Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
No lo digo con absoluta seguridad, pero poco o muy poco se alude a los “martillos” hoy en día.
Por lo menos, la voz “martillo” ha dejado de funcionar. “Martillo” era un chofer entonces que se alquilaba por unos pesos para hacerse cargo del automóvil de alguna persona que, por diversos motivos, no podía conducirlo. Por ejemplo: cierto viaje a un sitio lejano, generalmente de noche; alguna fiesta de 15 años, o una boda en las que el propietario tenía que responsabilizarse de toda la organización de los eventos. También lo contrataba “la gente bien”, los clientes de los prostíbulos, de las cantinas (que se alargaban en la tomadera) y al final, prácticamente, no podían ni recordar su propio vehículo. Eran los bohemios de siempre, nada más que en los años cincuenta y antes eran más cuidadosos, lo que no ocurre hoy, cuando el dueño del carro prefiere correr la parranda conduciendo él solo (o algún cuate de su confianza) en vez de llamar a un “martillo”. Este es el motivo por el que se han descuidado los accidentes automovilísticos, casi todos fatídicos, en Yucatán. Nosotros sugerimos reforzar las leyes a este respecto. ¡Cuántos accidentes y cuántas muertes no se evitarían!
“Martillos” del viejo tiempo
Al hacer memoria mientras convalezco de una dolorosa caída, recuerdo el gran número de “martillos” de mis tiempos juveniles: Heberto Torre, D. Pablo Segovia (con sitio en la Plaza Mayor), el conocido “Juan Martillo”, muy popular entre los políticos de aquel tiempo; Marcos Cámara (servidor del poeta Lara y Lara), el Chayote, hombre alto y moreno (con sitio en la Plaza), el favorito de D. Fit Concha, gran investigador, y muchos más cuyos cuarteles eran nuestras viejas cantinas.