Las clases a distancia en Quintana Roo empiezan a generar efectos nocivos tanto para los alumnos como para maestros y padres de familia, de acuerdo con datos de la encuesta “Experiencias de las comunidades educativas durante la contingencia sanitaria por COVID-19”, realizada por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu).
El 90 por ciento de los cuatro mil 204 encuestados en Quintana Roo expresaron tener consecuencias físicas por las más de cuatro horas diarias dedicadas a tomar clases de manera virtual, ya que no se cuenta con un espacio óptimo para hacerlo y son las sillas del comedor, muebles rígidos o incluso la cama los lugares para realizar esta actividad, por lo que se tienen daños como dolores en el cuello, columna y caderas causados por la postura rígida que exige estar sentados por largas horas frente a la pantalla, ya sea de televisor, computadora, tableta o celulares que demanda la educación virtual.
Esta situación de emergencia afectó, además de su estado físico, el estado emocional tanto de personal administrativo como docente y alumnado, el cual se tradujo en estrés, ansiedad, tristeza y enojo, así como preocupación por su salud, principalmente de aquellos que reportaron tener algún factor de riesgo ante el COVID-19 y la notoria inquietud por la alteración de sus dinámicas de socialización y la interrupción de sus vínculos afectivos.
El 100 por ciento de los encuestados expresó haber sentido alguna emoción que les impidió, en determinado momento, tomar o impartir clases, así como ansiedad en los consejos escolares que parecieron, en algunos casos, interminables por las hasta cinco horas que tuvieron que mantenerse conectados escuchando a sus directivos.
En Quintana Roo el programa Aprende en Casa ha provocado niveles altos de estrés, frustración y enojo en los estudiantes, al no entender las tareas en el caso del alumnado de nivel secundaria; mientras que las mismas emociones fueron presentadas por los padres de familia que no sabían explicar las tareas a sus hijos de primaria.
La actividad reportada como más difícil por el 41.5 por ciento de los 653 estudiantes encuestados en la entidad fue conseguir apoyo de docentes cuando se sentían mal emocionalmente (tristes, enojados o asustados), a ésta le siguieron con porcentajes mayores al 30 por ciento, el terminar todas las tareas que les dejaban, con un 39.6 por ciento; entender tareas, 30.9 por ciento; participar en actividades virtuales, 36.3 por ciento; encontrar alguien que resolviera dudas escolares, 35.1 por ciento, y encontrar los materiales solicitados por los docentes, 31.1 por ciento.
De acuerdo con los resultados, la emergencia sanitaria planteó retos y dificultades a la comunidad escolar de manera repentina e inesperada, cada uno de los integrantes del Sistema Educativo Nacional (SEN) tuvo que desarrollar y utilizar estrategias y herramientas, que para algunos eran desconocidas, con el fin de garantizar las oportunidades de aprendizaje y el derecho a la educación.
El cierre de las escuelas y el desarrollo de las actividades de enseñanza y aprendizaje en los hogares generaron impactos importantes en las dinámicas familiares y en el bienestar personal de sus integrantes; aumentó el tiempo que familias y docentes dedicaron a tareas escolares que antes de la pandemia no realizaban.
Por ello se sugiere reducir las cargas administrativas de directores y docentes, de manera que dediquen la mayor parte de su tiempo al diseño y desarrollo de actividades propiamente pedagógicas y de apoyo, acompañamiento y retroalimentación a estudiantes, con el objetivo de hacer más eficiente y estratégico el trabajo administrativo de los actores educativos en situaciones de emergencia, a fin de dar prioridad a las tareas sustantivas de enseñanza y aprendizaje, fortalecer los mecanismos de gestión escolar a partir del aprovechamiento del educando.
Además reconocer las condiciones del contexto en el que los actores educativos desarrollan las tareas de enseñanza y aprendizaje a distancia; actuar en consecuencia resulta fundamental para el bienestar físico y emocional del educando.
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Así como diseñar y apoyar estrategias que permitan flexibilizar los tiempos (horarios y cantidad) dedicados a las labores educativas, sobre todo aquellas que llevan a cabo de manera sincrónica. Se debe propiciar que las comunidades escolares decidan sus propias rutinas para evitar con ello el rezago educativo.
En Quintana Roo fueron encuestadas 324 personas directivas, mil 539 docentes, mil 688 paterfamilias y 653 estudiantes, para un total de cuatro mil 204 involucrados con el SEN.
CG