Por Graciela Machuca Martínez
Las acciones de violencia contra las mujeres en México están fuera del control de las autoridades de los tres niveles de gobierno, la sociedad se encuentra polarizada sin un mecanismo unificador que permita hacer frente al fenómeno de manera integral, mientras que grupos políticos se descalifican mutuamente al emprender estrategias para protestar por dicha violencia.
Luto, orfandad, impunidad y discursos demagógicos conforman la realidad a la que se enfrentan todos los días las familias de las víctimas y las mismas víctimas que logran sobrevivir a una agresión.
A un año de que entró en funciones el nuevo gobierno federal la violencia contra las mujeres sigue en aumento. Mujeres asesinadas, violadas, acosadas, lesionadas, no forman parte de las prioridades del gobierno mexicano.
Prueba de ello es que no se ha movido un dedo para que el Congreso de la Unión realice las reformas constitucionales y de leyes secundarias que la sociedad civil ha propuesto para que exista un marco legal acorde a la realidad del país.
El Poder Ejecutivo Federal y en particular, el presidente de la República, no tiene como prioridad el asunto, a tal grado que no da pie con bola para emprender acciones de gobierno y poner en práctica políticas públicas para enfrentar institucionalmente al fenómeno social de violencia contra las mujeres.
Sobre el Poder Judicial, ni se diga. Las evidencias sobre actos de corrupción de jueces están a la orden del día. Los consejos de las Judicaturas federal y estatales han sido omisos para auditar las sentencias y solo dicen esta boca es mía, cuando las familias de las víctimas denuncian las irregularidades.
Recordemos que el Poder Judicial en México, es uno de los más corruptos y conservadores, ya que la mayoría de sus integrantes son hombres con formaciones jurídicas de hace más de 30 ó 40 años, quienes se niegan a dejar los privilegios patriarcales que ostentan.
Para poder analizar la violencia contra las mujeres hay que pasar por instituciones como la familia, la escuela, las iglesias e instituciones gubernamentales como la policía, el Ministerio Público, los cuerpos de peritos, así como el quehacer de jueces y magistrados y ministros. En muchos de estos espacios participan mujeres, pero con reglas machistas, porque las instituciones son patriarcales.
El esfuerzo y el compromiso de mujeres que están convencidas del cambio se nulifica ante el poderío de las instituciones, de las costumbres y de las creencias religiosas, políticas e ideológicas.
El presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, reconoció el pasado primero de diciembre el clima de inseguridad que se vive en el país, pero pidió al pueblo de México, un año más para consolidar su plan de gobierno y empezar a ver los resultados. ¿Cuántas mujeres, niñas, tienen que morir, ser violadas, secuestradas, enganchadas por redes de tratantes de personas, mientras se consolida el actual proyecto de gobierno?
Las llamadas alertas de género no están funcionando porque no hay voluntad política ni capacidad técnica, pero tampoco los gobernantes en turno tienen idea de cómo afrontar el problema. Como este y otros problemas de México, la 4T no tiene idea de cómo resolverlo, pero durante la prolongada campaña electoral, López Obrador juraba y perjuraba que tenía todas las soluciones y ahora las mujeres tenemos que esperarnos un año más para ver los resultados.
En este espacio lo dije muchas ocasiones antes del primero de diciembre de 2018, que los problemas del país no se resolverían por arte de magia, pero el hoy presidente insistía en que él lo haría posible. Espero que tenga una respuesta para las miles de familias que en este país han perdido a un ser querido durante el último año, por la violencia y sobre todo por la impunidad que impera en el país.
El discurso de López Obrador sigue siendo electoral, vende promesas, ilusiones, falacias ante una realidad que no quiere ver o reconocer, sobre miles de historias de personas asesinadas y desaparecidas en este país.
El primero de diciembre de 2018, como nación, estábamos convencidas que el reto era enorme, no sólo por lo complejo de los problemas de México, sino porque la clase política y económica que perdieron el control del gobierno federal iban a instrumentar estrategias para que el gobierno de López Obrador fracase, sin importar que con ello se vaya al abismo el país, pero lo grave del asunto es que quienes ahora gobiernan no traían diseñado un proyecto de gobierno a la altura de los requerimientos del país.
De los discursos contra la violencia, de las manifestaciones callejeras que no acaban de cuajar como opciones de lucha, se debe pasar a un movimiento social que desarticule las prácticas patriarcales de las instituciones tanto privadas cómo públicas.
Desde luego que se requiere creatividad, pero también compromiso político e ideológico, basado en acciones emprendidas por una ciudadanía informada que no confunda al gobierno actual de México como de izquierda, sino como parte de un proyecto político resultado de diferencias entre la clase política mexicana.
Como pueblo debemos informarnos para advertir que hoy más que nunca la derecha tiene la mesa puesta para controlar al país, como lo están haciendo en Sur y Centro América, luego de épocas de gobiernos demócratas o socialistas que surgieron para dirigir a países que salían de dictaduras militares, cuando estas dejaron de ser útiles a la economía global.
La euforia de unos por el primer año del gobierno de López Obrador, no puede nublarnos la vista para no ver el bosque, porque mientras el fanatismo se consolida en torno al presidente de la república en turno, la derecha está sacando de entre los rescoldos de la ceniza, a quienes sin pudor alguno salen a las calles a gritar “¡Viva Cristo Rey!”. Una vez más, la memoria histórica, nos falla en México.
Recordemos los retrocesos en materia de políticas públicas para garantizar los derechos de las mujeres durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón. Sin embargo, lo lamentable del caso, es que al gobierno de la 4T tampoco los derechos de las mujeres, tampoco son prioridad tristemente.