El célebre filósofo Diógenes de Sinope, que era de la escuela cínica, en su peregrinar llevaba colgada al hombro una copa que le servía para tomar agua, hasta que un día vio a un niño calmando su sed tomando agua que recogía con un cuenco formado con sus dos manos, entonces el gran pensador arrojó su copa, gesticulando:
–¡Necio de mí, tanto tiempo cargando un objeto que en realidad no me es indispensable!