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Dr. Armando Hart DávalosLos lectores de POR ESTO! recordarán que a principios del pasado mes de diciembre en las páginas de estos diarios fueron publicados varios trabajos sobre la presentación de bienvenida del tomo 5 Revolución y Cultura, Pasión por Nuestra América, de la colección “Cuba, una cultura de liberación. Selección de escritos del Dr. Armando Hart Dávalos 1952-2016”, que tuvo lugar en La Habana.La autora de esta columna, desde la fecha en que le fue dedicada al Dr. Hart la 26 Feria Internacional del Libro de La Habana 2016, contrajo el compromiso con el periodista Mario Menéndez, nuestro director, de ir realizando entregas parciales pero sistemáticas en la propia columna, del contenido de los libros de la citada colección, hasta lograr ver publicadas en las páginas de Por Esto, los más valiosos y decisivos trabajos del Dr. Armando Hart Dávalos.Por tal motivo me honra que, para comenzar el año 2019, lo hagamos publicando los textos compilados en la antología Pasión por Nuestra América. Justamente el primero de ellos cumplirá 42 años de haber sido pronunciado por el Dr. Hart, cuando dejó constituido el jurado del Premio Casa de las Américas, el 17 de enero de 1977.- Eloísa Carreras Varona[La Revolución Cubana hizo posible que nuestro país ostente uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo: el Premio Casa de las Américas]

En nombre del Ministerio de Cultura, les damos un saludo fraternal y revolucionario a los miembros del Jurado del Premio Casa de las Américas 1977. Esta institución cultural y su evento más importante, el premio literario anual, llevan ya dieciocho años de existencia y disfrutan de merecido prestigio en todo el mundo.

No hay un jurado internacional que sirva de juez supremo para todos los premios literarios que existen. No es fácil premiar a un premio. Quizás solo la historia del movimiento cultural e intelectual, en definitiva, podrá dictaminar sobre el mérito de los diversos premios literarios. Pero estamos seguros de que si tal jurado se constituyera, el Premio Casa de las Américas tendría derecho a ganarse uno de los primeros lugares entre los eventos literarios de este carácter.

Si como ministro de Cultura del Gobierno de Cuba me considero en el deber de decir este año unas palabras a ustedes, ninguna razón puede impedirme subrayar que la Casa de las Américas, con su premio literario y su obra intelectual, ha conquistado, para el movimiento cultural cubano y latinoamericano en general, importantes victorias ideológicas, políticas y literarias. Solo razones de índole muy personal –bien conocidas por ustedes– podrían limitarme en cuanto a hacer esta afirmación. Pero creo que destacarlo con toda sinceridad y con toda responsabilidad es obligación indeclinable del ministro de Cultura del Gobierno cubano.

La Casa de las Américas ha realizado y realiza tareas que le confieren un rango internacional de suma importancia. Pienso en sus encuentros de escritores, artistas plásticos, músicos, teatristas; en sus exposiciones y conciertos; en sus libros y publicaciones periódicas, en especial la revista Casa… A la cabeza de estas tareas se encuentra el premio, cuyo jurado se constituye hoy.

El Premio Casa de las Américas, en su género, es el más importante de nuestra América –incluyendo en ella, por supuesto, al Caribe, y también a las comunidades de hermanos nuestros que viven en las entrañas del monstruo, como los chicanos y tantos puertorriqueños–, y es, también, uno de los premios literarios de mayor fuerza en el mundo.

Y hay que preguntarse cómo ha sido posible que nuestro pequeño país, subdesarrollado y sometido durante años a la explotación y la deformación imperialista, haya conquistado para su movimiento literario e intelectual un triunfo como el que significa la tarea de la Casa de las Américas.

Desde luego que la primera razón es la Revolución misma. En la Cuba neocolonial y sometida a la penetración imperialista, pensar que el país pudiera organizar un premio y una institución cultural del prestigio internacional de la Casa de las Américas era, desde luego, totalmente utópico. No cabría ni en la imaginación del más soñador de nuestros intelectuales de hace veinticinco años. Solo el socialismo podría hacer realidad este hecho, porque solo la Revolución socialista está interesada en premiar y difundir las mejores creaciones del movimiento intelectual; porque solo en el socialismo se brindan las condiciones para que se exalten los mejores valores de la cultura.

