Yucatán

Seis años sin Nelson Mandela, símbolo de la lucha contra el apartheid

Pilar Faller Menéndez

Fue presidente de su país tras 27 años de cárcel

Hay muchos hombres y mujeres que se vuelven héroes y heroínas por las luchas que han abanderado, como el Che Guevara, Gandhi o Martin Luther King, quienes son admirados por sus ideales que llevaron hasta las últimas consecuencias, y que murieron asesinados por ellos. Nelson Rolihlahla Mandela no murió a causa de su lucha, pero estuvo preso durante 27 años por ella.

Nacido en Mvezo, Transkei, en Sudáfrica, en 1918, vivió su infancia como cualquier niño africano de las zonas rurales en contacto con las tradiciones de su pueblo. Fue hijo del jefe de la tribu de los “Tembu”, quien le puso el nombre de Rolihlahla que significa revoltoso, pero tuvo que ser bautizado con el nombre de Nelson, a fin de que pudiera asistir a la escuela metodista. Al volverse famoso, sus compatriotas lo llamaron “Madiba” por el nombre de su clan.

A los nueve años Nelson perdió a su padre y quedó al cuidado de su primo, el gran jefe Jongintaba, con quien escuchaba a los jefes de otras tribus, y tomó conciencia del sentido de la justicia. Al cumplir los dieciséis años formó parte del consejo tribal, y a los diecinueve, ingresó en el internado para negros de Ford Hare, a fin de cursar sus estudios superiores.

En 1941 abandonó su aldea, a pesar de haberse formado para convertirse en el dirigente de su clan. Pero se rebeló contra este destino y se estableció en el suburbio de Alexandra en donde conoció a Walter Sisulu, quien influyó en sus ideas políticas para combatir las prácticas del Apartheid. Silulu lo ayudó a conseguir empleo y terminar sus estudios de Derecho. Se casó en 1944 con su prima Evelyn Mase.

Sisulu y muchas personas que tuvieron contacto con él reconocieron la extraordinaria personalidad que tenía: la confianza en sí mismo, su capacidad de trabajo, su valentía e integridad hacían que brillara a donde quiera que fuese. Sisulu lo introdujo al Congreso Nacional Africano (ANC), un movimiento de lucha contra la opresión que por décadas habían estado sufriendo los negros sudafricanos al ver su potencial de líder. Mandela fue uno de los fundadores de la Liga de la Juventud de este Congreso, cuya ideología era un socialismo africano que fuera nacionalista, antirracista y antiimperialista.

En el año de 1948, el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) ganó las elecciones de Sudáfrica, comicios en el que solamente podían votar los blancos, instalando un sistema de segregación racial. El gobierno del presidente electo Daniel Malan, instauró un sistema estricto de segregación y discriminación social, económica, política, cultural y territorial en prejuicio de la mayoría negra, al que llamaron apartheid o “desarrollo separado de cada raza, en la zona geográfica que les fue asignada”, según la definición oficial.

Los siguientes gobiernos continuaron con la misma política. En 1949 surgió un decreto en el cual se prohibían los matrimonios mixtos, hasta configurar un sistema segregacionista, con el reconocimiento oficial de las razas, segregación en el uso de los servicios, incluyendo el espacio en las playas, así como la separación en las fábricas y transportes mixtos. Estas medidas llevaron al Congreso Nacional Africano a responder con boicoteos y manifestaciones, que provocaron la detención de la mayoría de sus dirigentes. Mandela fue acusado de alta traición, juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961.

Durante 1962, Mandela viajó recaudando fondos por países africanos, recibiendo instrucción militar y haciendo propaganda de la causa africana. A su regreso fue detenido y condenado a 5 años de cárcel. Estando aún en prisión, fue declarado culpable de traición, sabotaje y conspiración violenta para derrocar al gobierno junto con 7 líderes de la Lanza de la nación en el juicio de Rivonia llevado a cabo los años de 1963 y 1964, a cuyo término dirigió un alegato lleno de firmeza y dramatismo: “Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, esto no impidió que fuese condenado a cadena perpetua, ni declarado presidente del Congreso Nacional Africano.

Mandela permaneció en cautiverio en penosas condiciones durante 27 años: de 1963 a 1990, el gobierno sudafricano rechazó todas las peticiones de su libertad, convirtiéndolo en un símbolo de la lucha contra el apartheid y en una figura legendaria que representaba el sufrimiento y la falta de libertad que padecían todos los negros sudafricanos.

Con el fin de terminar con el mito que se estaba creando alrededor de Mandela, en 1984 el gobierno sudafricano le ofreció la libertad, con la condición de aceptar establecerse en uno de los bantustanes, término con el que se designaba a los veinte territorios que operaron en Sudáfrica como reservas tribales para habitantes no blancos.

Mandela rechazó la oferta, fue finalmente Federic De Klerk, quien fue presidente de Sudáfrica por el Partido Nacional, quien tuvo que ceder, y abrir el camino para acabar con la segregación racial, legalizando en febrero de 1990 el Congreso Nacional Africano y liberando a Mandela, quien sin rencor, fungió como el principal intermediario para negociar el desmantelamiento del apartheid, así como la transición a una democracia multirracial que a pesar de su complejidad, pudo realizarse exitosamente. Tanto Mandela como De Klerk, compartieron el Premio Nobel de la Paz, en el año de 1993.

En abril de 1994 Mandela pasó de opositor peligroso a presidente de su país, al resultar victorioso en las primeras elecciones democráticas en las cuales se les permitió a los negros el voto. En el poder mantuvo la coherencia, y se retiró cuando llegó el momento.

Continuó luchando por las causas de la erradicación del Sida y la pobreza en Africa. Fue mediador en los conflictos de Angola, Burundi y República Democrática del Congo. Fue merecedor de muchos homenajes. Su figura ha sido venerada por miles de personas, tanto en vida y tras su muerte que acaeció en Johannesburgo en el año de 2013.