismo real, el colapso de la Unión Soviética y el alineamiento de los países exsocialistas y de Rusia con Occidente, puso fin a la posibilidad de la guerra entre las potencias.

No obstante, la injerencia en proceso políticos al interior de Ucrania y la caprichosa política belicista de expansión de la OTAN hacia el Este aproximándola a las fronteras de Rusia, sumando Estados exsocialistas que restauraron el capitalismo y países surgidos en territorios exsoviéticos, crearon desavenencias que han conducido a una guerra que involucra a cerca de 40 países y amenaza con un mayor escalador.

Lo cierto es que estamos ante un virtual colapso del mecanismo de seguridad colectiva internacional, caracterizado por la parálisis del Consejo de Seguridad, lo cual debe ser resuelto, aunque para ello antes hay que detener la guerra, conquistar la paz o, como mínimo, un armisticio, y renegociar lo acordado. La seguridad colectiva y la paz mundial forman un todo indisoluble.