Yucatán

Jorge A. Franco Cáceres

En la medida en que están impulsando la intervención en una ciudad que no es privada, sino de todos los yucatecos, las autoridades del actual sistema municipal, que se presume como gobernanza democrática, tienen que aprender a reconocer las críticas razonables que ocasionan sus planes, de modo consecuente, como programas operativos o, de manera arbitraria, como proyectos ocurrentes o acciones improvisadas.

A decir verdad, mucho antes de que ocurrieran las consultas ciudadanas de planificación urbana -como ahora que se pretende que toda obra o servicio se realice a partir de ellas-, la postura realmente avanzada ya era que el cabildo emeritense y las direcciones municipales asumieran las críticas de los analistas libres de forma asertiva, y no como simples diferencias partidistas o, peor aún, como motivos personales de los más críticos.

Actualmente, si bien hay nuevas participaciones empresariales y la planificación urbana cuenta con más recursos técnicos, los sesgos políticos y los prejuicios sociales siguen gravitando para que los ejercicios consultivos no avancen en nada innovador. Sigue sirviendo el esquema tecnocrático de gobernanza demagógica para planes maquinados a partir de los intereses sectoriales y para programas que son agujeros negros de los recursos públicos. Aquí, hablamos de casos que van desde el Plan Municipal de Desarrollo, la política de “Rezago Cero”, el “Sistema Municipal de Participación Ciudadana”, el proyecto de “Sinergia Social”, hasta la campaña “Decide Mérida”.

Frente a los aplausos fáciles a las autoridades municipales por proyectos de intereses sectoriales y acciones a costa de los recursos públicos, los planificadores críticos han resuelto analizar sus planes y sus programas de modo sustantivo por fuera de las consultas públicas. Gracias a sus trabajos, sabemos que la planificación del Ayuntamiento de Mérida sigue siendo una elaboración ilusoria, sujeta a arreglos técnicos y económicos que no pretenden propuestas democráticas de paisajes reconfortantes, ni tampoco convivencias entrañables para la vida ciudadana.

En consecuencia, no hay modo autorizado para que los planificadores empleados del cabildo emeritense intenten nada que los yucatecos vean, oigan y sientan en las obras y los servicios públicos como la esencia histórica de nuestra ciudad; y menos para que se emocionen al reconocerlos gracias a que fueron modelados como proyectos urbanos sostenibles, funcionales, confortables, seguros y reciclables. Lejos de planes integrales con programas operativos, siguen imponiéndose proyectos ocurrentes y acciones improvisadas.

Así las cosas, a pesar de que las autoridades municipales pretenden que es indispensable para el desarrollo equitativo de la capital yucateca, de acuerdo con la Agenta 2030 de la ONU, la planificación urbana ha perdido el estatus avanzado que alguna vez tuvo por culpa de la gobernanza demagógica de la junta emeritense. Cada vez es menos entendida la sostenibilidad patrimonial desde los ejercicios consultivos y se reduce la integralidad urbana a las propuestas misceláneas de arquitectura y tecnología urbanas.

Hoy día las consultas ciudadanas del Ayuntamiento de Mérida son lamentables remedos democráticos, porque carecen de capacidad para juzgar los procesos urbanos desde la competencia y la pertinencia comprobables, relacionándolos con los datos suministrados por la historia y la economía para crear una perspectiva teórica que respalde a la transformación democrática de nuestra ciudad.

Resta señalar que, si el presidente, los regidores y los directores no tienen temor a que se ejecuten de modo transparente las obras y los servicios que recomiendan sus consultores externos o que sugieren sus planificadores empleados, mucho menos deberían tenerlo a que sean discutidos en foros públicos todos los proyectos municipales.

No hay hasta la fecha reflexiones completamente libres que nos permitan asegurar que contamos con una teoría convincente sobre el desarrollo de nuestra ciudad, que evite que los planes oficiales sean ocurrentes y los programas improvisados. Nos referimos a esos proyectos que son al gusto de la administración en turno, pero siempre están al margen de la complejidad y la pertinencia de la responsabilidad pública. Se trata del debate indispensable para hacer creíble el trasfondo de gobernanza democrática del que tanto habla el actual presidente municipal.