Yucatán

De Policías y Ladrones de Verdad

Effy Luz Vázquez López

Soy aficionada, cuando mi tiempo me lo permite, a las series policiacas televisivas, entre otras cosas, porque desarrollan todo su argumento en una hora, al término de la cual uno ya fue testigo de toda una trama, casi siempre interesante. Algunas están mejor escritas que otras y con actores que dan el tipo apropiado. Otras, con escritores menos imaginativos, con un guión algo incongruente, a pesar del esfuerzo de los escritores por sacar éste a flote. Y otras, al contrario, la historia es buena, pero los actores no se esfuerzan mucho.

No obstante, prefiero cualquiera de ellas a los culebrones que se eternizan en los canales mexicanos, que no sé porqué insisten en esos argumentos en los que siempre la polémica, la envidia, el odio, incluso entre familiares cercanos, es la tónica constante, y además, se alaaargan artificialmente sin razón. Bueno pero éste es otro cantar.

Volviendo a las series policiacas, que por cierto ya casi todas son gringas o distribuidas por franquicias norteamericanas.

Cada una de estas series compite con situaciones que se refieren a personajes reales de las mafias actuantes en los diversos países latinoamericanos, sobre todo en México, aunque también sacan a relucir a la mafia rusa, la polaca, en fin, dan a entender que el crimen ahora es internacional y se genera en gran medida en suelo norteamericano.

De toda esa gama, hubo una que, como maestra interesada siempre de lo que sucede con la niñez y la adolescencia mexicana, o de cualquier parte del mundo, me llamó mucho la atención por la novedad de que el o los escritores del guión, de pronto introdujeron a un personaje adolescente que en una de las redadas cae en poder de un grupo de policías cuya jefa es una abogada experimentada y que, después de comprobar que aquel chico no era culpable de nada y sí más bien una víctima, decide adoptarlo como hijo, pues vio en él a un ser humano con un potencial muy fuerte y con muchos deseos de salir del agujero negro al que le había llevado la vida, por ser hijo de una mujer drogadicta y otros etcéteras, que lo obligaron a descender al mundo de la prostitución juvenil.

La abogada no sólo se hace cargo de él sino que lo motiva a estudiar, algo que el chico emprende con grandes bríos. La serie sigue siendo policiaca y los casos de esta índole son los que más destacan en la trama, pero los escritores se dan maña para intercalar en variados capítulos, no sólo los avances intelectuales de aquel joven personaje y su madre adoptiva sino que se revela que este adolescente es gay y tiene al fin un enamorado que después se convierte en novio y todo con la aceptación tácita de la abogada policía, que incluso le aconseja al joven la manera positiva de vivir en pareja, tal como lo haría con una hija en las mismas circunstancias.

En cierto momento se suscita una pelea entre los novios por celos de uno de ellos y hay su pronta reconciliación amorosa, con beso en la boca incluido.

Como todo este “affaire” se desarrolla entre crímenes, asaltos, violaciones y demás “asegunes” de la serie, el impacto, si para alguien lo fuera, se diluye entre este tipo de acciones, hasta el final de la misma, que según mis nietos tiene ya más de diez años de concluida, pero en temporadas alternas, la repiten.

Lo que para muchos pudiera haber sido un escándalo todavía este tipo de situaciones, ahora, diez años después, definitivamente ya no lo es.

La sociedad ha dado pasos agigantados en cuanto a la eliminación de múltiples tabúes, que en otras generaciones no se aceptaban, pero la dinámica familiar y social ha cambiado, los criterios son más abiertos de las corrientes de pensamiento, más flexibles las minimizan; las aceptan ya como son y siempre han sido, actitudes humanas que la falsa moral había encubierto.

Lo cierto es que hetairas, suripantas y efebos siempre han estado ahí y la historia las ha registrado sin disimulo alguno.

Aunque mi menú televisivo se ha ido ampliando, sigo prefiriendo a mis policías y ladrones, cuando menos ahí sí se define de principio a fin, quién es quién.

*Coord. Gral. Casa de la Historia de la Educación en Yucatán