Yucatán

De jugos y refrescos a la hora de la comida

Roger Aguilar Cachón

El tiempo no sólo cambia para dar paso a lo nuevo, a la inclusión en nuestras vidas de elementos nuevos que nos acompañarán, no solamente en nuestra vida laboral, social y personal, sino que también repercutirá en nuestra dieta y se harán presentes en nuestra dieta y comidas. En este caso específico el de la letra hará referencia de la evolución de las bebidas, sean éstos jugos, refrescos de frutas o embotellados que de manera cotidiana ingerimos a la hora de nuestros sagrados alimentos.

El de la letra recuerda, como si fuera ayer, lo que se acostumbraba tomar a la hora de las comidas, de manera regular el de la hora del almuerzo revestía mayor importancia, por la variedad de bebidas que podían acompañar nuestros alimentos. Y también había que tomar en consideración la temporada y las frutas que pudieran utilizarse para los jugos.

De manera puntual, el papá del de la letra fue una persona muy especial, no sólo en su forma de ser, sino también en lo que acostumbraba tomar en el almuerzo. Creo que fue una herencia familiar, ya que él comentaba que su papá, o sea mi abuelo, don Concepción Aguilar, mejor conocido como “Concho”, tenía un puesto de jugos en su casa y supongo que fue una costumbre el tomar jugos o refrescos a la hora de la comida.

Así, no era raro que me mandara a comprar, a la tortillería de doña Rosita Viana, una bolita de pozole o bien medio kilo de masa para hacer yach y agregarle hielo y esperar la hora para tomarlo, he de mencionar que el de la letra tuvo la oportunidad de probar las dos bebidas y la de masa no era muy buena, pero el pozole seguro que sí y hasta ahora lo consume. Era una costumbre muy arraigada en aquella mi infancia, cabe destacar que no teníamos refrigerador, había que ir con doña Elda o doña América a comprar una marqueta de hielo. Recuerdo que costaba como 50 centavos o 1 peso, nos lo daban envuelto en papel de estraza y a correr se ha dicho para no “quemarnos” con el hielo o que el papel se pegara en el hielo.

Los refrescos de frutas era algo habitual ya que no se consumía mucho refresco embotellado, por una parte porque la fruta era necesaria para nuestro crecimiento y por otro lado porque no había mucha variedad. En algunos casos mi papá era el que preparaba los jugos y en otros la mamá del de la tinta. Era temporada de cítricos, vienen los de china, mandarina; los de toronja y naranja agria casi nunca, o mejor dicho nunca se tomaban. La sandía y el melón no los podíamos tomar en la cena ya que se decía que por las noches fermentaba y hacía mal.

Recuerdo que cuando era época de ciruelas se compraban aquellas rojas y gorditas que servía para hacer los jugos y también llegué a probar las tuxpanas que no sé cómo se pelaban para hacerlo. La piña no muy socorrida (previamente colada) ya que escaldaba la lengua, pero el mamey y el zapote sí era algo común que tomáramos. No hay que olvidarse de la pitahaya, muy rica y de muy buena pinta. Nos decían que era necesario consumir jugos porque tienen vitamina C y muchas más.

Cuando uno estaba enfermo del estómago era común que en la casa del de la tinta su mamá preparaba solamente con agua, atole de avena o en su caso podía ser de una marca conocida con algún tipo de sabor. También la cebada perla se consumía en casa del de la nota y hasta el día de hoy no sé porqué se llama perla o si hay otra cebada de tipo diferente.

Ahhh, la época de los embotellados, siempre han estado en los hogares de todos los yucatecos, recuerda el de la letra que su mamá se refería a ellos como “sidra”, sin importar si era de sabor o bien algún tipo de cola. A la hora del almuerzo o cena cuando no se había preparado algún jugo me decía “oye Iván, anda a comprar sidra con doña Elda o doña América”. Ese nombre de sidra poco a poco se dejó de utilizar para darle cabida a lo nuevo que había en nuestra ciudad. Los refrescos embotellados, sí, de botella de vidrio, nunca imaginó el de la letra que se pudieran vender ni en bolsas de plástico ni que vinieran en envases tipo pet.

Los refrescos de uso normal eran en la época de mi infancia y adolescencia, la Misión, en el mayor de los casos de sabor naranja y cuyo envase parecía que estaba torcido. También podía ser la Pepsi Cola. Pero el refresco embotellado que se llevó las palmas por muchos años fue uno de origen yucateco y cuya fábrica se encontraba por el rumbo del barrio de Santiago, la Sidra Pino (volvemos al nombre de sidra). Tenía tantos sabores que uno no imaginaba, limón, naranja, uva, y la mejor sin lugar a dudas era la Sidra Pino Negra. Cabe mencionar que también estaba uno de los productos que ayudó a la niñez a crecer sanos y fuertes y aún los médicos de renombre lo recomendaban, el Soldado de Chocolate, cuya receta nunca ha sido revelada. Este refresco ya hace mucho tiempo que se dejó de producir.

Con el tiempo comenzó a llegar un refresco que vino a cambiar el gusto de los yucatecos, pero cuyo costo era más elevado que los anteriores, la Peñafiel, con un sabor gasificado y que sólo se podía encontrar en alguna tienda del centro de nuestra ciudad o bien en las agencias, recuerdo que había una ubicada cerca de la estación de trenes por la 59 x 48.

Poco a poco los refrescos embotellados se posicionaron de nuestras mesas del almuerzo y la cena y ya los jugos fueron quedando en el olvido, comenzó a distribuirse en nuestra ciudad a la par con la Pepsi Cola su rival de toda la vida, la Coca Cola con toda su gama de sabores en su marca Cristal. Había botellas de Coca y Pepsi chica, mediana y familiar, retornables, es decir, se compraba una botella y esa servía para comprar otra. Era común ver en las casas unas rejas o cajas de refrescos vacíos para poder ir a comprar.

Con el paso de los años la Pepsi dejó la ciudad y posteriormente regresó. Y la modernidad y la apertura de grandes cadenas comerciales que se plantaron en todo lo largo de nuestra ciudad bajo el nombre de supermercados, permitió la entrada de refrescos desconocidos y que poco a poco fueron integrándose a nuestra forma de vida y ser acompañantes de nuestras comidas. No era común como ahora ver a personas por la calle o en sus trabajos estar tomando refrescos, ahora con la entrada del pet, ya es común ver los refrescos en todos lados, aunque también se conservan uno que otro refresco embotellado no empetado (pet).

A lo largo de los años, el de la letra ha visto la manera en que nuestra bebida, la acompañante de nuestras comidas ha venido cambiando no sólo en lo que respecta a gustos sino también a que eso ha permitido que la tradición de tomar jugo en las casas se esté perdiendo, aunque cabe mencionar que aún hay hogares que continúan con esa tradición. Y ustedes caros y caras lectoras ¿con qué acompañan sus comidas, con jugo o refrescos embotellados o en envase pet? En ustedes está la decisión.