Opinión

“La situación extrema a la que se ha llegado en Oriente Medio donde, sin atenerse a legalidad alguna, ha sumado violencia a la violencia”, menciona Jorge Gómez Barata

El pasado marzo, en Gaza, en un despiadado ataque, Israel ultimó a tres hijos y cuatro nietos de Ismail Haniyeh. Obviamente los familiares del líder de Hamas no eran diferentes a los 30 mil palestinos muertos en Gaza, pero se trató de la aplicación de un proceder extremadamente cruel e incivilizado que sacrifica las familias, por culpas atribuidas a sus mayores.

Haniyeh encajó el golpe y, según todo indica, en su calidad de máximo líder de la entidad, aunque compartió responsabilidades por los acontecimientos recientes que desataron el genocidio en Gaza donde el sionismo aplica la lógica terrorista de ojo por ojo y diente por diente, práctica malsana que, como afirmó Nelson Mandela, “conduce a un mundo de ciegos y desdentados”.

La paradoja es que en el momento en que fue fríamente liquidado por una bomba israelí, Haniyeh auspiciaba las negociaciones con Israel para un alto al fuego en Gaza y la liberación de los rehenes. Al ultimarlo, Netanyahu puede haber conseguido varios objetivos: descabezar a Hamas, prolongar la matanza en Gaza y administrar la crisis política de la cual es eje en Israel.

Por su parte Irán, cuyo territorio ha sido violado y ha asistido impotente al momento en que, en su capital, su principal invitado a la asunción del nuevo presidente y resguardado por sus dispositivos de seguridad, fue fríamente ejecutado, ha advertido que responderá de modo contundente. Es como si se tratara de un ejercicio académico con derecho de réplica. El terror continuará en Gaza y fuera de ella. Habrá otras víctimas y victimarios.

No se trata de unos u otros argumentos, ni de justicia humana ni divina, sino de otra vuelta de la noria terrorista que se ha instalado en el mundo, como antaño lo hicieron la peste, la viruela y la lepra. La diferencia es que aquellas pandemias eran resultados de la naturaleza que las Ciencias combatieron con talento y sabiduría hasta erradicarlas, medicina inaplicable al terrorismo, sobre todo el de matriz confesional, frente al cual no valen razones ni argumentos.

Cuando, como ocurre en la lucha contra el terrorismo, son inaplicables la violencia porque la violencia engendra violencia, ni es eficaz la persuasión o el perdón: ¿Cuál es entonces el recurso contra el terrorismo?

La verdad es que la humanidad se ha dotado de los instrumentos apropiados, no sólo para contener al terrorismo, sino para asegurar la convivencia de los pueblos, los estados, las ideologías y las manifestaciones de fe religiosa.

La Carta de la ONU y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no dejan espacio a actitudes y acciones como las de Israel respecto a Palestina, cuyo territorio ocupa, expulsa su población y procede a una brutal limpieza étnica, todo ello bajo la mirada tolerante del Consejo de Seguridad, cuyas resoluciones son anuladas por una aplicación tórpida y políticamente motivada del llamado derecho al veto del que abusan las potencias.

La situación de violencia extrema a la que se ha llegado en Oriente Medio donde, sin atenerse a legalidad alguna, grandes organizaciones armadas no estatales de matriz confesionales y modos de actuación con perfiles terroristas, con cientos de miles de efectivos, armamentos avanzados y generosos financiamientos, actúan como Estados dentro de otros Estados y suman violencia a la violencia.

Ese clima se beneficia por la situación creada en Europa donde la guerra entre la OTAN, Ucrania y Rusia ha involucrado a las potencias miembros permanentes del Consejo de Seguridad (con la excepción de China), encargadas por la Carta del mantenimiento de la paz mundial.

Sólo una solución integral que reintegre a las instituciones internacionales su relevancia, capacidad de decisión e imparcialidad en asuntos de seguridad y mantenimiento de la paz, puede proporcionar una solución definitiva al terrorismo internacional.

Mientras ello no ocurra, habrá que reiterar la voluntad de repudiar al terrorismo, cerrarle todos los caminos y reiterar la convicción de que no hay terrorismo bueno y ninguna causa defendida con tales métodos tiene futuro.