Yucatán

El primer problema cuando reviente la burbuja inmobiliaria de la capital yucateca será paisajístico. Cuando se circule en vehículos o se camine en las banquetas, los edificios multifuncionales se verán abandonados, las plazas comerciales estarán desiertas de compradores o plagadas de indigentes, y los desarrollos residenciales serán conjuntos que padecerán copados por el polvo y la hierba, con algunos ocupantes que parecerán usuarios ocasionales.

Edificios, plazas y residencias serán enfermos terminales unos y cadáveres descompuestos otros de los paisajes que deberían haber sido prodigiosos y sustentables complejos de lujo y confort, a pesar de que siempre se negó que hubieran sido proyectados al albur de la locura constructiva asociada a la retórica urbanística de la especulación inmobiliaria.

El fantasma de la burbuja inmobiliaria se cierne en Mérida por primera vez, sin idea pública o privada de los efectos letales que pueda tener. Nos referimos a las urbanizaciones en decadencia o a medio construir, pero también a las demandas inmobiliarias en los juzgados, las sentencias sin ejecutar debido a la insolvencia de los agentes regionales y los promotores locales, las familias y los constructores arruinados, etc.

Absortos con la sensación del boom, menos se piensa actualmente en el segundo problema debido a una crisis como esa. Sin lugar a dudas, será peor en términos patrimoniales que las ocasionadas por las caídas de las bolsas de valores, las resultantes de los créditos a socios insolventes y los seguros a clientes inexistentes, o por las pirámides recolectoras para negocios e inversiones.

Sin importar los avances de los megaproyectos como Vía Montejo, desarrollo inmobiliario de uso mixtos que incluye una zona residencial de cuatro edificios verticales, un parque corporativo, un centro comercial denominado “The Harbor”, hoteles, hospitales y un lago artificial, el reventar de la burbuja inmobiliaria de Mérida ocasionará que se hundan negocios como estos y que se callen las empresas que hablan de centros urbanos destinados al lujo y el confort.

Tendrá que ser así porque los resultados de sus megaproyectos inmobiliarios serán paisajes de lastre en litigio rabioso, especialmente cuando las financieras propietarias no quieren hacerse más cargo de ellos y sólo estén en espera de alguna oportunidad de remate ventajoso o compra pública.

Aunque los megaproyectos inmobiliarios se hayan planteado como obras espectaculares en beneficio de una imagen cosmopolita, el reventar de la burbuja los convertirá en asuntos críticos de las autoridades y los propietarios. Veremos ahí saqueos y pillajes mientras las entidades privadas y las entidades públicas no sepan qué hacer con las urbanizaciones bajo los efectos de la crisis.

Los afectados por la crisis reconocerán el fin del boom inmobiliario cuando comprueben que todas las propiedades que adquirieron sobre planos y que firmaron por contratos, con la obligación de acreditar sus fortunas personales para pagarlas totalmente antes de sus entregas finales y las formalizaciones de sus títulos, tendrán de abandonarlas por incosteables o rematarlas a favor de los menos peores postores. Agentes y promotores verán lo mismo cuando enfrenten las liquidaciones de sociedades, las promociones paralizadas, las quiebras inmobiliarias, etc.

Muchos propietarios que pagaron porque querían residencias y oficinas de clase mundial, reclamarán ante los tribunales los términos de sus contratos, aunque no ganarán, porque los vendedores se declararán insolventes. Luego intentarán reclamar a las entidades financieras o exigirán solución a las autoridades. Varios de ellos volverán a vivir en casas de alquiler o adquirirán viviendas de interés social. Y en la medida que ellos procedan de este modo, padecerán también las reventas de sus casas por los promotores y los agentes insolventes.

Pasados varios años del reventar de la burbuja inmobiliaria, habrá cualquier cantidad de procesos judiciales relacionados con reclamaciones de contratos o tráfico de títulos de compraventa. Habrá más casos pendientes que resueltos, más compradores afectados y más constructores arruinados por el final del supuesto boom inmobiliario que haría de Mérida una gran urbe del orbe civilizado.