Ariel Avilés Marín
Dentro del universo de los géneros teatrales, el monólogo tiene una profundidad y una delicadeza especiales, pero al mismo tiempo es quizá el hueso más difícil de roer para cualquier actor. Un monólogo implica un dominio profundo del público, un mantener vivo el interés y poseer la vena histriónica para evitar que el texto se caiga y con ello se dé al traste con la puesta. No son muchos los actores que se lanzan a pisar estos terrenos, y menos aún, los que lo hacen alcanzando el éxito.
La noche del sábado 17, a las ocho, en el Foro Alternativo “Rubén Chacón Salazar”, la mancuerna formada por Wilberth Piña y Alfonso Espinosa, abordaron el lance de recoger tremendo guante con la puesta en escena del monólogo “El Desván de las Palpitaciones”, de la autoría y bajo la dirección de Wilberth, y con Alfonso en el papel único del drama, y no sólo salieron airosos de la prueba, sino que nos dieron una muestra de lo que trabajo, disciplina y perseverancia pueden lograr, cuando dos talentos se juntan y se complementan.
Desde luego esta, como toda puesta en escena, es un trabajo de equipo, y es muy justo y necesario mencionar a todos y cada uno de los que de alguna manera tuvieron que ver en el éxito del proyecto. Ya hemos señalado a autor y director, así como al protagonista; pero hay que dar otros créditos indispensables. El propio Wilberth es también el creador de la impresionante y, al mismo tiempo, simple y sencilla escenografía, pero la cual pone una ambientación sin la cual la fuerza del drama correría el peligro de disolverse en el aire. Con los materiales más simples, pero versátilmente empleados, se logra una ambientación dramática y fuerte, esta se reduce a un par de armazones de PVC, uno asentado en el suelo y el otro sostenido a flote; abundante papel picado por el piso del escenario, una enorme cantidad de mariposas, también de papel, las unas en el aire, pendientes del flotante armazón, y las otras por el piso, como asentadas en una superficie de agua. El papel cortado en largas tiras, es la esencia misma de la ambientación, y hasta del vestuario del actor; una urna funeraria, de las destinadas a contener las cenizas de un ausente, un par de vasos de agua a cada lado y flores por el piso completan lo necesario para crear la magia y la fuerza de la acción.
El experimentado técnico Manuel Araiza, tiene los méritos de la iluminación y el audio, este último tan necesario para imprimir profundos sentimientos a las escenas más relevantes del drama; claro, la selección de los fondos musicales viene a dar al desarrollo del texto el ambiente emotivo exacto, según la intensidad y el color de la escena, y esta es también obra de Wilberth. David Navarro viene a poner mil y un detalles que completan el trabajo de equipo que hizo de la puesta un éxito.
A Alfonso Espinosa le hemos seguido los pasos, desde los lejanos días en que, como estudiante de secundaria, fue campeón estatal de declamación; pero del declamador del “Credo” de Ricardo López Méndez, al tremendo actor del “Desván de las Palpitaciones”, ha recorrido una cuesta ascendente de dimensiones incalculables que lo ponen hoy entre los mejores actores jóvenes de nuestro medio. Su trayectoria por los escenarios es nada despreciable. Lo vemos como Pedro, en la dramatización de “Pedro y el Lobo” de Prokofiev, con la OSY, en los días como discípulo de Patricia Ancira, en el escenario del Peón Contreras; pasados muchos años, hace junto al inolvidable Tanicho, el Tatzio de “Muerte en Venecia”; posteriormente nos presenta un vibrante Matías en “Grítale a la Verdad que todo es Mentira” y viene luego su exacta caracterización de Ernesto, el hijo atormentado y chantajeado por la madre inválida, la excelente actriz Beatriz Rosado en “La Gran Obscuridad de las Sensaciones”; y ahora, es el alma atormentada que se niega a dejar ir al ser amado que ha muerto y sin el cual no encuentra ya un motivo para su vida. Hay que seguir muy de cerca los pasos de este joven y talentoso actor, todavía nos dará mucho de qué hablar.
“El Desván de las Palpitaciones”, es un fuerte y doloroso poema de amor, una elegía profunda ante las cenizas del ser amado que ha partido. El sentimiento arranca al alma del doliente las más desgarradoras expresiones: “Muchas veces busca el alma la quietud y olvida que todo gira alrededor de las palpitaciones”, exclama. “Mi mente, mis ojos, mi boca, mi voz, mi corazón, son un desván de palpitaciones”, define su situación. “Esos quereres de que se tiene miedo porque duelen”. “Es muy difícil recuperar los fragmentos perdidos, todo es dolor de ausencia, ausencia por cobardía”.
La actuación de Alfonso, incluye, además de la expresión histriónica, expresión corporal, desarrollo de una coreografía, una biodinámica complicada y por momentos violenta, que domina con acertada técnica.
El dolor lleva al protagonista a conclusiones desgarradoras: “Hasta que estamos casi vacíos, cortados, divididos, huecos… palpitantes”, lamenta. “Inevitablemente solos”. Se resiste a aceptar la pérdida del ser amado: “Adiós es una palabra que no entiendo, que no quiero saber. Los adioses son inevitables, no te digo adiós porque no quiero perderte”.
Su percepción del ser amado pone expresiones de enaltecimiento en su visión: “Tú, tenías aroma de luz, y cuando caminabas, lo teñías todo de blanco”. El dolor busca salida en las palabras: “No debemos acumular silencios nunca. Las llagas más profundas permanecen en su sitio”. Las mariposas son una metáfora delicada de las ilusiones: “Nuestras manos, son mariposas en vuelo; las mariposas son seres inasibles, son poemas vivientes, como un torbellino de luz, como nuestros recuerdos”. La reflexión lleva por caminos dolorosos: “Los amores pasados son asignaturas pendientes; ¿cuándo dejará de doler un amor desafortunado? ¡La respuesta es, NUNCA! Hay una línea muy delgada entre compasión y lástima, y hay otra línea igual, entre la pena y la burla”.
Todas las reflexiones nos van llevando a la gran conclusión, al concepto que da sentido al título del poema dramático y sentido: “Mi cuerpo sea un desván en el que ya no hay cabida, ansias divinas que me devoran. Mi cuerpo es un desván de palpitaciones; mis manos, mi corazón, mi alma, todo mi ser es un desván de palpitaciones”, es la gran conclusión.
El texto de la obra fue escrito por el autor en 2015, y lo estrena él mismo en el protagónico, así que, este estreno es una reposición reformada del de entonces, pero es una versión reformada y superada. Sin regateos de ninguna clase, Wilberth señala que Alfonso aportó en esta puesta nuevos rasgos al personaje que lo hacen más profundo y dramático.
La sala estuvo totalmente llena y el respetable aplaudió de pie y premió con gritos de bravo la magnífica puesta. El nivel del monólogo fue muy sobresaliente, pues mantuvo atención y tensión del multicéfalo en todo momento; en más de una escena, de las más intensas, las lágrimas resbalaron por los rostros de los espectadores, así que podemos calificar de excelente esta presentación del grupo “Versus Teatro”. Habrá más funciones de la obra, así que nadie debe de quedar sin verla; estén pendientes de los avisos al respecto.
A Hortensia Sánchez y Pancho Solís, nuevamente el aplauso de pie por mantener este espacio teatral tan necesario, su terquedad y amor por el arte y la cultura no debe decaer nunca, son ustedes verdaderas columnas de hierro para este rubro.
Salimos del Rubén Chacón nuevamente con el buen sabor del teatro que se está haciendo en Yucatán… y ¡sin el apoyo necesario!