Pero, naturalmente, para que esta posibilidad se transformara en realidad, hacía falta además aplicar una política profundamente socialista dentro del movimiento intelectual. Y esto es lo que ha venido haciendo, con dedicación y constancia, durante sus dieciocho años de existencia la Casa de las Américas.

Si la Revolución hizo posible que el país dispusiera de uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo, la Casa de las Américas, con firmeza, convirtió en realidad tal posibilidad.

La política de la Casa de las Américas, en cuanto al Premio, ha consistido, entre otros aspectos, en procurar la más rigurosa selección del Jurado: selección basada en el valor intelectual de sus participantes. Inspirada en una comprensión marxista de los problemas de la Cultura, la Casa de las Américas ha aplicado una línea de amplitud política en la selección del Jurado. Ha procurado, sí, honradez, rectitud de principios; y, por supuesto, los jurados han sido en general hombres y mujeres de izquierda. ¡No podía ser de otra manera! Por cuanto, incluso, viajar a Cuba y participar en un jurado en nuestra patria, durante todos estos años, necesariamente tenía que implicar alguna inclinación hacia la izquierda.

Pero, además, ¿es posible concebir un intelectual honrado en nuestros pueblos de América que no esté inclinado hacia la izquierda o que no tenga al menos simpatías por las ideas socialistas o de izquierda en general? Parece difícil en las condiciones del mundo actual, y especialmente de nuestros pueblos de América, y dado el ascenso general de la cultura en el mundo, concebir un intelectual sincero y consecuente con su sensibilidad que no tenga alguna influencia ideológica del pensamiento socialista o de izquierda. Es que en nuestros días, es decir, en la época de tránsito del capitalismo al socialismo a escala internacional, el solo hecho de pensar profundamente en la literatura o de sentir con pasión y dedicación la belleza del arte, obliga a pensar y a sentir en la belleza y en la fuerza de las ideas del socialismo.

La sola vocación de reflexionar sobre la literatura y sobre el arte en la época moderna plantea a los espíritus elevados y sinceros, a los hombres y mujeres honrados y decididos, la cuestión del socialismo. En nuestros pueblos de América —y de ellos son prueba palpables los jurados—, no es fácil encontrar quien sienta vocación sincera y apasionada por el arte, interés profundo y honrado por la literatura, pasión por el movimiento cultural e intelectual, y que de una forma u otra, aun con tal o cual limitación o preocupación, no se haya planteado al menos alguna vez en su vida la cuestión del socialismo […].1

Por eso la Casa de las Américas ha seleccionado siempre a los jurados dentro de los intelectuales de pensamiento democrático, de izquierda y socialista en general. Pero, repetimos, la Casa de las Américas no ha escogido a los jurados por su militancia política: los ha seleccionado por su prestigio intelectual y conocimiento profesional en el terreno artístico y literario, pero que en América suelen ir acompañados de posiciones antiimperialistas y de izquierda. Incluso, no debe dejarse de recordar que una de las canteras de donde se ha nutrido la militancia socialista y comunista en América Latina ha sido el sector intelectual.

Una vez seleccionado el Jurado, se ha insistido en no ejercer influencia de ningún tipo sobre su decisión. En medio de la enconada lucha de clases que en nuestro país ha venido teniendo lugar, y, en especial, por la repercusión de la misma en el plano ideológico y cultural, no ha sido siempre sencillo, fácil ni cómodo mantener esa política. No obstante esto, la política se ha mantenido con firmeza. Y se ha mantenido esa política de respeto irrestricto a las decisiones del Jurado, entre otras cosas, porque la Casa de las Américas ha confiado en la honradez intelectual de los hombres y mujeres de letras e ideas seleccionados para integrarlo…

[…]

La Casa de las Américas ha logrado despertar amplias simpatías entre los intelectuales de muchos países por muy diversas razones. Obviamente, la principal razón ha sido el prestigio de la Revolución cubana y de las ideas socialistas entre los intelectuales latinoamericanos.

