Quintana Roo

Es un infierno: Hombre narra su experiencia en un anexo de Chetumal

Antonio 'V' contó que durante su estadía fue víctima de vejaciones e insultos por parte del personal del Centro de Rehabilitación 'Montecristo' en Chetumal y en cuanto pudo, pidió a sus familiares que lo sacaran de ahí
Personal del lugar pedían siete mil pesos para liberar al hombre, por lo que tuvo que intervenir la Policía de Chetumal / Julio Javier Mena

“Después de la insultoterapia, nos metían a una habitación que compartíamos 12 personas como dormitorio, era de cinco por cinco metros, entre llantos y lamentos; sólo nos dejaban dormir tres horas, mientras otros se quedaban de pie observando, después cambiaban de turno”. Así pasaba las noches Antonio “V” en el centro de rehabilitación Montecristo, ubicado en la calle Almeja con Manatí, en la colonia Sian Ka’an I de Chetumal.

Su padre, Genaro Vázquez, supo que un amigo de su hijo, identificado como Quirino lo internó en este anexo desde el 5 de agosto. Antonio padece alcoholismo, pensaban que internarlo en este lugar sería la solución para su adicción, pero abrieron la puerta a un mal mayor.

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Antonio vivió maltrato psicológico mientras estaba recluido, se le negó la posibilidad de comunicarse con sus familiares, al grado que le hicieron firmar pagarés en blanco, con tal de tener 15 minutos de charla.

“Parece que los torturan aquí, me dicen los vecinos que en las noches se escuchan llantos, lamentos, gritos de dolor y esto no se vale; por si fuera poco, esto que le hacen a mi hijo es un secuestro, lo están reteniendo y aparte me piden 7 mil pesos para que lo liberen, no se vale”, comentó Genero.

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Desde hace tres días, los familiares de Antonio “V” buscaban rescatar a su hijo del centro de rehabilitación Montecristo, al saber las malas condiciones en que se encontraba; primero solicitaron verlo, pero las autoridades de este lugar no dejaron.

Ponían pretextos y normatividades del establecimiento para negar la visita, pero después de varios intentos y de firmar varios pagarés en blanco, vieron a Antonio, quien había perdido más de 10 kilogramos, pidió que lo sacaran, “mi hijo me dijo ‘esto es un infierno sáqueme de aquí’”.

Al intentar liberarlo de este lugar, vinieron trabas, entre pretextos y argumentos de los encargados de impidieron la salida de Antonio. Todo fue tomando cause hasta que Ángel, un joven de 18 años que dijo trabajar en este lugar, informó que su patrón le dijo “si nos dan 7 mil pesos se lo entregamos”.

Al ser de escasos recursos, Don Genaro pidió ayuda a sus demás hijos, quienes le recomendaron informar a las autoridades, ya que estaban reteniendo a la fuerza a su hermano y esta actitud podría ser catalogada como secuestro.

Se dio aviso a las autoridades policiales y ministeriales, fue así que este martes, a las 12:00 horas llegaron al predio ubicado en la esquina de la calle Almeja con Manatí, en la colonia Sian Ka’an I de Chetumal, con una orden que les indicaba liberar a Antonio, pues ni sus familiares ni él estaban conformes con la reclusión.

A pesar de tener un documento legal, los sujetos se negaban y aludían deudas por parte de los familiares, a pesar que las autoridades policiales intentaron dialogar con los encargados, éstos se negaron en todo momento, decían que había cuentas pendientes por saldar.

“El centro de rehabilitación” es una casa de ocho metros por veinte, con una lona grande con un logotipo, en la puerta estaban dos sujetos, uno de 18 años, quien se dijo llamarse Ángel, y otro más en el interior que no salió ni dio la cara. Ambos estaban descalzos, vestían shorts negros y playeras sin manga de color negro.

Estas dos personas se acreditaron como encargados y responsables del sitio, no dejaban de hablar por teléfono “con su jefe”, quien les daba indicaciones.

Los policías, al ver la negativa de estos sujetos, señalaron que regresarían la orden a las instancias ministeriales y tomarían acciones legales, pues estos hechos podrían constituir el delito de secuestro.

