NUEVO LEON, Tizimín, Yuc., 15 de diciembre.- La Navidad pasará desapercibida como en muchos otros años para los únicos 10 habitantes de esta comunidad indígena que está a punto de desaparecer.
Prácticamente los matrimonios ya rebasaron los 60 y hasta los 70 años de edad; están abandonados a su suerte porque hasta las autoridades se burlan de ellos llevándoles despensas con valor de 80 pesos, denunciaron ante el POR ESTO!
En este lugar ya no hay jóvenes ni mucho menos niños, los ancianos ya murieron sin alcanzar a ver el futuro de las nuevas generaciones o de su propia tierra.
Los hombres y mujeres que quedan han sacrificado sus vidas en el campo para sacar adelante a sus hijos y conseguir que fueran a estudiar, oportunidad que ellos no tuvieron por la miseria en que siempre han vivido por falta de oportunidades, según contaron al diario de la Dignidad, Identidad y Soberanía.
Para llegar a esta Comisaría hay que recorrer ocho kilómetros de camino blanco, que cuando llueve se inunda porque hay lugares que difícilmente se pueden acceder con vehículo.
Esta comunidad parece más bien un pueblo fantasma porque al Centro de aprecia lo que algún día fue un campo de béisbol con el pasto crecido. Al fondo llama la atención una especie de vivienda de guano y madera pero al acercarse, la lente del POR ESTO! pudo captar ya que se trata de la pequeña y humilde capilla en honor a La Santa Cruz.
Al fondo de la capilla se ve una vivienda de concreto y otra de guano, lo mismo que a los costados otras dos casas y más al fondo otras dos, cinco en total.
De pronto sale un hombre del monte en su bicicleta muy amable y saludando con una sonrisa de oreja a oreja y se presenta como don Miguel Poot Ucán.
Este humilde hombre una vez que conoce el motivo de la visita del reportero, le grita a su hermano Francisco y pide que llame al comisario ejidal, otro de sus hermanos, Luis el mayor, por lo que invitan a que juntos con sus respectivas esposas, María Cecilia López Poot, de 59 años de edad, Gregoria Chan de 69 y Estela Nah Pisté de 73, para que los lectores de esta matutino puedan conocer la triste historia, que es una realidad, en la que viven estas familias.
“Aquí llegamos en 1969. Estaban chicos mis hijos, yo tuve que ver cómo iban a quedar porque acá no hay maestros y yo no sé leer y no quise que ellos se quedaran igual que yo. Dije tengo que luchar para que vayan a la Escuela y ahora ya están grandes ya tienen un trabajo, viven en Tizimín ya hicieron sus vidas, mi esposa Gregoria tampoco sabe leer, dijo don Francisco.
Comentan estos matrimonios que el pueblo se inundó con el paso del huracán que se llevó sus casas de guano, lámina y madera y no tenían para comer pues no podían trabajar las tierras.
Entonces ante la falta de ayuda de sus gobernantes, optaron por cortar maderas de los montes y encontrar quien se las cambiara por alimentos.
“Cuando pasó el huracán se llevó todo, la milpa y las casas y como no teníamos que comer comenzamos a cortar madera y vino un señor que nos daba maíz a cambio y eso hacíamos mientras podíamos volver a trabajar la tierra porque no tenemos caballos, nada, pero ahora tenemos otro problema que los animales del monte se comen el maíz y lo poco que logramos rescatar lo utilizamos para comer”, coincidieron los tres hermanos.
Y de pronto Miguel trata de verle el lado amable a esta difícil situación. “Vine de colado cuando tenía entre ocho y nueve años”-sueltan la carcajada-, mis hermanitos ya trabajaban la milpa y al paso del tiempo empezamos a juntar cochino del monte, pero los doctores dijeron que traían enfermedades y se acabó y ahorita lo que está haciendo el Gobierno es que trabajemos otra vez pero nadie compra, aquí vivimos como podemos, sembramos maíz pero es poco y los pájaros lo comen todo”, señaló Miguel.
Doña María Cecilia López llegó a esta comunidad cuando tenía un año de nacida, sus padres que también sembraban la milpa vieron la necesidad de quedarse por no tener otro lugar a donde ir.