Hay un factor que contribuyendo a la autoridad del Premio Casa de las Américas y de la propia institución, mueve a la reflexión política. Es el siguiente: la Casa de las Américas, al mismo tiempo que auspicia el arte y la literatura más creativa, en ningún instante de su existencia ha rehuido librar una batalla frontal contra los enemigos del socialismo en el sector cultural. Esto le ha dado a la institución gran parte de su autoridad. Precisamente, uno de los logros que más pueden satisfacer a los trabajadores de la Casa de las Américas es haber organizado la institución cultural latinoamericana de mayor prestigio y, sobre todo, haberla convertido en un inexpugnable baluarte de las ideas del socialismo.

El Premio Casa de las Américas ofrece, como saldo de su política de dieciocho años, un altísimo número de obras literarias que han representado verdaderos aportes a la lucha revolucionaria de nuestros pueblos y una defensa de sus intereses económicos, sociales y culturales. No ha de hacerse mención aquí de ninguna en especial, pero todos sabemos que resulta amplio el número de obras que, habiendo sido premiadas por el Jurado Internacional Casa de las Américas, han resultado importantes aportes a la difusión de las ideas revolucionarias, denuncias contra el imperialismo y defensa de los intereses económicos, políticos y culturales de nuestros pueblos.

La firmeza indeclinable de esta posición política y de principios no ha resultado incompatible con el desarrollo de amplias relaciones de colaboración con las más diversas instituciones y representantes del movimiento intelectual e, incluso, del político con interés en la cultura, cuya ideología no ha sido en muchos casos la de la Revolución cubana. Esta política de la Casa de las Américas no solo cabe mantener, sino seguramente que la institución tenderá a ampliarla.

Hay otro aspecto del Premio Casa de las Américas que consideramos importante destacar. Se trata de un premio para obras inéditas, es decir, no es solamente para los consagrados, sino para todos aquellos autores, de mayor o menor fama, que envíen al concurso obras no publicadas. Esto ha estimulado la creación intelectual y el surgimiento de nuevos valores de la intelectualidad latinoamericana.

Es decir, que el Premio Casa de las Américas ha generado un amplio movimiento de valores nuevos y jóvenes entre los intelectuales del continente.

Pero también debemos señalar que a un concurso que premia obras inéditas y en el que, lógicamente, participan numerosos valores desconocidos, también hacen llegar sus obras autores de amplia reputación. Es decir, que junto a los nuevos valores, escritores de merecida fama suelen enviar también sus obras al Premio, porque le reconocen su alta calidad. Y es que el Premio Casa de las Américas ha tenido la virtud de aglutinar a un conjunto amplísimo de valores intelectuales: conocidos unos, aún desconocidos otros. Los primeros han colaborado a elevar el prestigio del premio; los segundos han podido ser descubiertos en virtud de él. Este reconocimiento de la importancia del Premio Casa de las Américas lo ratifica el hecho de que cada año crece el número de obras enviadas y el número de los países de los que se reciben dichas obras. Este año, por ejemplo, han llegado más de seiscientas cincuenta obras, provenientes de treinta países.

Este premio, como ustedes saben bien, no es un premio cubano: es un premio que da en Cuba la América Nuestra. Solo que Cuba, por el triunfo de la Revolución socialista, ha tenido la posibilidad de organizarlo. En la composición del Jurado se ha procurado siempre la más amplia participación de compañeros procedentes de las distintas zonas de nuestra América. Se trata, pues, valga la repetición, de un premio latinoamericano. Y es que la Casa de las Américas, con su premio y con sus otras actividades, ha tenido como objetivo central mantener vivos y activos los vínculos de nuestra cultura, y cohesionarlos estrechamente en medio de las difíciles condiciones que imponen las desigualdades sociales, políticas y económicas existentes. Esta tarea tendrá un valor histórico, y quizás sea el futuro lejano de nuestros pueblos, el que pueda apreciarlo en toda su verdadera magnitud.

Dentro de nuestro continente hay muy diversas expresiones culturales que vienen de múltiples raíces y se expresan, incluso, en distintas lenguas. Toda cultura es en cierta medida consecuencia del incesante movimiento de los pueblos que de un lado a otro de la tierra se han ido trasladando, entrecruzándose, combinándose y creando valores artísticos, literarios, ideológicos, etc. En el fondo más profundo de este incesante movimiento han estado, desde luego, las necesidades de la vida material. Es decir, en última instancia —y subrayo en última instancia— y en sentido general — y subrayo a su vez la expresión en sentido general—, las necesidades económicas han ido condicionado el surgimiento, desarrollo y entrecruzamiento de las distintas culturas.

