Quintana Roo

Parten jóvenes misioneros a la Zona Maya

Por Eva Murillo

Ir en misiones católicas a las comunidades mayas de Quintana Roo e incluso Yucatán, es una experiencia de aprendizaje para los cientos de jóvenes cancunenses que partieron este sábado para llevar la palabra de Dios a quienes habitan lejos de las zonas urbanizadas.

Ayer la catedral estuvo concurrida de adolescentes de diferentes niveles sociales, quienes acompañados de sus familias, escucharon misa antes de abordar los camiones que los llevarían a su destino.

Durante una semana van a vivir para servir a los demás, para ayudar en lo que sea a las personas que año con año los esperan emocionadas, para rezar juntos en caso de que alguien en casa haya enfermado, para explicarles la palabra de Dios y también para pasar momentos de esparcimiento junto a niños y jóvenes de las comunidades mayas.

Hacer ese viaje representa para muchos jóvenes la oportunidad de agradecer por lo que tienen, de valorar el tener comida, agua con sólo abrir la llave o energía eléctrica si aprietan un botón, pues viven en carne propia las carencias que hay en las poblaciones, donde cada vez que se acerca Semana Santa saben que van a llegar personas que dejaron todo por ir a visitarlos.

Formar parte del grupo de casi mil 500 muchachos significó sacrificios para Guillermo Sánchez, joven que cursa sexto semestre de preparatoria en el colegio Mano Amiga, pues tuvo que vender comida para pagar parte del monto del pasaje hacia Chan Chen, la comunidad en la que junto con otros 70 muchachos van a pernoctar y de ahí distribuirse a localidades que están hasta 12 kilómetros de distancia del punto de descanso.

“Es de no creer como las personas te dan su comida a pesar de que no tienen en abundancia, te abren las puertas de su casa sin conocerte, te brindan su amistad sin ningún interés y te esperan con alegría aun sin saber quién eres”, comentó Guillermo.

Para Francisco Noé Gamboa Arias, joven estudiante del cuarto semestre de preparatoria, esta es la primera experiencia como misionero, a pesar de que está consciente de que va a pasar incomodidades no le importa, partió con alegría y la bendición de sus padres hacia Edén, una comunidad maya en el estado de Yucatán.

Las cosas en el hogar de Francisco no marchan del todo bien, su padre – que con mucho esfuerzo lo fue a despedir- está enfermo y hay carencias económicas, sin embargo, una maestra de su escuela lo ayudó a costear el pasaje.

Pero él no quería llegar con las manos vacías a donde fuera que lo mandaran de misionero, por eso durante seis meses vendió diversos artículos en la escuela para comprar dulces y juguetes para regalarlos a los niños que ya lo esperan sin conocerlo.

“Ir como misionero es una decisión personal, hay que tener valor y gusto por hacerlo, pues sabemos que no es fácil estar allá y olvidarse de las comodidades habituales, por eso mi objetivo al ir allá es aprender a querer como se debe querer, es decir dar todo…, quiero sentir lo que es dar amor sin ningún interés de por medio”, comentó.

Anayeli Martínez Guerra está en tercer año de secundaria, a ella la enviaron a una localidad del municipio Felipe Carrillo Puerto. Debido a que es la primera vez que forma parte del grupo de misioneros, reconoció que estaba nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada por empezar a vivir la experiencia.

En su maleta lleva lo básico, nada de lujos, sólo ropa y zapatos cómodos, pues su objetivo es poder convivir con las personas que viven en las comunidades mayas, pues consideró que son más sinceras y auténticas que la mayoría de las que habitan en Cancún.

“Sé que no va a haber luz, agua ni señal de Internet… mis papás me dijeron que no regrese con los brazos vacíos, que me regrese llena de las enseñanzas que me den las personas que pronto conoceré”, platicó minutos antes de abordar el camión que la llevó hasta el sitio a donde fue enviada como misionera.