Yucatán

Silvia Terán

El mes pasado fui invitada a China por la FAO, organismo de la ONU responsable de asuntos de alimentación y agricultura, y por el Ministerio de Agricultura de China, a un interesante taller sobre un Programa de la FAO denominado SIPAM (Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial) y conocido por sus siglas en inglés como GIAHS (Globally important Agricultural Heritage Systems). Este programa fue creado en 2006 a raíz de que en la FAO se percataron de la gran productividad que presentaban los sistemas agrícolas tradicionales, que en la década pasada producían el 52% de la producción agrícola mundial. Entre ellos destaca el Ghout de Argelia, que es un sistema hidroagrícola del desierto creado desde el siglo 15 por los habitantes de la zona para enfrentar difíciles condiciones de sequía y falta de tierra y agua y en el cual siembran dátiles, hortalizas y mantienen una importante diversidad. Y como este interesante sistema, ya hay muchos registrados.

Mi sorpresa mayor fue ver que de los 52 sistemas certificados del mundo, 33 son asiáticos, destacando China con 15, y que América Latina y el Caribe cuentan sólo con 3 sistemas de los cuales México, país rico en sistemas agrícolas tradicionales, ¡tan sólo tiene un reconocimiento: las Chinampas del Altiplano de México, teniendo 20 tipos de sistemas agroforestales, entre los que destacan el t’elom huasteco y el kuajtakiloyan nahua de la sierra Norte de Puebla con entre 300 y 400 especies útiles, de acuerdo con Víctor Toledo, distinguido ecólogo de nuestro país!

La respuesta a esta diferencia obedece a dos visiones muy distintas del desarrollo agrícola, una de las cuales: la china, ha logrado integrar las dos agriculturas, por lo que pude constatar en esta reunión, y otra, que comparten gobiernos de América Latina y el Caribe, que aún cree, desafortunadamente, que estos dos caminos son excluyentes.

En China, durante años se dedicaron a impulsar la agricultura comercial pensando que de ese modo se resolverían las necesidades agrícolas del país. Sin embargo, observaron que la agricultura moderna a veces creaba más problemas que los que resolvía, porque si bien se lograba más producción, ello era a costa de destruir la biodiversidad, los ecosistemas, los recursos genéticos, la salud humana y la cultura. Fue entonces cuando comenzaron a recuperar sus sistemas agrícolas tradicionales, para lo cual el Programa SIPAM de la FAO ha sido crucial. Estos están siendo recuperados y están enriqueciendo su agricultura, porque todas las fuerzas sociales los apoyan: gobierno, investigadores, instancias comerciales.

Ahora, su estrategia es lograr una integración y balance de las dos agriculturas: la moderna y la tradicional, favoreciendo que la agricultura moderna incorpore los elementos de manejo apropiado y con gran conocimiento y sabiduría de la agricultura tradicional, cuya sostenibilidad se explica por su prueba al paso de milenios o centurias, según el sistema, e incorporar a la agricultura tradicional, elementos de la agricultura moderna apropiados y que no sean nocivos y que puedan dinamizarla.

Dicen los agrónomos chinos que el concepto central para impulsar un manejo agrícola eficiente no es si es “moderno” o “tradicional”. El concepto correcto es si es “apropiado” y esto puede aplicarse tanto a técnicas modernas como a las milenarias. Proponen que la ideología ha sido central en el desarrollo de los sistemas, porque dicen que la armonía con la naturaleza es un elemento esencial para un buen desarrollo agrícola y la clave del éxito y sustentabilidad que han tenido los sistemas tradicionales.

La milpa maya tuvo una sustentabilidad de 3,500 años, al menos, porque tenemos evidencias que desde 1500 a.C. y hasta los años 70’s del siglo pasado fue el principal productor de alimentos en Yucatán y en todo ese tiempo sostuvo grandes poblaciones y favoreció el surgimiento de una cultura refinada, con artistas y científicos especializados en tiempos ancestrales, y todo ello sin destruir la selva. Una premisa esencial de los mayas ha sido considerar sagrada a la naturaleza y eso ha favorecido un consumo mesurado y sabio. La selva con sus suelos y aguas ha disminuido con toda su biodiversidad con el avance ganadero, la agricultura comercial, la producción porcina y avícola, no por ser modernas, sino por estar manejadas en forma inapropiada, como dirían los chinos, y por estar impulsadas por un consumo desmedido.

Necesitamos un desarrollo que favorezca la unión de todos los sectores, sin detrimento de unos sobre otros, que es lo que ha imperado desde el desencuentro colonial.

Espero que los nuevos gobiernos impulsen un camino agrícola inteligente, mirando nuestras fortalezas internas, con compromiso con nuestro entorno, nuestro pueblo y recuperando nuestro sabio pasado, para proteger la salud de los ecosistemas, de los suelos, de la atmósfera y de todos los seres vivos que habitamos Yucatán.