En nuestra América, el proceso de aparición, entrecruzamiento y desarrollo de las culturas ha ido acompañado de intensas luchas sociales, económicas y políticas. De forma compleja y dialéctica, nuestras culturas han sido expresión de esas luchas. Unas veces han exaltado nuestra condición de pueblos independientes; otras, han combatido la deformación cultural a que nuestros explotadores han querido someternos.

Si el entrecruzamiento cultural ha sido un principio importante en la formación de toda cultura, en nuestro continente ese entrecruzamiento ha tenido un carácter universal. Este hecho nos debe incitar a la más profunda y detenida reflexión. Por otro lado, el proceso de formación de la cultura latinoamericana no ha concluido, ni puede decirse que ha llegado a su madurez. Aquel carácter y el hecho de que ese proceso de integración esté todavía en marcha, obligan a nuestros hombres de letras y de ideas a una comprensión cabal de sus responsabilidades universales. La América Latina no es un mundo cerrado sobre sí. No lo ha sido nunca. No lo será jamás. La cultura de nuestro continente ha de buscar por necesidad su relación con el resto del mundo […].

A los países de este continente, Estados Unidos desde la época de la Doctrina Monroe, ha querido hacernos padecer un protectorado político, ideológico y cultural, al que en todo momento nuestros pueblos ofrecieron tenaz resistencia. En buena medida, el desarrollo de nuestras culturas en los últimos 150 años ha estado acompañado de una lucha tenaz contra la penetración norteamericana. Pero la civilización burguesa de los yanquis, con todo su poderío, no ha podido, ni podrá jamás, aplastar ni absorber a los pueblos de nuestra América.

Por otra parte, en el apogeo de la civilización burguesa, algunos países capitalistas desarrollados de Europa ofrecieron la imagen de un gran progreso cultural. A los pueblos de América Latina y el Caribe llegó esa imagen. No hemos de negar que en cierta época histórica, y para determinadas ramas, significara algo realmente sugestivo. Esa imagen correspondió, efectivamente, en ciertos aspectos, a la realidad. Es decir, no fue, en cierta época y para ciertas ramas, una imagen deformada.

Sin embargo, aún en esa época, la realidad presentaba otra cara de la medalla: la cultura de los países capitalistas desarrollados estaba encerrada en el marco de las relaciones burguesas de producción, limitada al círculo estrecho de un grupo reducido de países defensores del racismo y el nacionalismo burgués que, revelando una gran incultura, negaban, desconocían y aplastaban las extraordinarias producciones espirituales de los pueblos sometidos al colonialismo.

No es que deje de haber notables valores culturales en los países capitalistas desarrollados. Negar esto sería ignorar la enorme riqueza artística y literaria acumulada por esos países durante siglos. Sin embargo, la imagen del enorme progreso cultural que se alcanzó en los países de la civilización burguesa ya no corresponde a la realidad. Al menos, esa realidad no posee hoy la fuerza y la riqueza espiritual de hace cien o cincuenta años. La realidad ha cambiado, el mundo ha cambiado. Y es necesario que la visión de las cosas se identifique cada vez más con las nuevas realidades, es decir, con los cambios del mundo.

[…]

Una prueba más de la importancia que la Casa de las Américas concede a esa necesaria unidad de nuestros pueblos, lo ofrece el hecho de que este año, además de los premios habituales, concederá uno especial sobre el tema “Bolívar en Nuestra América”: un premio que fuera convocado el pasado año, al conmemorarse el sesquicentenario del Congreso de Panamá, donde el Libertador quiso empezar a hacer realidad ese vital proyecto de unión efectiva de nuestros pueblos, que fuera propósito entorpecido ya entonces por las maniobras de Estados Unidos.

