Yucatán

Alejado formalmente del ballet y dedicado de lleno al estudio de la creación literaria y sus rigores, veo al espectáculo teatral de danza con otra visión, desapegada de la emoción por la altura de los brincos y el logro espectacular de los múltiples giros o piruetas, que realizan los bailarines. Leo el desarrollo de la coreografía desde una perspectiva diferente, lo hago como si estuviera en un análisis literario de la sintaxis o hurgando en las características de un personaje. Desde mi nueva perspectiva, El Cascanueces de la CND, es más bien una secuencia de divertimentos que un cuento contado con lógica y afanes de convencer al público de que presenció un ballet-cuento.

La versión de la CND tiene lados flacos hasta en la batalla de los ratones y los soldados, en la cual mientras que unos están de espaldas batallando con nadie, los soldados están enfrentándose con el aire y de repente caen al piso sin lógica alguna. Una batalla significa pelear frente a frente. Eso se mira, quizá, un instante en la versión traída a Mérida por la CND.

Desde los años treinta, cuando surge el realismo socialista como una expresión humanista del arte, todo el enorme repertorio de Petipá fue revisado, dándole a todo ello, coherencia y lógica teatral. O sea, los enormes divertimentos de Petipá, tomaron sentido narrativo. Para lograr esta transformación surgieron coreógrafos como Chabukianin, Vainonen, Lavrosky el padre de Mijail, Zakarov y otros más. Pero el caso más sobresaliente es Yuri Grigorovich, autor de Romeo y Julieta, Legend of Love, Golden Age y otras bellezas más.

La Rusia Soviética creó conceptos como los de ballet-cuento (Caballito Jorobado), ballet-histórico (Espartaco), ballet dramático (Romeo y Julieta). Cuando se aborda el género del ballet-cuento, se busca que cada personaje pierda sus cualidades humanas y se transforme en el personaje irreal o fantasioso del cuento en marras. Eso, no se mira en la versión de la CND.

Los bailarines de la Compañía son punto y aparte. Los pocos que vinieron a Mérida tienen el nivel que se emplea en el mundo de la danza de hoy. Las bailarinas son bellas, lucen finas, de cuellos largos y gran sentido de la musicalidad. Entre los hombres que hicieron de corps de ballet hay algunos más sobresalientes que el propio Primer Bailarín, quien ya tiene muchos años de serlo y que llegó a ello por causas ajenas a las necesidades de un bailarín de su rango.

La mitad de la obra se realizó con la participación de alumnos del Centro Estatal de Bellas Artes de Yucatán. Copos de Nieve, Vals de las Flores, los representantes de cinco países y los Primeros Bailarines, son los que vinieron de Ciudad de México.

En lugar del enorme sillón escenográfico puesto en el desnucado del escenario, la escenografía correspondiente a los dulces, hubiera contribuido, de alguna manera, a crear magia y dar sentido verbal de la danza.

El público yucateco refrendó su apego al ballet, pues todos los niveles del Peón Contreras se vieron llenos. Y, especialmente, su gusto por El Cascanueces, que ha tenido sonoros éxitos en Mérida desde 1959 cuando Socorro Cerón lo montó con todo y una orquesta de sesenta profesores, según decía la publicidad de la época. Luego, la Compañía Provincial de Ballet cada año realizaba funciones que iniciaban el 26 de diciembre y paraban el 6 de enero. Desde entonces, el público abarrota el Peón Contreras para disfrutar de ese cuento-ballet.

La Compañía Nacional de Danza ha tenido presentaciones entrañables en Mérida, como cuando trajo Serenata de Cuerdas, Oneguin o Carmen, lamento decir que este ballet no entra a esa trascendencia.

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, hicieron el más discreto de los papeles en esta puesta en escena. Es decir, no acrecentaron en nada las interpretaciones de los artistas o el empuje de las coreografías.