Ante esto, los hombres accedieron a entregar a Antonio, pero pidieron dos mil pesos. “Si con dos mil pesos lo entregan, se les da”; fue así que se dio el efectivo y lo encargados de “Montecristo” entregaron a la víctima.

Insultoterapia

Delgado y con una sonda en su mano izquierda, Antonio “V” salió del anexo, de inmediato abrazó a su padre, había salido de la reclusión del centro de rehabilitación, “prefiero que me estén golpeando, a seguir recibiendo la insultoterapia, nos tenían sentados a los 15 y uno a uno venían los trabajadores a insultarnos, a decirnos que nuestra vida no vale nada, que somos una vergüenza para nuestra familia”, comentó al salir.

“Esto es un castigo que no merecemos, sé que soy alcohólico y está mal, pero es terrible lo que nos hacen, nadie nos pega, pero hubiera sido mejor eso a todo lo que nos hicieron”.

La psicóloga Abril Juárez señala que “es inexistente la insultoterapia, las personas con adicciones son personas con una enfermedad mental, asociada a la depresión y a la falta de apego, el hecho de que reciban insultos y maltrato psicológico sólo agrava el problema, dejándolos susceptibles a suicidios o trastornos mentales más severos”.

“Que les humillen y que los maltraten de esta manera es violencia psicológica; sí, es cierto, las adicciones son un problema, pero lo que les hacen es peor, uno tiene que tomar conciencia de sus actos de otra manera, no creo que ningún psicólogo apoye este tipo de terapias”, comentó la experta.

La situación en este lugar es violatoria de muchos derechos humanos, como señaló Antonio, “pues en el interior del lugar somos 12, nos turnamos para dormir en un cuarto de cinco por cinco metros, lleno de colchonetas, pero no podemos dormir toda la noche, está prohibido”.

“Después de dos horas de insultoterapia, nos meten al cuarto; mientras unos duermen, otros están de pie mirando, es nuestro castigo, así nos dicen, por ser poca cosa y una vergüenza para nuestra familia”.

Sólo palabras y frases de odio recibió Antonio durante el mes y medio que estuvo recluido.

Ante la violencia, la psicóloga señaló “Es lógico que va a preferir ser golpeado, la herida y cicatriz la borras en una semana o dos, pero este daño no se cura, es una marca más profunda, quedan marcados y afectados de por vida”.

Antonio sufrió doble, es una persona que sufre de diabetes y su alimentación debe de ser monitoreada; sin embargo, esto jamás pasó, “durante todo el día nos permiten tomar agua en tres ocasiones, un vaso en la mañana, otro en la tarde y uno más en la noche, desayunábamos media taza de arroz, almorzábamos sopa de verduras y cenábamos un pan tostado.

Esta precariedad hizo que la salud de Antonio se deteriore, al grado de convulsionar y tener colapsos mentales, “comencé a temblar, creo desvarié y no recuerdo nada de lo que sucedió durante un día, por eso me pusieron una sonda en mi mano, me ponían suero si me sentía mal”.

“Estuve recluido un mes y medio, durante este tiempo no vino ningún doctor, sólo un enfermero, supuestamente venía un psicólogo, pero sólo nos veía, nos preguntaba si estábamos bien y se quitaba; eso sí, todas las noches nos sentaban y nos insultaban hasta que no podían más”.

A la familia de Antonio no le interesa poner una denuncia, sólo querían volver a ver a su hijo, ver que esté bien y ayudarlo.

Este centro de rehabilitación es una sucursal, según lo recabado, la matriz se encuentra en la ciudad de Cancún; en las redes sociales de este centro se ofrecen terapias y ayuda a niños, hombres y mujeres con problemas; sin embargo, sólo se brinda un trato inhumano y de vejaciones.

Autoridades ausentes

Los centros de rehabilitación privados, en teoría, tendrían que estar regulados por la Secretaría de Salud e inspeccionados por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y los visitadores de la Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de Quintana Roo (Cdheqroo), pero esto no sucede.

La falta de regulación hacia estos lugares ha generado que trabajen con impunidad, no se tiene un control y un rigor con el control.

Los testimonios de Antonio señalan hacinamiento en una época de pandemia, donde se debería de revisar estos centros de internamiento, al igual que diversas violaciones en los derechos humanos de los internos en el lugar.

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CG