De la Redacción
Muy lejos quedaron en el tiempo aquellos años en los que todo era bonanza en el destino, cuando los trabajadores devengaban buenos salarios y diariamente decenas de personas emigraban desde sus lugares de origen en busca de un mejor futuro; hoy día la imagen de Cancún se ve afectada por la ola de violencia de la que no escapa ni la zona hotelera, donde en los últimos tiempos se han registrado ejecuciones, intentos de ejecución, robos a restaurantes y oficinas, aparición en zonas residenciales de sujetos golpeados con signos de tortura y hasta turistas que se desvanecen misteriosamente sin que se tenga conocimiento de su paradero.
La droga se encuentra con pasmosa facilidad, en las playas, en las discotecas, en la calle y hasta en los hoteles, donde siempre hay más de un trabajador que la ofrece a los huéspedes.
Es una realidad que a lo largo de los 27 kilómetros de la zona hotelera se pueden cometer todo tipo de hechos delictivos, incluidos robos a casa habitación, asaltos a negocios, ejecuciones y tiroteos, sin que los responsables sean atrapados, pese a los filtros que supuestamente se implementan en los dos accesos al área turística.
Se instalaron cámaras de vigilancia a lo largo de toda la zona hotelera, que hasta ahora no han ayudado mucho para atrapar a nadie, lo que hace crecer la sensación de desconfianza entre los trabajadores de distintos negocios, que ya dudan de que realmente las cámaras sirvan para algo.
Incluso en el extremo del Callejón de los Milagros del lado de Plaza Forum, una cuadrilla de trabajadores procedía a reparar una de las cámaras ubicadas en lo alto de un poste, maniobra observada por varios prestadores de servicios, dos de los cuales comentaban que tal vez la cámara llevaba estropeada varios días, cuando todos piensan que el C-4 lo tiene todo bajo control.
Nada más lejos de la realidad, cuando playas públicas y de hoteles han sido escenario de intentos de ejecución perpetrados desde motos acuáticas, como sucedió en abril del 2018, cuando sujetos armados a bordo de wave runners, dispararon contra un vendedor ambulante, que resultó ileso.
Meses más tarde, en julio, se perpetró otro ataque similar, esta vez en el balneario público Tortugas, donde sicarios en motos acuáticas balearon a dos jóvenes que resultaron heridos.
Otro delito cometido por la vía acuática fue el robo al restaurante Harry’s en marzo de este año, negocio con vista a la laguna que fue asaltado por un grupo de sujetos que llegaron en embarcaciones y se llevaron dinero en efectivo.
En enero del 2019 se perpetró el robo a unas oficinas de la zona residencial de Pok-Ta-Pok, llevándose los ladrones cien mil pesos en efectivo; meses más tarde, apareció un sujeto severamente golpeado en esta misma zona y, para rematar los hechos delictivos, el más reciente se cometió en julio, cuando el joven turista Sahir Alexis López Ruiz prácticamente se desvaneció en el aire la misma noche que entró junto con un amigo de la discoteca Palazzo y nadie volvió a verlo hasta la fecha, desconociéndose qué pudo suceder y mucho menos su paradero.
En un plano más cotidiano, aunque no menos real, turistas y locales se enfrentan a plagas como la presencia de ambulantes de todo tipo de alimentos y mercancías tanto en las playas como en la vía pública; la actividad está prohibida en la zona hotelera, pero al verse rebasadas las autoridades, optaron mejor por la propuesta de modificar los reglamentos de tal manera que los informales puedan trabajar sin problema alguno.
Los “brazaleteros” interceptan a los turistas en su intento de vender covers con barra libre para las discotecas, así como el personal de algunos clubes de playa, que corren tras los visitantes hablándoles maravillas de los antros o de las instalaciones del Beach club, según sea el caso.
Con este panorama, no es de extrañar que muchos de los turistas que arriban al destino y compran paquetes en hoteles todo incluido, no salgan de las instalaciones, donde se sienten más seguros y libres que en la calle y las playas públicas.