Roldán Peniche Barrera
La facilidad de Salvador Navarro y su corno en el II concierto de Strauss / Ovacionada
obertura de Brahms / Excelente actuación de la Orquesta en Tchaikovsky
Para el cornista en solitario, o mejor, como solista, no existe el vasto repertorio que hallamos en los pianistas, los violinistas y aun los chellistas. Hará un par de años más o menos escuchamos a Salvador Navarro interpretar el primer Concierto para tal instrumento de Richard Strauss que compuso cuando era un veinteañero. Transcurrirían 60 años para que Strauss escribiera el segundo que es el que la orquesta ejecutó anteanoche. Nosotros siempre tuvimos preferencia por el primero, mas escuchando todo oídos el segundo el viernes pasado, reparamos en que sin gozar de la melodiosidad de su antecesor, también tiene lo suyo, ya por supuesto con el estilo modernista de nuestra época, en especial el bien estructurado Adagio que es así mismo hermoso. Los otros dos movimientos también expresan el virtuosismo de Navarro, maestro completo de su instrumento.
La Obertura del Festival Académico, de Brahms
Johannes Brahms no escribió tantas oberturas como Beethoven pero en la Trágica y esta del Festival Académico demuestra su facilidad y su poder con la orquesta reconociéndose como uno de los grandes oberturistas del siglo XIX. Si la “Trágica” evidencia en verdad su espíritu trágico, en esta del “Festival Académico” observamos todo lo contrario. Por ello obtuvo dos doctorados universitarios. Si el dramatismo de la Obertura “Trágica” traslada nuestro espíritu a lo infausto y a lo sombrío, la del “Festival” nos contagia el contento de una celebración académica con toda la fanfarria y el optimismo que le son propios. A través de toda la obra Brahms introduce aires de cuatro canciones estudiantiles culminando con el asunto del “Alegrémonos pues”, aire puramente estudiantil (“Gaudeamus Igitur”) que al tiempo de utilizarlo Brahms, tenía cerca de 2 siglos de haber sido escrito. Excelente la dirección del Mtro. Lomónaco que en premio recibió una justa ovación del público en esta fría noche otoñal.
Sinfonía a la pequeña Rusia (Nº. 2) de Tchaikovsky
A Tchaikovsky siempre se le ha elogiado por sus tres últimas sinfonías, olvidándose los directores de las tres primeras: “Sueños invernales”, “La Pequeña Rusia” (por Ucrania) y “La Polaca”, obras que ya explican a Tchaikovsky como un autor sinfónico. No son piezas de madurez pero nadie les va a negar su calidad y el genio de su autor. Esta Nº. 2 es de gran aparato y ya nos vaticina el futuro estilo apasionado y grandioso del maestro. Desde el Andante sostenuto intuimos que nos enfrentamos a una obra de gran tamaño que concluye con el Allegro vivo. El Andantino marziale es una delicia cuyas ideas bien pudo usar en sus futuros ballets en los que tanto destacó. El Scherzo es una fiesta y en el Finale: Moderato assai. Allegro vivo, Tchaikovsky ya está listo para ofrecernos en sus últimas 3 grandes sinfonías (minus la Patética), aquellos grandes y nobles finales con sus respectivas poderosas codas, virtudes que lo hacen el favorito de las salas de concierto del orden universal. El público aplaudió generosamente a la orquesta y al Mtro. Lomónaco ante tan estupenda actuación.