En el marco de la misa ofrecida con motivo de la tradicional visita del Seminario Conciliar de Yucatán al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en San Cristóbal, el Obispo Auxiliar Pedro Díaz Mena dijo ayer que así como en el acontecimiento guadalupano la Virgen buscó a su embajador de confianza en San Juan Diego, así anda hoy en busca de embajadores de confianza como él para que difundan el Evangelio.
Dijo también que el nombre de Dios es misericordia, pues Dios siente compasión por el pueblo de hoy, por las circunstancias que se están viviendo, y por eso son necesarios los nuevos embajadores que lleven ese amor, esa compasión, a nuestro pueblo.
Asimismo consideró que es la hora de los testigos, no de los expertos, no de los profesionales, es la hora de los testigos de su misericordia.
Al inicio, monseñor Pedro Mena, quien llegó al frente de la peregrinación juntamente con Luis Alfonso Rebolledo Alcocer, padre rector del Seminario, expresó lo siguiente:
-Gracias Señora de Guadalupe por recibirnos una vez más en esta casita sagrada donde siempre nos espera con su mirada bondadosa, nuestra madre, nuestra reina. Gracias por recibir una vez más a este seminario de Yucatán donde se van formando los futuros pastores que han de seguir anunciando el evangelio.
Gracias por recibir también a todos los que van participando en la institución de Cáritas que van mostrando ese fruto de haber conocido la Palabra del Señor que se tiene que transformar siempre en obras de caridad, en ese acercamiento, en esa atención a los más necesitados. Hemos venido una vez más a rendir nuestro homenaje a la reina. Y la reina anda buscando embajadores muy dignos de confianza. Encontró uno en Juan Diego, que no creía haber sido elegido para ser partícipe de un acontecimiento no solo importante para la ciudad de México, no solo importante después para América, porque hoy nosotros contemplamos el acontecimiento guadalupano como un acontecimiento de Dios para toda la Iglesia que peregrina por este mundo que Dios nos ha regalado.
Juan Diego simplemente tenía el deseo de seguir profundizando en ese don que Dios le había dado al ser bautizado. Quería seguir profundizando que era toda esa gracia que Dios le había regalado, y por eso se iba a instruir a Tlatelolco. Su máxima aspiración era seguir conociendo a Dios, pero fue escogido para ser embajador muy digno de confianza. Y con todos sus temores, y con todo y que experimentaba que no tenía las cualidades por no ocupar un puesto importante y por no tener facilidad de palabra, decía: Hay otros más importantes.
–Es preciso, le dijo la Virgen, que tú mismo seas. Tú eres mi embajador muy digno de confianza.
Y es que hoy cuando vamos meditando en este acontecimiento, nosotros nos vamos dando cuenta de que Dios sigue llamando a través de nuestra madre, de nuestra reina, para que haya muchos embajadores muy dignos de confianza.
Se necesitan obreros, se necesitan embajadores muy dignos de confianza, porque lo que hoy encontramos en el Evangelio, lo vemos cuando Jesús sintió compasión por la gente, e invitó a los apóstoles a que sientan esa misma compasión por la gente.
Y la Virgen María de Guadalupe cuando se le aparece a Juan Diego, le dice: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? Soy tu consuelo, tu auxilio, tu defensa. ¿Qué te aflige?”
Es el acontecimiento guadalupano un evangelio inculturado para responder en otro momento de la historia de la salvación. Es precisamente esa misma historia de salvación que escuchamos en el Evangelio y que se hace presente en México y que hoy mismo sigue siendo tan actual y tan inspirador para todos nosotros. En este momento también estamos viviendo momentos muy difíciles en nuestro mundo, en nuestra sociedad mexicana, en nuestras mismas familias, en nuestros mismos ambientes parroquiales, y por eso cuando hemos escuchado, cuando hemos recordado este acontecimiento guadalupano, nos vamos acordando también de las palabras del Papa Francisco:
Hospital de campaña
–El Papa Francisco nos dice que la Iglesia es como un hospital de campaña, que lo primero es acercarnos para curar las heridas, para ir aliviando las heridas de nuestro pueblo. Y dice: así como cuando vamos al doctor y lo primero es darte aquello que necesitas para que el dolor aminore. Y después vienen los análisis, y viene la fotografía, y la tomografía y todo lo demás, lo primero es el consuelo, el acercamiento, lo primero es la caricia, lo primero es la palabra de amor, el nombre de Dios es misericordia.
Y entonces tenemos que acercar esa misericordia a todos los otros. Y es por eso que nos vamos formando todos para ser esos embajadores muy dignos de confianza. No nos formamos para ser pastores que despachen desde una oficina, sino para que tengamos los mismos ojos de Jesús, los mismos ojos misericordiosos de la Virgen, que cuando rezamos los salves decimos: Muéstranos a Jesús, míranos con tus ojos misericordiosos y muéstranos a Jesús. Y esos ojos misericordiosos son los primeros que tenemos que reflexionar si como pastores los tenemos, si los seminaristas se van educando para tener esos ojos misericordiosos, para hacer esa prolongación del consuelo de Jesús, del consuelo de María, porque nuestro pueblo está muy herido y eso es lo que necesita: la caricia, el consuelo, el amor, la cercanía.
Por eso la humildad de Juan Diego nos invita pues a reflexionar en cómo respondió él y cómo respondemos nosotros en estos tiempos que estamos viviendo, y por eso es tan importante que recordemos que cuando la Virgen pidió su casita sagrada fue para mostrarlo a Él, a Jesús. La verdadera traducción del Nican Mopohua es: Quiero esa casita sagrada para mostrarlo a Él que es mi consuelo, a Él que es mi defensa, a Él que es mi amor personal: A Jesús. A Él quiero mostrar. Y por eso en el documento de Aparecida se dice que lo primero para la evangelización es tener el encuentro con Jesús.
Y por eso no nos formamos para ser funcionarios, sino para que a partir del encuentro con Jesús tengamos la experiencia de la vida de Dios en nuestra vida personal.
Lo importante no es que comuniquemos lecciones muy bonitas, sino lo que el mundo está necesitando es la caricia de Dios, y por eso la Virgen nos atrae a Jesús, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, que nos encontremos con Él, que lo sigamos a Él, para que el mundo a través de conocer el amor misericordioso de Dios se vuelva ánimo.
La hora de los testigos
Eso es lo que necesitamos hoy. Es la hora de los testigos, no es la hora de los profesionistas, no es la hora de los expertos en dinámicas, no es la hora de los sabelotodo, es la hora de los testigos, y por eso el Señor nos invita a ser testigos de su misericordia. Que Santa María de Guadalupe y San Juan Diego nos sigan educando, y nos sigan recordando: Nos llama el Señor para ser esos embajadores muy dignos de confianza. Que no le fallemos a esa confianza que Dios tiene en nosotros. Que así sea.
(Roberto López Méndez)