Opinión

Mi maestro Emilio

Elena Martínez Bolio, recuerda a William Arthur Ward, ícono de la plástica yucateca, quien murió el día 15 de agosto de 2023 a los 101 años de edad

“ El educador mediocre habla. El buen educador explica. El educador superior demuestra. El gran educador inspira”, dijo alguna vez William Arthur Ward. Recupero estas palabras porque yo, y con total gratitud, agregaría que existe otro tipo de educador como fue el maestro Vera, quien develó un mundo de trazos, perspectivas y líneas que me siguen acompañando hasta el día de hoy.

Todavía recuerdo cuando el maestro Vera nos llevaba en su antiguo auto en forma de vaporera, a cascos de haciendas en ruinas, a mercados, al mar, al Centenario y nos decía cómo tomar el carbón y dibujar rápido, en pocos trazos, después de mirar nuestro objeto de inspiración.

Lo hacía en su día libre, los domingos, con sus recursos y gasolina. Llevábamos algo para comer para no gastar y volvíamos con muchos apuntes y la sensación de haber captado el vivir, la cotidianidad y el invaluable momento presente en papeles donde envolvíamos el pan francés; éramos estudiantes de recursos limitados, dibujábamos en cualquier papel, ya sea en periódicos viejos, con carbones que servían para cocer los frijoles, incluso borrábamos con el meollo de nuestra porción de pan, y a veces los que teníamos borrador o lápices de carbón lo compartíamos, porque nuestro maestro, Maestro de letra grande, nos enseñó a soltar el trazo y el material.

Tuve en el Centro Estatal de Bellas Artes muchos y valiosos profesores, pero también a ese Maestro generoso, el de la mirada risueña, que cerró los ojos pocos días antes de su cumpleaños 102.

El que me dijo una vez “Elena, me gusta porque captaste la sonrisa en la mirada de tu modelo. La sonrisa también está en los ojos, en las manos, en la tristeza... poco a poco… no veas, mira Elena. Dibuja lo que no se ve, busca, indaga, conecta y suéltate”.

Recuerdo que habló con mi mamá para que ella no viera mi estancia en Bellas Artes como un pasatiempo, sino como lo que era, mi vocación.

Cuando dejé muchos años el mundo del dibujo, él me cuestionó un día: “De todos lo imaginé, menos de ti; seguramente es por algo, pero que lástima Elenita”.

Lo hice para no tener problemas familiares y dedicarme a mi maternidad, aunque en casa seguía haciendo dibujos e incursionando en Le Cordon Bleu.

Pasaron los años y vino el inminente divorcio, luego los hijos se fueron yendo como suele suceder hasta que volví. Recuerdo que, desde la escarpa en Paseo Montejo, me sentí observada mientras me descubría en la escalinata del Bancomer. Se acercó con ese caminar ligero y pausado, erguido, tan suyo, y extendiendo la mano a modo de saludo, me hizo bajar, yo estaba vendiendo obras de pequeño formato y algunas otras al hilo, y sonrió de oreja a oreja mientras me decía: “Sabía que no podrías negar lo que te mueve, no vuelvas a alejarte de ti”. Nos abrazamos con tanto respeto y solté algunas lágrimas, mientras lo miré alejarse bien plantado del brazo de su musa Guillermina.

Y es que, en el lenguaje cotidiano, suele emplearse profesor o maestro como sinónimos, aunque no significan lo mismo. El profesor es la persona que enseña un conjunto de saberes, sin embargo, el maestro es aquel al que se le reconoce una habilidad extraordinaria en la materia que instruye, que hace de su vida una cátedra porque no lo puede evitar, es su pasión.

De esta forma, un docente puede no ser un maestro. Más allá de esta diferencia, todos deben poseer capacidades académicas para convertirse en agentes efectivos en el proceso de aprendizaje.

Sin embargo, su sentido es mucho más profundo, ya que, aparte de trasmitir información sobre un tema sobre el cual sería deseable que tuviera grandes conocimientos y experiencia; también trasmite valores, sentimientos y actitudes. Utilizando para ello diversos medios que harán, si se hace correctamente, que aquellos que son formados sean, no sólo capaces de interiorizar lo trasmitido, sino también capaces de reproducir aquello que han recibido.

Sin la intención de compararme con el Maestro Vera, muy lejos de eso, a mí me inspiró el amor a enseñar en comunidades, de captar quien desea aprender algo más, algo que quizá sólo está en él y a veces ni el mismo ha descubierto. Adiós a un grande, a un hombre generoso que lo daba todo cuando descubría, pero también cuando se sentía al descubierto por el tipo de alumnos de esos años 70 en Bellas Artes. Mi gratitud

¡Buen viaje Maestro don Emilio Vera Granados!

Poética Plástica

Lucina Castillo y yo en el 2017 abrimos un grupo que llamamos Poética Plástica Lucina Castillo, con la idea de explorar anualmente ciertos temas como la muerte en el arte contemporáneo a través de escritos, poemas, ensayos, obras plásticas e instalaciones. La idea era que cada año invitáramos a un maestro con trayectoria y fue don Emilio Verá quien esa noche fue el Maestro de maestros. Cada año fuimos analizando con artistas y escritores esto que a todos nos sigue y que algún día nos alcanzará: morir, el acto de trascender, el irnos del cuerpo. Tengo todos los años de amistad y confianza con el maestro Vera y mi gratitud para su generosidad es mi oración.