Si bien es cierto que la nueva gobernadora de Quintana Roo Mara Lezama, ha iniciado su administración comprometiéndose a resolver rezagos, impulsar el desarrollo sobre todo en las regiones menos favorecidas a las que no llega la derrama turística y un cúmulo adicional de promesas.
Por sí misma es una estrategia que entraña una paradoja, es efectivista en cuanto a la búsqueda inicial de aceptación popular, pero todavía habrá que ver, con las dudas que eso implica, si eso se llegara a traducir en auténticos resultados de Gobierno.
Sobre todo, porque en Quintana Roo, a pesar de la bonanza económica de la zona Norte de la entidad, en general persiste una sensación de abandono y más aún de inseguridad, eso es fundamental como antecedente de proyección electoral, para Mara Lezama es esencial concentrar su atención y esfuerzo en la siguiente elección.
Los comicios del veinticuatro no solo son su gran reto, al mismo tiempo el paradigma desde el cual se definiría toda la ruta de su gobierno, el equilibrio necesario entre mantener el control político de la entidad y en contraparte entregar resultados.
Para efectos prácticos la nueva gobernadora está desarrollando precisamente un esquema que se basa en cercanía con la población, en una apertura mediante la cual cualquier persona pueda acceder a ella fácilmente sin importar la cuestión a tratar, literalmente derribando las vallas que en el pasado implicaban un altanero alejamiento entre autoridad y población.
Desde esa perspectiva Mara Lezama le gano desde el primer día el sentimiento de cercanía con la gente a su anodino antecesor Carlos Joaquín, quien por sus inseguridades e incapacidad además de su nula personalidad, mantuvo distancia de todo y de todos, lo que además del fracaso de su administración al menos le gano el calificativo de mediocre.
La nueva gobernadora, tiene muy claros dos objetivos, el primero por supuesto es el ser aceptada y popular y el segundo es que, a partir de ese reconocimiento, pueda independientemente de filiaciones partidistas, empezando por la suya, impulsar a sus candidatos a las alcaldías, diputaciones federales y el senado.
Es precisamente en este encuadre en donde tendrá su principal complicación que no es menor, porque su disyuntiva es que tiene muy poco tiempo para ello, sin dejar de lado que no se ve como pueda resolver los grandes rezagos y conflictos que le heredo su mezquino antecesor.
Sin embargo, su mayor problema consiste en la pobreza intelectual y operativa de su propio equipo, salvo contadas excepciones, los integrantes de su gabinete legal y ampliado no tienen ni la experiencia ni la habilidad para sacar adelante sus encomiendas, llegaron a esas posiciones producto de acuerdos de grupos, que se llevaron a cabo para repartir las rebanadas del pastel y equilibrar los intereses que le permitieron llegar a ser candidata y a la postre gobernadora.
Ella misma no cuenta con un bagaje profesional como argumento profesional en el servicio público y su paso por la alcaldía de Benito Juárez, además de cuestionable dejo mucho que desear, solo por poner un ejemplo, en materia de seguridad pública, asignatura en la que reprobó contundentemente.
A través de esta columna, revisaremos periódicamente los perfiles de esos funcionarios, que desde el primer día de la administración son ya más candidatos que servidores públicos y las posiciones electorales a las que aspiran.
Empezaremos con el imberbe secretario de Desarrollo Social, Pablo Bustamante. La única virtud que se le conoce a este novato político fue la de construir a través de relaciones personales, que no profesionales, formar parte de una camarilla cuyo padrino, a quien por cierto termino traicionando, impulso a diferentes cargos partidistas en el verde ecologista.
El mérito para acceder a ese grupo y a través de el ascender era el servilismo y la sumisión absoluta, en ello Bustamante alcanzo el equivalente a los grados de maestría y doctorado, lo que le gano ser presidente estatal del PVEM, por cierto, con una secuela de muy triste memoria.
Ahora como titular de una de las áreas más sensibles del gobierno, en la que por cierto nombro a Fernando Muñoz como su subsecretario, otro joven con sus mismas características y de quien se dice era el brazo ejecutor de los negocios del hijo mayor del exgobernador Joaquín González, en vez de procurar el mejor desempeño de la institución, dedica la mayor parte de su tiempo a su siguiente aspiración política.
Si bien es cierto que esa secretaria es de suyo un escaparate, que facilita el contacto personal con amplios grupos sociales, particularmente los más vulnerables, lo que significa una exposición natural para elevar el nivel de aceptación personal, también lo es que es un área que requiere de un titular con experiencia en el manejo de los recursos públicos y sobre todo en el ejercicio de la planeación, porque una cosa es regalar con dinero del gobierno y otra muy diferente que el alcance de esos programas genere condiciones de bienestar.
El joven Bustamante, por el contrario, invierte una buena parte de su tiempo en cordiales reuniones, por ejemplo, con periodistas locales, tanto en grupo como en otros casos en lo individual, para rogarles su ayuda en su aspiración a la diputación federal.
Se dice que, en esas reuniones, no habla de los programas de la secretaria que encabeza, no platica de proyectos o las propuestas para hacer más y mejores cosas, simple y llanamente implora por no ser criticado y en todo caso porque se resalte su desempeño, aun y cuando no haya nada que presumir.
Este el de Pablo Bustamante es solo el primer ejemplo de los que comentaremos en este espacio cada semana, sin demerito claro de abundar en este mismo. Porque como dice el sastre hay mucha tela de donde cortar.
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CC