Por Yolanda Gutiérrez
Con 88 centros de hospedaje y más de 35 mil cuartos de hotel, sin contar las villas, departamentos y condominios que proliferan por toda el área turística, la construcción de otros seis mil cuartos pondrá en un predicamento a Fonatur, como responsable de la infraestructura de la Zona Hotelera.
Según empresarios del destino, existen en promedio 35 mil 590 cuartos de hotel, a los que se sumarán los más de seis mil 200 proyectados en cinco desarrollos turísticos que claramente saturarán los servicios en una Zona Hotelera ya sobredensificada, por lo que no entienden cómo las autoridades ambientales pueden autorizar más construcciones, con el impacto que esto representa a la playa, el mangle y la laguna, de acuerdo al punto en que se levantan o se contempla levantar los proyectos.
Tanto el gobierno municipal como el estatal y el federal consideran que hay capacidad para seguir construyendo en la Zona Hotelera, con base a los estudios que supuestamente se llevaron a cabo, que dieron como resultado la autorización para construir más de seis mil 200 cuartos.
Y a punto de cumplir 50 años, nada tiene que ver la planeación original de la Zona Hotelera con lo que se terminó haciendo; los proyectos originales no contemplaban la destrucción de la duna costera y se basaban en villas exclusivas y pequeños hoteles, pero al final pudo más la ambición de los hoteleros y las mismas dependencias encargadas de la dotación de permisos, que autorizaron construcciones prácticamente al pie de la playa, lo que a la larga ha provocado la fuerte erosión que padecen nuestras costas.
La saturación de inmuebles llega a tal extremo que, del lado del mar, los edificios están pegados unos a otros sin dejar el mínimo espacio entre estructura y estructura, mientras que por la parte de la laguna, aunque todavía quedan espacios desde los que se puede apreciar el cuerpo de agua, se prenden los focos de alerta a causa de las nuevas edificaciones que se levantan en todo su perímetro, a las que se suman marinas, restaurantes y demás negocios enfocados al turismo que comenzaron a tapar las ventanas a la laguna desde años atrás sin impedimento alguno.
Según mencionan hoteleros radicados en Cancún desde sus comienzos, las autoridades en turno cambiaron conceptos y densidades, hasta el punto de que en el lado del mar había muchas ventanas que permitían a los ocupantes de los vehículos contemplar la belleza del Caribe, mientras que ahora prácticamente no queda nada y la Zona Hotelera se convirtió en una plancha de cemento, con arenales en los que difícilmente se encuentran matas de coco pero sí mucho sargazo, sobre todo en temporada de calor.