Quienes conocimos a Don Mundo supimos de su corazón generoso y de la calidez que era sello de su carácter. Un libro entero podría escribir de memorias y agradecimientos para quien, para mí, fue unos de los hombres más cercanos, y puedo decirlo, mi mejor amigo. Estas líneas son para agradecerle, para honrar su vida y su memoria.
Conocí a Don Mundo en 1975, en la campaña que me llevó a ser gobernador entre 1976 y 1982. Durante las giras interactuamos poco; nos prestaba uno de sus camiones para movernos por todo el Estado; él condujo a cada evento al que fui. Fue hasta terminada la elección que me enteré de que lo hizo guiado por su enorme gentileza y convicción en el proyecto que encabecé. Desde ese momento y hasta el último de sus días, me apoyó en cada esfuerzo personal y político que emprendí, por ello, mi eterno agradecimiento.
Nuestra amistad se entabló y construyó después de la campaña a la gubernatura. En ese tiempo, conocí su historia, ligada al volante en los caminos locales, nacionales e internacionales; era un trayecto de trabajo arduo, de superar dificultades, de ayudar y servir a la gente; ello, junto con su voluntad de apoyarme, me llevaron a invitarlo al gobierno, primero como Director de Transporte y, posteriormente, como Director de Seguridad Pública y Tránsito. En ambos cargos se desempeñó con extrema probidad, lealtad y enfrentó situaciones difíciles que supo resolver con inteligencia e intuición acertada. Sabía que contaba con él para mantener la seguridad en el Estado y honró siempre su deber.
Durante el tiempo del gobierno y en los años posteriores, formé con él una amistad profunda. Fuimos padrinos de nuestros hijos, viajamos juntos, Doña Gloria y Doña Hortensia también se hicieron grandes amigas. Durante el tiempo que no residí en Yucatán, no había vez que viniera al Estado sin tener por lo menos una larga y amena charla, de reflexionar sobre los eventos políticos en turno. Siempre, hasta hace unos días, mantuvimos el contacto y estuvimos pendientes uno del otro; durante la pandemia, en un par de decaídas naturales de mi prolongada edad, y claro, después de la partida de Doña Gloria.
Sus comentarios siempre fueron agudos, estaba dotado de una inteligencia perspicaz e inigualable, y un instinto acertado que, en combinación con su vocación de servicio y de ayudar a los otros, fue clave para el éxito personal, político y empresarial que logró. Como empresario, fue tenaz y visionario; como político, fue leal aliado o férreo opositor, siempre guiado por la razón y el bienestar colectivo; como persona, fue esposo, padre, abuelo, y tío firme, bondadoso e impulsor de sacar lo mejor de cada uno.
Debo admitirle, a mi estimado lector, a quien hace mucho ya no le escribo -pues la edad ya no me lo permite-, que estas han sido unas de las líneas que con más tristeza he trazado sobre el papel. El proceso natural de la vida es nacer, crecer, reproducirse, y morir; esto se los dije muchas veces a Don Mundo, nunca pensé que yo lo despediría a él, imaginé que sería al revés.
Para el lector, un hasta luego, si es que la vida me da para dedicarle algunas líneas más. A Don Mundo, un hasta pronto, amigo; gracias por tanto años, por esa amistad tan grata y generosa. Dejas huella profunda en nuestros corazones, así como en el sendero de construir un mundo y un Yucatán mejor.