Raras veces se repara en las mutaciones de los conflictos en Oriente Medio asociados a la existencia de Israel, que han dominado los escenarios regionales en los últimos 80 años y cuya solución no aparece. Primero fueron los estados árabes y musulmanes de la región que, por razones obvias, asumieron como causa común el rechazo a la partición de Palestina y la creación del estado de Israel, lo cual dio lugar a sucesivas confrontaciones militares, denominadas “guerras árabe-israelíes”.
Un momento trascendental fueron los Acuerdos de Camp David (1978) mediante los cuales, Israel y Egipto firmaron la paz, iniciando la distensión de los estados árabes con Israel, proceso que avanzó en la reconciliación hasta que, en Oslo, en el 1993 incluyeron a la propia Palestina. Críticas y limitaciones reales aparte, los Acuerdos de Oslo y la constitución de la Autonomía Nacional Palestina son lo máximo logrado por los palestinos para aproximarse a la constitución de un estado, tal como fue acordado por Naciones Unidas en el 1947 y constituye hoy su máxima aspiración que, para algunos observadores recuerda una misión imposible.
Los protagonistas de aquel evento pagaron con su vida el esfuerzo realizado y no honrado por quienes, todavía hoy, procuran soluciones violentas.
Isaac Rabin fue asesinado el 4 de noviembre del 1995, mientras en el 2004 Yaser Arafat murió hospitalizado en Francia, presuntamente envenenado al administrarle polonio, una sustancia radiactiva.
Los avances en la distensión en las relaciones entre los estados árabes, las autoridades palestinas legítimas e Israel fueron mediadas por la aparición de nuevos factores, entre ellos grandes organizaciones armadas no estatales de matriz islámica, hostiles a Israel y a Occidente, a lo cual se suma el violento antagonismo y la ruptura, probablemente irreconciliable, de Irán con Israel con quien, hasta el 1979 mantuvo una relación cordial.
Al día de hoy, el conflicto con Israel no es protagonizado por los estados árabes, sino por poderosas organizaciones no gubernamentales como Hezbollah, Hamás, Ansarolá (hutíes) y otras, todas demonizadas internacionalmente por considerarlas terroristas.
La incomunicación de estas entidades con los más importantes actores políticos internacionales ubicados en Occidente y con Naciones Unidas impide cualquier mediación o negociación, lo cual acentúa el papel de potencias como China y Rusia con alguna ascendencia entre esos elementos.
El otro factor es la confrontación entre Israel e Irán que, tras eventos recientes y el asesinato en Teherán de Ismail Haniyeh, líder de Hamas, ha llevado la tensión a máximos de pronóstico reservado. Respecto a esta curiosa involución política, les contaré. Quedo en deuda.