Yucatán

Ricardo Manuel Wan Moguel1

En 1919 se publicó en la Ciudad de México un interesante texto titulado: Mi actuación en el asunto de los “Ferrocarriles Unidos de Yucatán”, de autoría de Agustín Franco Villanueva. El documento corresponde al año cuando el destacado maestro y escritor yucateco fue diputado en la XXVIII Legislatura del Congreso y su objetivo era emitir una postura contra la iniciativa del Ejecutivo de controlar las acciones de Ferrocarriles Unidos de Yucatán (FUY). Cabe señalar que en diciembre de 1918, se envió dicha iniciativa de ley que consideraba liberar 10 millones de pesos para adquirir la empresa controlada por la Compañía de Fomento del Sureste. En la propuesta, se dice que el principal motivo para la adquisición de FUY es unir el sistema ferroviario mexicano en control del Estado, con la península de Yucatán, que había estado “apartada” del resto de la nación. Por su parte, Franco Villanueva arguyó que la compañía dependía de una empresa nacional y, por lo tanto, no había razón para que el Estado la centralizara. Adicionalmente, presentó razones económicas que dejan entrever la dificultad que tendría el gobierno en adquirirla.

Más allá de la discusión que se presentó en el centro del país, para poder comprender este hecho es importante remontarnos a finales del siglo XIX cuando se entregaron los permisos para construir los primeros caminos de hierro del Estado. Las concesiones se otorgaron entre 1873 y 1900 a diferentes personajes de la élite local, principalmente políticos y hacendados, que, según Ernest Sánchez Santiró, comenzaron a consolidar su poder a partir de 1860 a través de la extensión masiva de un cultivo: el henequén.2

Según se puede entender a través de la bibliografía y los documentos consultados hasta el momento, estas compañías trabajaron de manera independiente hasta que en 1902 sus diferentes dueños llegaron a un acuerdo para fusionarse y crear FUY. La empresa, descrita por algunas revistas europeas como la “más grande del sureste” se fundó con 23 millones de pesos y contó con 23 mil acciones.3 Incluso, un examen somero de sus actas constitutivas expresa que la mayor parte de la élite local poseía acciones dentro de la compañía, lo que nos enuncia la importancia que tuvo.

En tiempos de Salvador Alvarado, FUY fue incautada por órdenes de Venustiano Carranza y se le nombró Ferrocarriles Constitucionalistas de Yucatán. Según los informes emitidos por los directivos de la empresa –a reservas de haber sido emitidos por ellos mismos– su economía marchó en buenas condiciones en ese periodo y se realizaron diferentes obras para mejorar su infraestructura. No obstante, según diferente documentación que he consultado en el AGEY, fue entregada a sus antiguos dueños en 1917. Desconozco la fecha exacta en la que FUY comenzó a ser parte de la Compañía de Fomento del Sureste, pero los breves datos que he mencionado con anterioridad, dejan entrever que los primeros años de historia de esta empresa estuvieron administrados por manos locales. En esa dialéctica, se puede decir que los caminos de hierro no solamente fueron importantes para la economía, sino también representaron parte del “orgullo” yucateco de ese periodo, lo que provocó que diferentes personajes, entre ellos Agustín Franco Villanueva, se resistieran a que los habitantes de la Tierra del Mayab perdieran, nuevamente, el control de sus caminos de hierro.

1 Historiador, ricardowanmoguel@gmail.com

2 Ernest Sánchez, 2009, p. 92.

3 Manuel Irabien, 1929, p. 62.