Yucatán

VALLADOLID, Yucatán, 20 de septiembre.- Una vida de religión, de trabajo, de experiencias y de satisfacción y agradecimiento es la que posee Francisco Benjamín Rivero Loria “Poty”. En charla con este personaje muy conocido aquí por sus dotes de bailarín y de ser amigo de todos por su carácter.

“Primero diré lo de mi apodo de “Poty”. Resulta que mi finada abuela de niño me llamaba y me decía ven hijo te voy a hacer tu poot” (peinar y hacer un bucle en la parte de enfrente con el pelo) y se me quedó como su diminutivo “Poty”.

“Cuando era niño desde los seis años fui monaguillo del padre Pech y según él me vio dotes para ser sacerdote y me mandó al seminario San Idelfonso de Mérida. Allí estuve durante un tiempo. No llegué a ser sacerdote porque una vez me llamó el rector del seminario Mons. Arjona y me dijo: hijo te vas a Valladolid y te quedas allí pues no tienes dotes para padre, más bien lo tienes para artista y bailarín. Ya dijeron los padres que cuando oyes la música te pones a bailar”, señaló.

“Total que regresé a Valladolid, pero me volvieron a mandar a Mérida para estudiar, según mi mamá en una academia famosa en esa época, pero tampoco me quedé. No me gustó el estudio. Regresé otra vez a mi tierra y me puse a ayudar a mi hermano Edie en la tienda que tenía en Santa Ana. Trabajé un tiempo en una quebradora que tenía Clemente Alcocer en Bacalar”, agregó.

“En 1972 con la ayuda de uno de mis hermanos logré trabajar en la Escuela Técnica Agropecuaria (ETA) de esta ciudad. El primer director fue Eduardo Illescas Ávila. Fui intendente y después chofer del camión que llevaba los estudiantes a excursiones y a concursos en otras ciudades. Este trabajo si me gustó porque está uno en contacto con la gente, ya que conocí a muchos maestros, conversaba con los alumnos que transportaba etc. En este trabajo duré 20 años, me pensionaron por enfermedad de mi difunta esposa”, expresó.

“Estos 71 años de mi vida estoy contento y satisfecho con ella ya que todos los trabajos que hice los realice con ahínco y entusiasmo. Tuve mucha experiencia de la vida que el tiempo me dio y tuve tres hijos, dos mujeres y un varón (María José, María Teresa y Francisco Fernando), mi difunta esposa se llamó Candita Espadas Novelo”, finalizó

(Manuel Vázquez Rivero)