Por Eva Murillo
Prácticamente “forrados” de pies a cabeza con ropa de algodón, para protegerse de los penetrantes rayos del sol, parten Doni, el capitán de la embarcación, e Isabel, la guardaparques, para vigilar el Parque Nacional Costa Occidental de Isla Mujeres, Punta Cancún y Punta Nizuc, a sabiendas de que será una jornada en la que tendrán encuentros ríspidos con prestadores de servicios legales e ilegales, o que podrían encontrarse con pescadores furtivos que, casi siempre, se ponen a la defensiva, a pesar de estar violentando las reglas del Area Natural Protegida.
Son entre seis y siete horas, a veces más, las que la pareja de vigías pasan en el mar. Lo primero que hacen es trazar la ruta del recorrido, para aminorar tiempos y ahorrar insumos, sobre todo el combustible, pues a veces no alcanza para realizar su labor como ellos quisieran.
La vigilancia inicia desde que zarpan de lo que usan como muelle –un par de llantas, troncos de árboles y pedazos inestables de banqueta. Desde ese momento las miradas de la guardaparques y del capitán se agudizan.
La primera parada
Al minuto de haberse alejado de la orilla detectan una irregularidad que pone en peligro la vida de las personas: nadadores atravesando el Canal Sigfrido. Este lugar es usado para actividades recreativas. En las orillas los niños juegan y las mamás sacan la comida que van a consumir, pero en la parte más profunda, circulan yates, lanchas y botes. Es una especie de carretera pero marítima.
Previo saludo dando los buenos días, la guardaparques explica a las personas que, por su seguridad, no está permitido nadar en la parte central del canal, mucho menos cruzarlo, pues hay riesgo de ser atropellados por alguna embarcación. Esta vez el mensaje fue aceptado con amabilidad.
Continúan el camino hacia uno de los tres polígonos que conforman el Parque Nacional: Punta Cancún. En el inmenso mar Caribe pueden verse embarcaciones distribuidas en diversos puntos, algunas sólo con el capitán a bordo, eso significa que transportan a buceadores y están en el lecho marino realizando actividades.
Inicia la revisión
Mientras Doni, el capitán, se enfila hacia el barco más cercano, Natalia echa mano de los binoculares para empezar a escudriñar a los que están más lejos. Busca la matrícula y el nombre de la lancha, más otros detalles. Cada una es supervisada por la responsable de vigilar que las actividades dentro del parque marino sean legales.
“Buenos días capitán, somos los guardaparques, ¿me puede mostrar su permiso, también el del guía y decirme cuántas personas transporta y las actividades que están haciendo en el agua? También requiero ver el documento que indique si las personas que están buceando están capacitadas para ello y verificar que porten el brazalete de pago de derecho de uso”, grita la guardaparque desde su embarcación.
Todos los datos obtenidos son anotados en una bitácora de actividades. Van tres embarcaciones revisadas en esa zona y todas están en regla, pero faltan dos más.
Aliados del mar
Uno de lo capitanes de las otras dos lanchas, tras proporcionar todos los datos, pasa un tip a los vigilantes: hay pescadores furtivos que han estado ingresando desde la carretera, a la altura de los últimos hoteles. Usan arpones para capturar animales y se están llevando muchos de los grandes. La pesca está prohibida en el Parque Nacional.
Es necesario que vayan a ver eso, les pidió el prestador de servicios, que por la manera de expresarse sobre las actividades marinas, pero sobre todo por su piel curtida por el sol, se nota que su hogar es el mar.
“Hay quienes nos ayudan a hacer nuestra labor, nos pasan tips, ellos saben muchas cosas porque se la pasan todo el día en el mar, viven en el mar”, explicó Isabel.
En el primer polígono todo marchó bien.
Han pasado casi dos horas, el sol recrudece y la sal ya empieza a hacer mella en los labios de los vigías, pero aún queda mucho por recorrer. La jornada recién empezó.
El agua del mar Caribe luce hermosa, puede verse el fondo marino, desde esa parte Cancún luce diferente, parece pequeño ante la inmensidad del mar, los hoteles son como delgadas montañas sobresaliendo de la línea de costa.
Cancunense preocupada por la salud ambiental
Conforme avanzan hacia la punta sur de Isla Mujeres, puede observarse más actividad náutica, catamaranes llevando la fiesta con música y alcohol de un lado a otro, yates con apenas tres tripulantes navegan lentamente en la zona, lanchas cargadas de turistas, que no pueden evitar sonreír al ver el color del mar Caribe, buscan un lugar para detenerse y que los clientes puedan hacer snorquel.
Eso, justo eso, fue lo que más causó sorpresa -no de las gratas- a la guardaparque cuando le fue asignada esa encomienda: mucha gente, muchos barcos en espacios pequeños.
Ella es de la generación que nació en Cancún. Hace un par de años concluyó sus estudios universitarios con la visión de trabajar por el turismo sustentable, pero la realidad la rebasó en poco tiempo. Nada de lo que le enseñaron en las aulas puede compararse con lo que hay afuera. El turismo masivo, o más bien invasivo, pone en riesgo la salud del medio ambiente, pero eso no puede dimensionarse desde el salón de clases.
Ella, desde su trinchera, sigue tratando de mantener la ideología con que dejó la escuela, a cada uno de los prestadores de servicios que interroga los invita a acudir a los talleres de capacitación que brinda de manera gratuita la dirección del Parque Nacional en los que, entre otras cosas, les explican la importancia de mantener en buen estado del área natural protegida, cómo hacerlo y la riqueza que hay en ella.
Encuentros ríspidos
Ya en el polígono de la Costa Occidental de Isla Mujeres, las cosas no van tan bien como en la primera revisión, aquí hay guías “prestados”, “cachirules”, “cubre descansos”, “cubre ausencias”, que no cuentan con la autorización para dar ese servicio, ya está vencida, o la dejaron en su casa o “ya lleva muchos años trabajando así y nunca le habían dicho nada”.
Tratando de que la falta parezca menor y con intenciones de amedrentar a la guardaparques asumen una postura retadora, adornan sus respuestas con frases sarcásticas, pero eso no impide que Isabel haga su labor.
Lanza la advertencia al prestador de servicios turísticos de que la falta quedó registrada y deberá, lo antes posible, cumplir con las reglas, y remata con la exigencia de respeto, tal como ella se dirigió a ellos.
Las lanchas a revisar empiezan a ser más y más, sus capitanes y los guías hacen como que buscan los documentos requeridos, mientras que los de las otras embarcaciones alegan estar atrasados en el recorrido y que deben irse. Finalmente todos son revisados, aun cuando muestran molestia por la acción de la autoridad del parque.
Así como hay malas actitudes también hay buenas, pues hay quienes les agradecen la labor que realizan, pues las malas prácticas de los prestadores de servicios están generando cambios en el comportamiento del ecosistema marino, por ejemplo, los peces ven que hay una embarcación y se acercan en busca de comida, saben que de ahí van a obtener alimento, pero eso no está permitido en esa zona ni en ninguna otra. Los peces tiene una función en el arrecife, que es alimentarse las algas que hay en los corales, pero si sacian su hambre con galletas, ya no lo harán.
Ya pasaron casi seis horas, y aún hay que volver a las oficinas a hacer el trabajo de escritorio, vaciar los datos de las embarcaciones registradas, pasarlas al área correspondiente para que, si hay que hacer llamamientos, los hagan.