En el escándalo que ha conmovido la vida política y social del país, lo que está claro hasta ahora es que Nicolás Petro, el hijo del presidente Gustavo Petro, recibió dinero de personas convencidas de que por esta vía estaban aportando a la campaña presidencial, de lo cual esperaban sacar dividendos políticos y económicos ya que, desafortunadamente cada día más lo uno y lo otro se han vuelto una misma cosa.
Pero eso no prueba que realmente el dinero haya entrado a las arcas de la campaña, como -a mi entender equivocadamente- dijo el Fiscal del caso en la audiencia del pasado jueves: “Estas personas, al inyectarle capital de Nicolás Petro, de una u otra forma, ingresaron dineros a la campaña presidencial de Gustavo Petro”.
La Fiscalía ha dicho que esos dineros fueron usados por Nicolás para comprar apartamentos, lotes y casas lujosos en los sitios más caros de Barranquilla y Bogotá, además de un carro de muy alta gama y el sostenimiento de la vida de mafioso que se daba. Eso mismo demostraría que el dinero se fue en mantener ese tren de vida del que participaba Daysuris Vásquez, su exesposa, quien lo delató, encargada de manejar el dinero y de “blanquearlo”. Y no se ha sabido de ninguna vinculación de ella con la campaña presidencial.
Según el ente investigador, Nicolás Petro como diputado a la asamblea departamental del Atlántico tenía una asignación salarial de veintitrés millones de pesos pero le han comprobado mil millones que exceden la capacidad económica que su sueldo le permitía.
La Fiscalía afirma que ha comprobado quiénes son los principales aportantes al bolsillo de Nicolás Petro, sin que se haya podido probar otro destino de esos recursos. Son ellos: Santander Lopesierra, conocido como el hombre Marlboro por las ingentes cantidades de esos cigarrillos que entraba de contrabando por la Guajira (departamento con gran presencia indígena colindante con Venezuela por el Estado de Zulia), quien acaba de salir de la cárcel y ahora se presenta como candidato a la alcaldía de Maicao, municipio de ese departamento. En medio del escándalo que lo involucra, la registraduría nacional le dio el aval para asumir esa candidatura. Gabriel Hilsaca, hijo del apodado “turco Hilsaca”, cuestionado empresario que ha sido procesado por concierto para delinquir agravado, financiamiento de grupos al margen de la ley y homicidio, muy mencionado en los procesos contra el paramilitarismo. Y Óscar Camacho, empresario de Cúcuta, la otra ciudad fronteriza con Venezuela, por el Estado de Táchira.
Máximo Noriega, candidato a la gobernación del Atlántico (costa caribe con capital Barranquilla) por la Colombia Humana (partido del presidente Petro), a quien le retiraron el aval en medio del escándalo, se encargaba de organizar reuniones políticas y sociales con fines de financiamiento. Acaba de enviar una carta a la Fiscalía ofreciendo aportar información sobre el caso.
La revista Cambio afirma que Alex Char, candidato a la alcaldía de Barranquilla que ya ha ocupado directamente y por interpuesta persona 16 años, le dio cinco millones de pesos a Daysuris para aportar a la campaña. Pero la suma es irrisoria, a mi juicio sería más bien una propina para la ambiciosa.
El escándalo estalló porque Daysuris, despechada y celosa, dio declaraciones a la revista Semana -abiertamente antipetrista- en las que afirmó que su exesposo Nicolás Petro había recibido dinero con destino a la campaña presidencial de su padre pero que nunca llegó allá, sino que se quedó en su bolsillo. Después de eso se reunió con el presidente, con quien tenía una relación familiar como suegro suyo que había sido y parecía que hasta ahí llegaría el escándalo, hasta cuando luego dijo que parte del dinero había ingresado a la campaña presidencial. Nicolás de inmediato se declaró inocente pero luego, para sorpresa de todos, se ofreció a colaborar con la Fiscalía, lo cual corresponde en la práctica a un reconocimiento de culpabilidad.
Ambos han sido dejados en libertad pero atados al proceso en la Fiscalía, dependiendo de sus aportes a la verdad.
Una mujer despechada, arribista y corrupta y un hijo con un futuro prometedor que se dejó llevar por la ambición de dinero en una conducta mafiosa, tienen al país en vilo y al presidente en medio de un doloroso drama familiar y con su presidencia cuestionada y en peligro.