“Tenía año y medio cuando mis papás, Ambrosio López y Josefa Poot me trajeron acá, aquí conocí a mi esposo Miguel”, dijo esta humilde mujer indígena, quien tampoco sabe leer ni escribir.
Pero el problema no acaba ahí porque si les llega a suceder una emergencia, tienen que vender una vaca. Cada uno de los hermanos tiene cuatro, pero don Francisco ha sido operado en dos ocasiones en Mérida y aunque el Gobierno del Estado ayudó para que no le cobraran, si tuvieron que pagar transporte por las veces que acudieron a consultas y atenciones en Mérida.
“A mí me operaron ya dos veces, una de piedras en mi vejiga y la otra fue de la próstata y me dijeron que las piedras se hacen por tomar agua de pozo, pero aquí no tenemos agua potable, entonces ni modo de no tomar agua, no hay otra”, agregó.
“Tuve que vender una vaca porque no tenía dinero para viajar a cada rato a Mérida a consultas y pagar el camión y comidas es muy caro, entonces esas emergencias son las que nos dejan indefensos porque somos pobres, no tenemos oportunidades de trabajo, pero además ya somos personas mayores”, refirió Francisco, que fielmente siempre ha sido apoyado por su esposa, Gregoria Chan, de 69 años de edad.
Dice que ahora que se encuentra bien ha vuelto al campo y rescatado un poco de maíz para que puedan comer, pero este sábado cuando eran las cinco de la tarde no habían probado bocado porque no tenían que comer, toda vez que las autoridades sólo se burlan de ellos. Hace cuatro meses les llevaron una despensa a cada matrimonio pero mucho muy pequeña, incluso, afirman que tenían un valor de 80 pesos.
Don Luis también refirió que los paneles que les pusieron para la luz ya no sirven y eso se lo hicieron saber al Alcalde en su última visita hace cuatro meses, pero hasta el momento no han obtenido respuesta.
“Le dijimos al presidente de Tizimín de los paneles pero pidió que el comisario llevara todos los datos y se los llevaron pero el presidente no ha regresado desde hace cuatro meses que vino”, expresó.
“Nos dijeron que nos van a apoyar porque la compostura son más de mil pesos, pero no los tenemos, no sabemos si es la batería o el transformador, tendríamos que vender otro animalito, no se puede”, agregó.
Navidad, otro día más
“Aquí somos campesinos nosotros tenemos fe en Dios, aquí sólo podemos comer frijolitos, huevitos que ponen las gallinas y no hay más no tenemos para hacer algo grande de Navidad, para nosotros es como cualquier otro día, otro día normal vamos al campo a trabajar y todo es normal aquí, no hay fiesta hasta en mayo que es el día de la Santa Cruz cuando vienen algunas personas de otros pueblos y aquí en la capillita se oficia una misa y rezamos pero en Navidad no hay dinero somos pobres, aunque a lo mejor nos invitan nuestros hijos en Tizimín o amigos porque aquí sólo Dios sabe cómo vivimos”, dijo llorando.
Don Miguel se retiró del grupo momentáneamente para secar sus lágrimas. Está triste por la situación que durante décadas han pasado.
En ese momento don Francisco agradece al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, por los apoyos que les manda a los de la Tercera Edad de las comunidades indígenas más apartadas de las grandes ciudades.
“La verdad cada quien tiene que buscar alguna manera para vivir, nosotros damos gracias a Dios por tener a un Presidente como López Obrador que nos manda ayuda de 70 años y más y eso es lo que cobramos y con eso nos ayudamos mucho, es un Gobierno Federal que ya está pintando bien, no como los que pasaron que venían y nos preguntaban qué necesitábamos pero nunca lo traían, como este presidente de Tizimín que vino hace cuatro meses. Dijo que nos iba a ayudar con el camino blanco pero nos trajo un poco de despensa con valor de 80 pesos, una bolsita de Minsa, medio kilo de frijolitos, medio litro de aceite y un chan café. Eso fue hace cuatro meses”, finalizó.
(Texto y fotos de José Luis Díaz Pérez)