[…]

El Premio Casa de las Américas ha coincidido este año con la reciente constitución del Ministerio de Cultura, lo que seguramente ha dado lugar a un interés por parte de ustedes acerca de sus planes y proyecciones. No es esta la ocasión para hablar del asunto. Solo queremos subrayar que la política cultural de la Revolución cubana está trazada. Se expresa en las palabras de Fidel a los intelectuales, en 1961; en las conclusiones del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, en 1971; en los preceptos de la Constitución de la República que abordan la cuestión cultural, y en las tesis sobre la Cultura Artística y Literaria del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Es una política que los trabajadores intelectuales de Cuba sienten como propia. Realmente, es también una política de ellos. Es la política de nuestro partido, la política de nuestra clase obrera, la política de nuestro pueblo todo. La tarea del Ministerio de Cultura consistirá en propiciar la medida práctica para aplicar esa política. Una política que tiene sus raíces en el pensamiento de José Martí y que se orienta por el marxismo-leninismo.

No será esta la última ocasión en que nos encontremos. Tenemos interés en conversar con ustedes, formal e informalmente, acerca de la vida cultural en sus respectivos países. Tenemos interés en dialogar estrechamente con ustedes sobre los problemas del movimiento cultural cubano y de nuestra América. Esto que hemos expresado hoy aquí, esperamos que sea simplemente un primer encuentro.

Antes de terminar nuestras palabras, queremos destacar lo siguiente: ustedes contraen una gran responsabilidad con la decisión sobre los premios a otorgar. Todas las obras no serán, desde luego, premiadas. Pero ojalá que llegase a todos los que enviaron obras, sean o no premiadas, nuestro mensaje de estímulo y reconocimiento por la iniciativa y el interés de enviar al Premio Casa de las Américas su creación intelectual. Ojalá que todos los que hayan enviado obras, resulten o no premiadas, se sientan estimulados en el futuro a continuar en su labor y a seguir colaborando con el Premio Casa de las Américas.

¡Vaya, pues, a través de ustedes, un mensaje de saludo a los 650 concursantes del Premio Casa de las Américas 1977!

Por último, queremos agradecer a todos los trabajadores intelectuales de diversos países que generosa y lealmente han colaborado en estos empeños con la Casa de las Américas, por su cooperación. Agradecemos la presencia de ustedes en Cuba y el trabajo que van a realizar como Jurado. Permítaseme transmitir este agradecimiento muy especialmente a los que durante los años más duros del bloqueo visitaron nuestro país, participaron como jurados del Premio Casa de las Américas o enviaron obras a él y se mantuvieron fieles a esa solidaridad. Permítaseme además recordar con emoción a todos aquellos que habiendo sido miembros del Jurado o enviado sus obras trabajan activamente en la noble tarea de la lucha de sus pueblos por un futuro mejor. Rendimos especial homenaje en este momento a los colaboradores de la Casa de las Américas que se abrazaron fuertemente a la causa revolucionaria; les expresamos nuestro respeto a todos aquellos miembros del Jurado o participantes del Premio que en la lucha revolucionaria de estos años fueron sometidos a prisión o conducidos a la muerte por la brutal represión burguesa. Recordamos aquí a los muchos trabajadores intelectuales de valer que hubieran estado entre nosotros, pero no han podido venir porque la represión política se lo ha impedido. Recordamos en este acto constitutivo del Jurado a todos los trabajadores intelectuales de América que hoy sufren en las cárceles o están sometidos a los rigores del clandestinaje o del exilio.

Permítaseme un recuerdo especial para los combatientes cubanos del Ejército Rebelde que bajo la jefatura de Fidel obtuvieron, un día como hoy hace veinte años, la primera victoria militar de la Revolución cubana en el combate de La Plata. Y recordemos, en fin, a los obreros, campesinos, estudiantes y pueblo trabajador de América que algún día logrará el gran ideal de la unidad continental de Bolívar y Martí.

Para los pueblos que ustedes representan, nuestra gratitud, nuestro respeto y nuestras mejores y más emocionadas palabras.

Notas

1 Casi todas las indicaciones de elipsis en los textos transcriptos ([…]) reflejan dificultades encontradas durante el trabajo con el material de audio original (pobre calidad del audio hasta llegar a ser inaudible, cambios de cinta, saltos en la grabación, etc.), o, en otros casos, delimitan comentarios de aclaración en cuanto al sentido del discurso. (Nota de la Edición).

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