Ariel Avilés Marín
Carlos Prieto entra a las oficinas de la dirección del Teatro Peón Contreras, viene de ensayar con la OSY el Concierto para Violonchelo de Arturo Márquez; llega sereno, calmado, como quien ha realizado una leve actividad, y es así, pues el dominio absoluto de su instrumento, “Chelo Prieto”, un Stradivarius del S. XVII, le permite establecer con el instrumento una relación profunda, de esas que se llevan con gran alegría en cuerpo y alma. Nos recibe con una amplia sonrisa e iniciamos la amena plática con él.
Como introducción a la plática, le hago saber que entre él y yo hay varios puntos de coincidencia. – Yo estudié violonchelo – le comento– hace muchos años que no tocó, de hecho, nunca toqué mucho ni con buen nivel. Prieto sonríe comprensivamente. –Coincidimos también en las letras, yo impulsé la fundación de la primera escuela de letras en el sureste, la de la Universidad Modelo. Nueva sonrisa condescendiente. –Y por último, coincidimos en una pasión profunda: los toros. Una amplia sonrisa ilumina su rostro y sus ojos brillan por el entusiasmo. “Es cierto – dice con alegría– los toros son una gran pasión, incluso he participado en programas especializados en ello”. –Claro, hace muy poco le vi en el programa “Toros, Sol y Sombra”, con Heriberto Murrieta. “¡Qué feliz coincidencia!”, exclama. “Mire usted, soy aficionado desde los diez años, mis padres me llevan, a mi hermano y a mí, a la Plaza México; ellos no eran muy taurinos, creo más bien que nos llevaron para causarnos una mala impresión, que nos impresionáramos negativamente, para no regresar; pero sucedió todo lo contrario, desde ese momento nació en mi un amor profundo a la fiesta de toros. Esa primera corrida fue de privilegio, oiga usted qué cartel: Silverio Pérez, Luis Procuna, y nada menos que Manuel Rodríguez “Manolete”.
Carlos Prieto Jaqué nace en la Ciudad de México el 1 de enero de 1937. Inicia sus estudios de violonchelo con el húngaro Imre Hartman y los continúa con el destacado chelista francés Pierre Fournier, en Ginebra y, posteriormente, en Nueva York con Leonard Rose.
Le indago al gran concertista sobre su visión de la música en la actualidad mexicana. “El panorama es muy optimista, hoy en día, hay más afición por la música formal entre los jóvenes, además, hay un gran número de compositores, algunos muy buenos y muy importantes, los hay hasta fuera de México, y algunos, lamentablemente, son poco conocidos”, expresa con conocimiento de lo que habla. Su mirada se traslada a otras latitudes. “China se ha convertido en una gran potencia musical, está produciendo instrumentos, muchos pianos y muy bueno ejecutantes”, dice con entusiasmo. En seguida apunta: “Hay que dedicar mucha atención a la enseñanza de la música, hay que impulsar a los nuevos compositores; por eso yo encargo muchas obras a ellos, a los mexicanos de hoy, ahora mismo, aquí con la sinfónica, voy a estrenar un concierto para violonchelo de Arturo Márquez”.
Carlos Prieto ha recibido incontables premios, medallas y distinciones entre las que destacan: El Premio Nacional de las Ciencias y de las Artes; la Medalla Bellas Artes; la Orden de las Letras y las Artes, otorgada por el gobierno de Francia; la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, otorgada por el gobierno de España; la Medalla Pushkin, otorgada por el gobierno de Rusia; el premio Eva Janzer “Chevalier du Violoncelle”, otorgado por la Universidad de Indiana; el Premio al Liderazgo Cultural, otorgado por la Universidad de Yale; el título de Maestro Emérito de la Juventud Venezolana, otorgado por el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela; el Premio al Liderazgo Distinguido de las Artes, otorgado por la Texas Christian University; el Premio Robert A. Muh, del Instituto Tecnológico de Massachusetts; el premio ASICOM, otorgado por la Universidad de Oviedo, entre otros.
