Opinión

Organizaciones armadas no estatales

El abuso de la libertad de asociación y de reunión y la tenencia de armas de fuego, incluidos fusiles de asalto, protegidas por la Constitución de los Estados Unidos, favorecen la actividad de estos grupos de ultraderecha
Organizaciones armadas no estatales

Con la formación de los Estados nacionales y la institucionalización del poder, la actividad de organizaciones armadas, principalmente Ejército y Policía se convirtieron en monopolio de los Estados.

Como parte de aquellos procesos aparecieron las colonias y concomitantemente con ello, las luchas anticolonialistas. Las luchas armadas contra las metrópolis coloniales y las dictaduras dominaron el panorama político tercermundista en los siglos XIX y XX y conllevaron a la formación de grandes organizaciones armadas que lideraron las confrontaciones por la liberación nacional.

Desaparecidas las colonias y las dictaduras, comenzaron a predominar las formas pacíficas, sí de luchas de clases que hoy constituyen la única manera de alcanzar el poder. Ello marcó el fin de las luchas armadas, pero no de las organizaciones armadas no estatales que, con otros objetivos proliferan.

En América Latina, las últimas expresiones de la lucha armada fueron Sendero Luminoso, organización peruana que operó entre 1970 y alrededor de 1992, y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional surgido en Chiapas, México, en 1994 y que en 2006 depuso las armas.

Un hecho relevante fue protagonizado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que operaron en Colombia durante más de medio siglo y que en 2016 negociaron acuerdos de paz con el Gobierno, asumiendo el perfi l de un partido político.

No obstante, como rezago de épocas pretéritas, en Colombia sobreviven el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otras entidades llamadas guerrilleras, de dudosa identidad. Según diversas fuentes, en todo el mundo se registran decenas de miles de organizaciones armadas no estatales con existencia permanente, creadas con diferentes propósitos, dimensiones y marcos de actuación.

No obstante, a los fines de este artículo he considerado sólo a aquellas que utilizan la violencia sistemática para perseguir fines definidamente políticos y son autónomas.

Entre ellas me parecen relevantes: Al-Qaeda, ISIS o Estado Islámico, Hamas, Hezbolláh, Ansarolá (Hutíes), Boko Haram, Yihad Islámica, Al Nusra, Al Shaabba, Al-Aqsa y el mencionado Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN).

De las organizaciones armadas no estatales, aludidas algunas como Hezbolláh (Líbano) y Hamás (Palestina), tienen como objetivos concretos la confrontación con el sionismo israelí y poseen vínculos o son toleradas por los Estados donde actúan (Líbano y Palestina).

Otras como el ELN de Colombia son decisivamente enemigas del Estado. Algunas como Al Qaeda, Ansarolá (hutíes), Isis o Estado Islámico, Boko Haram, carecen de entidad nacional, por su naturaleza clerical y fundamentalista se declaran enemigas de “Occidente” y tienen capacidad para actuar de modo internacional.

Aunque pocas veces se les relaciona con acciones políticas antisistemas o contrarias a los gobiernos de turno, en Estados Unidos funcionan cerca de 2 mil grupos supremacistas, de los cuales, alrededor de 100 son organizaciones armadas.

Varios de estos grupos como Oath Keepers, Proud Boys, QAnon y otras, el 6 de enero de 2021 participaron en el asalto al Capitolio de Washington, en torno al cual se desarrolla un proceso judicial con más de 500 imputados, entre los cuales fi gura el expresidente Donald Trump.

Antes de este hecho, el terrorismo político en los Estados Unidos era prácticamente desconocido hasta 1995 cuando, Timothy McVeigh, voló un edificio federal en la ciudad de Oklahoma matando a 168 personas.

El abuso de la libertad de asociación y de reunión y la tenencia de armas de fuego, incluidos fusiles de asalto, protegidas por la Constitución de los Estados Unidos, favorecen la actividad de estos grupos de ultraderecha.

La extensión del tema y sus complejidades obliga a segmentarlo para tratar por separado algunos asuntos, cosa que me propongo hacer en el futuro.

Por lo pronto no veo que, en el estado actual de las luchas políticas, ningún pueblo necesite de estas organizaciones que, hoy por hoy, probablemente estorban más de lo que ayudan. Allá nos vemos.