Por Yolanda Gutiérrez
A pesar que la Zona Hotelera está saturada de desarrollos turísticos y cada vez cuenta el destino con menores extensiones de mangle, se aprueban nuevos proyectos, obviamente detrás del escritorio, pues si los encargados de autorizarlos se tomasen la molestia de conocer físicamente dónde se van a desarrollar, probablemente nunca hubiesen dado su aval.
Es interesante la postura de las autoridades federales respecto al ambicioso proyecto Grand Island, que contempla tres mil cuartos de hotel y un centro de convenciones, sin que se tenga certeza que la infraestructura disponible resista sin problemas la dotación de servicios básicos, tales como electricidad, agua potable y alcantarillado.
El titular de la Secretaría de Turismo Federal (Sectur), Miguel Torruco Marqués, declaró durante su visita a Cancún para participar en el Foro Inmobiliario Tourism Investment Summit 2020 que si se demuestra que el polémico proyecto tiene alguna ilegalidad en sus autorizaciones y Fonatur demuestra por escrito que no se cumple con el estado de derecho, que vaya quien tenga que ir a la cárcel por responsabilidad.
De hecho, incluso se canceló la puesta oficial de la primera piedra, que de todos modos no hubiese sido más que un simple trámite, en virtud de que los trabajos ya han arrancado sin que autoridad alguna haya puesto el menor impedimento, pese a la indignación de la opinión pública.
Empresarios y ciudadanos se mostraron preocupados desde un principio debido a la fragilidad de la zona en la que se pretende levantar el desarrollo turístico, pero sobre todo, la ausencia de garantía de que Fonatur pueda proporcionar la dotación de servicios necesaria, no sólo para este proyecto, sino para todos los que se construyen actualmente en la Zona Hotelera.
Lo que más preocupa es que Fonatur sólo cuenta con tres plantas de tratamiento de aguas residuales, todas ellas obsoletas. Estas tres plantas se encargan de procesar las aguas negras y grises que emiten hoteles, condominios, departamentos, villas de alquiler, comercios de todo tipo y domicilios particulares, que actualmente casi no se dan abasto y quedarían rebasadas con la proliferación de más edificios; aunque en el caso del Grand Island, el proyecto contempla, supuestamente, sus propias plantas de tratamiento de aguas negras.
Además del polémico proyecto, promovido por la empresa Administraciones Bay View Grand, en la Zona Hotelera se construyen actualmente otros tres desarrollos; el Gran Solaris, a un costado del balneario público Delfines, con 449 habitaciones; un hotel de lujo para adultos en playa Langosta con 426 cuartos y el RIU Riviera Cancún, con 530 habitaciones, en Punta Nizuc.
A estos hay que añadirles el proyecto de construcción de un edificio de departamentos de lujo en el predio que ocupase el restaurante cubano La Farándula, el hotel Hard Rock Riviera Cancún y otro hotel, ya terminado, en el anexo de Plaza La Isla.
Todas estas obras representarán en total más de 6 mil 200 cuartos, con las necesidades en cuanto a infraestructura que esto implica en una Zona Hotelera ya saturada, en la que Aguakan, CAPA, Fonatur no se dan abasto para ampliar y mejorar la red hidráulica, ni la CFE para la eléctrica.
Todo eso, sin contar con los problemas de contaminación en la laguna Nichupté, que no parecen importar a nadie.