Indago al maestro sobre su visión de la revolución de la enseñanza musical en Venezuela. “Obra de José Antonio Abreu, gran amigo mío, su reciente fallecimiento ha sido muy lamentable. Los resultados están a la vista, no hay una escuela venezolana que no tenga una orquesta, de niños o de jóvenes, Gustavo Dudamel es un producto de esa revolución en la enseñanza de la música, el propio Dudamel me ha dicho: Mi único maestro ha sido José Antonio Abreu. Tengo una fotografía en la que estamos juntos Yo Yo Ma, Abreu y yo; en Caracas estrené el concierto de Márquez”, señala contundente.
Carlos Prieto es miembro del Consejo Asesor de Música y Teatro de la Universidad de Massachusetts; del Consejo Asesor de las Bellas Artes, de la Universidad de Texas, en Austin; es Miembro Titular del Seminario de Cultura Mexicana; en 2012 fue electo como Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua y como correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española; también en 2012, la Academia Ecuatoriana de la Lengua lo nombre Miembro Honorario; en 2016 fue nombrado Miembro Correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y de la Academia Chilena de Bellas Artes; cada tres años, el Conservatorio de las Rosas, de Morelia, Mich., lleva a cabo el Concurso Internacional de Violonchelo “Carlos Prieto”; en años recientes ha tocado una serie de memorables conciertos con Yo Yo Ma, en Ciudad de México, Caracas, España, Chicago, Nueva Orleans y La Habana.
Le solicito su visión de los grandes maestros de la música mexicana. “Silvestre Revueltas, si no fue el mejor, sí fue el gran genio; llevó una vida breve, muy agitada, por eso compuso poco, pero de una calidad muy profunda. Carlos Chávez fue un gran ejemplo de disciplina, de dedicación; yo he grabado toda la obra de Chávez para violonchelo, pero no escribió ningún concierto para el instrumento. Muerto el maestro, voy a ver a su hija, Anita, y me saca toda la obra de su padre, la tenía toda guardada. No existe un concierto para chelo, me dice, se cae un legajo, lo levanto y leo: Concierto para Violonchelo; pero el compositor sólo había escrito el primer movimiento, así, como inconcluso, lo toqué con orquesta. José Pablo Moncayo fue un compositor muy cercano a lo popular, su obra es de profunda entraña. Ni Revueltas ni Moncayo escribieron para el violonchelo. Yo deseaba tocar algo de Revueltas, Manuel Elías satisfizo mi deseo: Yo te voy a dar para que toques tres piezas de Revueltas, me dijo, y me cumplió, transcribió tres piezas para otro instrumento, para ser ejecutadas en chelo. ¡Así toqué a Revueltas!”, dice con gran entusiasmo.
Sobre los compositores yucatecos me dice. “Ya he mencionado a Javier Álvarez, es un gran compositor actual, yucateco; pero sin duda, el más universal de los yucatecos es Armando Manzanero. En el Nacionalismo Mexicano, hay que tomar muy en cuenta a Daniel Ayala. Por cierto, me olvidaba de mencionar, Blas Galindo me dedicó dos obras, una Sonata para violonchelo solo y un Concierto para violonchelo. Le menciono que, al reinaugurarse este teatro en el que estamos, en esa temporada, la sinfónica de entonces tocó por primera vez los “Sones del Mariachi”, de Don Blas, y él estuvo presente y recibió una gran ovación.
Como último punto, le cuestiono sobre las más importantes obras para el violonchelo. “El Concierto de Dvorak es esencial, es un monumento, También hay que mencionar el de Sostakovich, ese lo he tocado aquí, bajo la dirección de Lomónaco. Sin duda ninguna, lo más perfecto escrito para el violonchelo, son las seis Suites de Juan Sebastián Bach, las seis son perfectas”, concluye.
Salimos del Peón Conteras paladeando el buen sabor de haber tenido el privilegio de platicar así, tan cerca, tan en confianza, sin formalidad alguna, con un gran mexicano universal.