Yucatán

Exito viene de Dios y es su regalo para nuestras vidas

En el marco de la conmemoración de los Santos Inocentes, pedimos por la intención de cada uno de ustedes, que celebran sesenta años de haber egresado de su escuela como maestros, sesenta años de gratitud, sesenta años de hacer memoria de lo que Dios ha hecho por cada uno de ustedes en sus vidas.

Dios nos dio la ofrenda de nuestra profesión, y hay que saber reconocerlo con la memoria agradecida, porque el éxito viene de Dios y es el regalo de Dios para nuestras vidas.

Eso dijo ayer el padre Saúl Che Chi durante la homilía de la misa de acción de gracias realizada en la capilla del Asilo Brunet Celarain por el sexagésimo aniversario de la graduación de la generación 1955-1958 de la Escuela Normal Urbana “Rodolfo Menéndez de la Peña”.

Asimismo, el padre Samuel recordó que la alegría viene de Dios y la gratitud que se siente por esa alegría viene también de Dios, porque sólo con el corazón agradecido nos acercamos más a Dios.

Recuerdos de los inicios

Entrevistadas antes de la misa, las maestras Hortensia León Castillo de Vargas, y Nina Novelo Peniche, recordaron que antes al terminar la secundaria entraban a estudiar durante 3 años la escuela normal y se graduaban de maestras y maestros.

Su generación, que estuvo constituida por 80 egresados, tomó el nombre de un maestro de español muy distinguido: Luis D. Romero, con el que se tomaron la foto.

La maestra Hortensia comentó que al egresar en 1958 la mandaron a dar clases a Seyé, y luego a Homún. Era un tiempo en que el maestro se tenía que quedar a dormir en su comunidad durante la semana. De hecho terminaba sus clases desde el viernes, pero como no había transporte sino hasta el sábado, ese día viajaba a Mérida para estar con su familia, y el domingo en la tarde regresaba a Seyé.

En Seyé ella y sus compañeras se quedaban a vivir y a dormir con la familia de don Carmito González, y cuando las pasaron a Homún les tocó dormir en casa del Presidente Municipal Ángel Candila.

A su vez, la Mtra. Nina recordó que muchas veces volvían de Mérida a Homún o regresaban a sus casas en camiones de pacas de henequén, o en los camiones refresqueros, o con el que iba a entregar a los pueblos el Chocolate Pérez.

-Homún era un lugar muy grande, pero la gente comía carne de res sólo una vez a la semana, los jueves, que era cuando mataban un animal. También dijo que tomaban pepsi como agua, y que una vez ella y Hortensia no encontraron camión para Homún, por lo que se tuvieron que bajar en Thamek y de allá las llevó una camionetita a Hocaba, donde se quedaron a dormir con una amiga, que al día siguiente las mandó a Homún en la parrilla trasera de dos bicicletas. Como era un camino vecinal y tenían que llegar a las 7 de la mañana para dar sus clases, salieron a las 5 de la mañana para ese viaje, pero tuvieron que pagar los rayos de las bicicletas que se rompieron en el camino tanto por el peso como por los hoyos y las piedras.

Asimismo comentó que ya murieron como 20 maestros de su generación, y de los que quedan se apuntaron 36 para ir a una comida buffet en el restaurante del Hotel Los Aluxes que se iba a realizar ayer mismo.

Finalmente recordó que el jueves 27, a las 8 de la noche, le dedicaron la Serenata Yucateca de Santa Lucía a toda su generación 55-58.

(Roberto López Méndez)