Yucatán

De parques y diversiones de ayer

Roger Aguilar Cachón

Nuestra contemporaneidad ha dado paso a nuevos espacios donde las personas de todas las edades y sexos se reúnen para la satisfacción de diversas necesidades, pudiendo ser desde la compra del súper hasta la firma de algún documento importante. También es el sitio ideal para la diversión y el encuentro fugaz y en ocasiones no tanto con la enamorada o enamorado en turno. Estos nuevos espacios tienen nombre y apellido: los centros comerciales. Ubicándose en todo los puntos cardinales de nuestra hoy calurosa ciudad.

Si bien es cierto, dirán mis caros y caras lectoras, esto es nuevo, ¿a dónde iba toda esa gente antes de que se construyeran lo que en nuestro país vecino se llaman malls? La respuesta es a los parques. Antaño estos eran los sitios preferidos no sólo por la clase popular sino también por la denominada de alcurnia. Para tal efecto tendremos que tomar nuestra pastilla de chiquitolina y conducirnos por el túnel del tiempo años atrás. Esto es para conocer sin ser vistos y para no molestar a las personas que en su momento acudían a estos lugares. En esta ocasión sólo me referiré a los parques de San Jerónimo, El Cabrío, San Cristóbal, San Juan, y el Hidalgo. Desde luego que la plaza grande tendrá su espacio.

En años, pero muchos años atrás, nuestra gran plaza principal, o zócalo o plaza grande, o de armas, o como se quieran llamarla, fue el lugar ideal no sólo para la reunión de personas de sociedad o como les llamó Guadalupe Loaeza: yeguas finas, sino que también fue el espacio para la distracción de la sociedad en general. En sus bancas y jardines poblados con grandes laureles, las personas se sentaban para platicar y comer uno que otro bocadillo. Si era temporada de conciertos de la Banda de Música, se arremolinaban alrededor del kiosco y se deleitaban con las piezas de antaño. Los niños corriendo alrededor de la muchedumbre o bien pidiendo les compren alguna golosina o un globo. También este gran espacio fue escenario de algunas corridas en donde los matadores se jugaban la vida.

Con el correr de los años los parques fueron sitio de diversión y a él acudía diariamente y con mayor número los fines de semana las personas de diversa edad en busca de diversión. En el Oriente de la ciudad uno de los parques que conocí y donde en alguna ocasión fui a deleitarme con un buen juego de básquetbol, comer alguno que otro tamal horneado -puestos que se encontraban debajo de las gradas- fue en el de San Jerónimo, allá por el rumbo de la Vicente Solís, aunque también más cerca de mi residencia estaba, si no era parque sí un sitio de deporte y entretenimiento, el Cabrío, el mismo rumbo donde fueron halladas algunas partes de la verja de la Catedral. Rumbo guapachoso y donde también se podía degustar una buena cena o un buen jugo. Ese lugar fue el sitio de nacimiento de los muy famosos charritos Herrera y también en una esquina donde está la tienda La Alondra, no sólo se podía adquirir petróleo o alguna golosina sino que también se podía comprar el muy ácido salado chino. Rumbo de una escuela primaria de moda en aquellos ayeres, la Jesús García.

En el rumbo de lo que hoy se llama el centro histórico había un sinnúmero de parques importantes en aquellos años (de los setenta y más), comenzaré con el de San Cristóbal, cuyo nombre oficial es de Allende, era muy concurrido por la chamacada de esos años, por una parte para atender las necesidades del culto, ya que en su iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe se reunían grupos juveniles y en su cancha anexa de básquetbol se realizaban algunas encuentros –como diría nuestro recordado Hernán- sabrosos. Era el de San Cristóbal un parque con diversas opciones, en sus jardines la gente se reunía para platicar con la novia o los amigos, saliendo de clase o bien en espera de que las películas del cine Esmeralda comenzaran. Si había sed se compraban bolis o paletas en La Tropical, de la familia Tapia, o si el hambre hacía que nuestras tripas sonaran, una opción era acudir a la lonchería Palomo.

Hay que hacer notar a mis caros y caras lectoras que este parque fue muy importante años atrás no sólo por ser lugar de peregrinación anual y decembrino, sino también porque en sus aceras y alrededores se colocaba una de las ferias más grandes de la ciudad y adonde acudían a tropel un sinnúmero de personas de diversos puntos de la ciudad y de nuestro estado.

Un poco más hacia el centro podíamos pasar al parque de San Juan, que en aquellos años se encontraba rodeado por puestos de madera donde se ofrecía comida regional y bajo la mirada adusta de Benito Juárez o coqueta de la fuente de La Negrita se podía pasar un tiempo muy bueno. También se comenta era sitio para que algunos estudiantes -en mayor caso de medicina- se sentaran toda la noche a estudiar. Esta práctica fue muy usual en otros parques de la ciudad. Alrededor del parque de San Juan estaba el cine del mismo nombre y un lugar de baile: Centro Social Obrero, plaza de San Juan, así se anunciaba.

Pasamos de largo la plaza que ya fue comentada líneas arriba y nos quedamos un tiempo en un lugar que fue sitio obligado de reunión de personas importantes y de estudiantes -léase más arriba-, ya que servía lo mismo para tomar un café o comer un buen sándwich, me refiero al Louvre, mismo que tuvo una gran tradición y leyenda. A un costado sobre la 62 estaba el cine Mérida y casi enfrente la famosa lonchería del Chino.

En el cruzamiento de la calle 59 está ubicado uno de los sitios de reunión y de estudio de preferencia de los estudiantes de antaño, el Parque Hidalgo, lugar que fue estigmatizado por la sociedad durante mucho tiempo ya que se decía que personas de conducta no muy buena acudían por las noches a ese lugar. Parque por excelencia de estudiantes, quienes por un lado acudían por las tardes a la biblioteca “Cepeda Peraza”, ubicada a un costado de lo iglesia del Jesús, o bien al edificio central de la UADY que no sólo albergaba las oficinas de la misma sino que también daba lugar a la Escuela de Leyes, la biblioteca y Radio Universidad. A un costado se encontraba el cine Fantasio y a su lado el local de baile de la Sociedad de la Unión, de suma importancia para los yucatecos de aquellos años. En la esquina estaba una tienda dedicada a la venta de discos de vinilo, era muy importante en los setenta y ochenta, stender o long play, la tienda se llamaba Hollywood.

En aquellos años no había atractivos más allá de nuestras fronteras, del Oriente a la plaza, aunque hay que decir que había un parque y un cine de fama entre los habitantes de una populosa colonia, la Alemán, contaba con un bonito parque y el Cine Maya, también estaba un súper de moda: Komesa. Por ese rumbo se encuentra otra colonia, la Carranza, en donde se podía ir a presenciar partidos de beis o sóftbol. Hacia el Norte recuerdo que se podía pasear para ver las bonitas y grandes residencias de la clase social alta de nuestra ciudad. Seguramente había otras atracciones que ahora no recuerdo. Ah, recuerdo también un populoso barrio bravo en donde se podía ir en fechas específicas a divertirse en alguna feria, me refiero a San Sebastián, aunque tenía fama de rijosa. También estaba y está aún hoy día el famoso y muy visitado parque Zoológico del Centenario.

Nos tomamos la pastilla para volver a nuestro tamaño natural y después de haber realizado este paseo por el túnel del tiempo los lectores se habrán dado cuenta de la importancia que tenían años atrás los parques, mismos que han sido olvidados y que la gente ya no acude a ellos, prefiriendo el aire acondicionado y las comodidades de los grandes centros comerciales. ¿Qué les parece?