Yucatán

Pilar Faller Menéndez

A la adrenalina se le conoce en el ámbito médico como epinefrina, la cual es una hormona crucial en nuestro organismo, ya que favorece nuestro rendimiento y activación fisiológica, pero si ésta es secretada en exceso, puede producir serios efectos secundarios como comportamientos adictivos.

La gente que es adicta a la adrenalina está sumergida en una constante aventura. Sienten ganas intensas de buscar acontecimientos que los lleven al límite, lo cual les lleva a realizar actos atrevidos, en muchas ocasiones llegan a ser imprudentes e insaciables los cuales ponen en peligro sus vidas.

La adrenalina se produce en las glándulas suprarrenales cuando existen situaciones de estrés excitación o nerviosismo. Esto hace que se estimule el corazón y aumente la respiración acelerando el ritmo cardíaco, lo cual provoca que la sangre se oxigene más rápido y llegue más oxígeno y nutrientes a todo el cuerpo. También detiene el movimiento intestinal, y dilata las pupilas, lo cual agudiza la visión e incorpora glucosa de nuestras reservas a fin de que los músculos respondan con rapidez. Incrementa la presión sanguínea, y los vasos sanguíneos fundamentales se ensanchan y los secundarios se estrechan, razón por la cual experimentamos una palidez durante este tipo de circunstancias, ya que las venas de la cara, manos o de las orejas, se quedan sin tanto riego sanguíneo por no ser tan fundamentales.

Existe un límite entre la euforia y la adicción. Un ejemplo de ello es cuando nos subimos a una montaña rusa, y antes de hacerlo algunas veces nos sentimos nerviosos, pero al bajar, si no nos encontramos mareados, sentimos una placentera sensación de euforia. Esto también ocurre cuando realizamos un esfuerzo físico que nos motiva y disfrutamos.

La adrenalina tiene muchas ventajas que nos ayudan a adaptarnos al medio y nos prepara para afrontar situaciones excepcionales de la mejor manera posible, aunque estas situaciones agradables pueden llegar a ser peligrosas, ya que la secreción de ésta genera efectos a nivel químico en el cuerpo muy parecidos al orgasmo.

La producción de epinefrina estimula la liberación de dopamina, la cual es una sustancia que induce a una sensación de bienestar generalizado, motivo por el cual muchas personas buscan sentirse así constantemente, lo que los lleva a realizar conductas excitantes, lo cual los lleva a convertirse en adictos a la adrenalina, cuando existe la necesidad de experimentarla de una manera habitual.

La adicción puede presentarse en formas muy variadas, la constante es hacer que el cerebro busque constantemente los límites de lo imposible. Muchas personas que realizan deportes extremos, también pueden experimentar una sensación de euforia, y realizan cosas prohibidas, ilegales o ilícitas. Un ejemplo de ello es irse sin pagar de cafeterías o restaurantes, robar en algún supermercado.

Otra manifestación de la adicción es experimentar riesgos, cuando dejan todas las cosas para el último momento, ya sea entrega de informes, revisiones médicas, pago de facturas o diligencias económicas, lo que refleja una rebeldía insaciable que mantiene en alerta a nuestro organismo.

Las conductas peligrosas que ponen en riesgo nuestra vida, como el salto BASE, el “wingsuit” que es un traje con alas que permite a la persona realizar largos recorridos planeando, utilizando un paracaídas para aterrizar. El “puenting”, o salto al vacío conocido como “bungee”, es un salto que la persona realiza desde una altura elevada con uno de los puntos de la cuerda elástica atada al torso o tobillo, y en el otro extremo, se encuentra sujetado al punto de partida del salto. Este último salto es el más peligroso del mundo, ya que una entre 2,300 personas fallece en el intento. Este salto puede estar recomendado, pero realizarlo en forma asidua pudiera estar enmascarando una adicción.

La psicología tradicional considera que cuando se es adicto a alguna sustancia, se está intentando llenar un vacío interno, por lo que una inyección de energía extra, calma esa necesidad, aunque esta calma es superficial y momentánea. La adicción a la adrenalina va en aumento, hasta que el adicto necesita una secreción constante, poniendo en riesgo su vida para confrontar alguna frustración, o “sentirse vivo”. Estos comportamientos sugieren acudir a un especialista para este tipo de hábitos, y lo que más se recomienda es someterse a un tratamiento psicoterapéutico, en vez de estarse enfrentando a situaciones de estrés constante.