Opinión

Multilateralismo en clave

El orden internacional vigente, con todos sus defectos, es fruto del consenso mundial y en esa tesitura, un patrimonio común

Pocas veces se repara en el hecho de que, en calidad de Estados, entre el 1941 y el 1945, la Unión Soviética y China, junto con Estados Unidos y Gran Bretaña, protagonizaron las negociaciones y adoptaron las decisiones mediante las cuales se diseñó la arquitectura de la sociedad internacional que regiría una vez derrotado el fascismo.

Estados Unidos no ganó la II Guerra Mundial, aunque lideró la coalición que lo hizo, la cual funcionó, y, debido a que la idea de la alianza fue de Franklin D. Roosevelt que la presentó en la Carta del Atlántico, suscrita con Winston Churchill y aceptable para la Unión Soviética, centró las negociaciones para el diseño del orden político, económico y financiero que se instaló en el mundo de la posguerra.

De ese proceso surgió la ONU, expresión utilizada por primera vez en la Carta del Atlántico y se crearon las instituciones de Bretton-Wood, en cuya concepción participaron la Unión Soviética y China que tuvieron responsabilidades en el diseño del mundo de hoy.

Aunque Rusia que, en su condición de heredera de la Unión Soviética, tomó posesión del escaño como miembro permanente del Consejo de Seguridad, no parece ser consciente de su responsabilidad como Estado en el diseño del mundo, el cual es ahora severamente criticado por el liderazgo de la Federación de Rusia.

No es el caso de China que, a pesar de que hasta el 1949 estuvo gobernada por Chiang Kaishek, quien en esa condición alternó con Roosevelt, Churchill y Joseph Stalin, participó de las negociaciones e inscribió el nombre de China entre los fundadores de la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el GATT y de otras entidades.

Le enmendó la plana

Recientemente, a propósito de unas declaraciones de la señora Janet Yellen, secretaría del Tesoro de EE.UU. acerca de que el FMI y el BM “reflejan los valores estadounidenses, el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbin, le enmendó la plana: “FMI -dijo- no es el Fondo Monetario Internacional de Estados Unidos y, el Banco Mundial tampoco es de Washington”.

“El FMI y el Banco Mundial, continuó Wang Wenbin, son instituciones financieras multilaterales y plataformas que reflejan la tendencia hacia una mayor democracia en las relaciones internacionales y el avance en la cooperación internacional sobre la base de tener en cuenta plenamente los intereses de todos Estados miembros”, aseveró Wang.

China, que no es particularmente crítica del orden mundial que ella misma contribuyó a establecer, reivindicó su condición de “cogestora del FMI y el Banco Mundial”. Así reivindica una narrativa según la cual el orden mundial, no es una creación del imperialismo ni una entidad neocolonial, sino una solución consensuada que refleja una respuesta eficaz a los requerimientos de la sociedad internacional que emergió de la devastadora experiencia de la II Guerra Mundial.

La idoneidad de lo acordado no pudo prever la repentina muerte de Roosevelt, la desmesurada ascendencia adquirida por Churchill ante Harry Truman que estaba junto a él cuando el 5 de marzo de 1946, en Fulton Missouri, sin ser ya primer ministro inglés, Churchill se traicionó a sí mismo y desencadenó la Guerra Fría.

El orden internacional vigente, con todos sus defectos, es fruto del consenso mundial y en esa tesitura, un patrimonio común. Reformarlo es una necesidad, hacerlo por acuerdo una acción inteligente, tratar de imponerlo un error.