Yucatán

Algunas consideraciones sobre los libros y su comercialización en Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

Este asunto de escribir tiene sus asegunes: hay quien escribe para matar el tiempo; otros lo hacen para ganar fama y desde luego, dinero, y existe una rara avis que escribe por placer y para dejar alguna valiosa huella en sus lectores. En nuestra América, con excepción de los Estados Unidos donde los escritores ganan mucha plata, un buen número de latinoamericanos tienen que emigrar para encontrar algo de oro (no de platino): tal es el caso de García Márquez, Cabrera Infante, Vargas Llosa y algunos otros que por el momento no recordamos. Pero concentrémonos en el caso de la península de Yucatán donde hay muy buenos escritores que por culpa del centralismo que vivimos no han ganado fama ni gloria nacional y sólo se les conoce regionalmente.

Mediz Bolio, Abreu Gómez, García Ponce, alcanzaron fama nacional. Otros tan talentosos como ellos, se quedaron a mitad del camino. Y es que lamentablemente, aunque nuestra Mérida ya es de hecho una verdadera urbe, todavía no contamos en el renglón intelectual con el imprescindible intermediario, los agentes que se encargan de comerciar los libros, ni con editoriales, no simples imprentas, que efectúen los necesarios trámites para la divulgación y comercialización de nuestros libros. Recientemente hemos conversado largamente con las amables personas encargadas de SEDECULTA llegando a la misma conclusión ya señalada. Ojalá resolviéramos el problema y nuestros escritores, que no son pocos, tuvieran la oportunidad de ver publicadas sus obras, sin tener que lidiar con los engorrosos trámites de su comercialización. “Mis libros me han dejado muy poco”, se dolía Vasconcelos hace setenta años. El gran Alfonso Reyes, el mayor escritor en lengua española según Borges (opinión que yo comparto) no mencionaba el dinero y sólo ansiaba escribir: “Estoy ocupado, torturado y gozoso, le confiaba a Emanuel Carballo, con los libros que llevo dentro”. Con todo, don Alfonso vivió con comodidad, fue cónsul y embajador de México en todo el mundo y sus libros, a 70 años de su muerte, continúan vendiéndose en todas las librerías del país. Y yo añado: No cabe duda: la suerte, la buena suerte, también cuenta.

Yucatán: la península que surgió del mar

Por Jorge Parra Zapata

“Que no le digan, que no le cuenten” con esa expresión iniciaba sus comentarios el talentoso e inolvidable escritor Juan José Morales, quien basándose en el método científico, dejó para la posteridad múltiples obras, entre las que se encuentra: “La Península que salió del mar” obra en la que Juan José Morales nos explica detalladamente cómo es que surgió la Península de Yucatán.

Este escritor dice, basándose en los estudios del gran astrónomo Alfred Wegener, cuyos estudios han sido aceptados en su totalidad, que hace millones de años, solamente existía en el planeta Tierra un continente llamado Plangea el cual por causas desconocidas se hundió en el fondo del mar y algunas de sus partes se fragmentaron, siendo uno de esos fragmentos un enorme cratón, el cual hace aproximadamente unos 200 millones de años dio lugar a la formación de una masa sólida llamada Losa Maya o Cratón la cual, al correr de los años, se fue sedimentando por acción de los restos fósiles marinos hasta llegar a formar varias placas de laja sólida, esa losa emergió del mar dando lugar a lo que es hoy la Península de Yucatán.

Esta, por su formación y espesor de más de 6 kilómetros, ha formado un verdadero cimiento que impide por su solidez algún terremoto y solamente en algunas ocasiones por el choque de otras placas ajenas a ella se puede dar el movimiento muy leve de alguna lámpara, por ejemplo.

El Cratón o Losa Maya, agrega Juan José Morales, antes de emerger tuvo una inclinación por lo que una parte de la losa quedó bajo el agua en lo que llamamos la Sonda de Campeche en donde hay formación coralinea.

Seguramente la caída de un meteorito que dio lugar a la formación del cráter de Chicxulub hace 65 millones de años habrá contribuido a la saliente de la Península de Yucatán, en virtud de que al estrellarse ese meteorito de unos 15 kilómetros de longitud y 200 toneladas de peso, en una trayectoria oblicua y a una velocidad de 30 kilómetros por segundo formó en el fondo del mar un cráter de 25 kilómetros de profundidad y 200 kilómetros de extensión con bordes anillados dando lugar a la formación de cenotes; al impactarse el meteorito en Chicxulub, se desintegró y causó una explosión equivalente al estallido de 100 bombas atómicas al mismo tiempo.

(Concluye mañana)