Pilar Faller Menéndez
“Un héroe es todo aquél
que hace lo que puede”.
Romain Rolland
Somos, sin duda alguna, una sociedad desconcertada que teme al futuro y que es amante de los mitos, como el deporte, las artes, la política y las ciencias, pero la gran realidad es que en su mayoría hemos sepultado en la indiferencia y en el olvido a los verdaderos héroes de la actualidad, que permanecen silenciosos, sin esperar un reconocimiento a sus actos, por considerarlos un deber.
Estos héroes de la actualidad, son aquellos pensionados que con los pocos ingresos que perciben, dan acogida en sus humildes viviendas a sus descendientes sin recursos, a los que logran sacar adelante con una sonrisa e inimaginables sacrificios económicos.
Son héroes también, esos médicos y enfermeras que a pesar de los recortes presupuestales en materia de salud, luchan y se desviven por aquellos enfermos que se encuentran en las salas de espera, porque los hospitales están atestados de pacientes y que luchan por su sanación.
Son héroes, aquellos maestros rurales que recorren muchos kilómetros para llegar a las escuelas, y que de su sueldo, nada oneroso, alimentan a los alumnos que llegan a las aulas sin haber cenado ni desayunado, porque en sus casas, el dinero hace falta.
Son héroes también, aquellos trabajadores que muchas veces doblan sus jornadas de trabajo, a fin de hacer frente a los gastos que implica tener una familia. No hay que olvidar a los ciudadanos maduros cuyos huesos ya crujen, transportando cajas de alimentos para llevar a instituciones de beneficencia para alimentar a quienes menos tienen.
También hay heroínas destinadas a cumplir los sueños de aquellos niños que sufren enfermedades terminales o graves, como el cáncer, que todos los días se pasan en los pabellones de oncología, y lo más importante: conocen los nombres de cada niño, lo que los hace sentirse especiales y no un número más.
Aquéllos que, en un acto de solidaridad ante los desastres, forman cadenas de ayuda para las víctimas, muchas veces dando sus vidas por salvar las de otros, que no desisten y permanecen largas jornadas esperando hasta el último momento en que haya la esperanza de poder rescatar a alguien más.
Estos son los héroes de la vida diaria, que no salen en los reflectores, y que muchos desconocemos los esfuerzos que realizan porque sus valores morales se los dicta. Son anónimos y perseverantes, y son los verdaderos héroes del momento actual que vivimos, en el que deberíamos recordar que es más importante dar que recibir.
Nuestro país, además de una regeneración económica, también necesita una regeneración moral. Aquellos ciudadanos que prefieren actuar con indiferencia, o que no son solidarios hacia las necesidades de otros, representan un lastre para los que sueñan y quieren un mejor futuro.
Se habla de reinsertar la materia de Civismo en las escuelas, en las que se debe inculcar también a los jóvenes la trascendencia que tiene el ejercitar los valores, el reconocimiento a esas personas que se sacrifican todos los días y no reciben aplausos ni reconocimiento porque no es lo que los mueve, ni los hace actuar haciendo el bien.
A esos héroes anónimos vaya un merecido reconocimiento, ya que con sus hechos demuestran que no todos los mexicanos somos ajenos a las carencias de otros, que la solidaridad todavía existe, aunque muchas veces no la veamos, porque no está tras los reflectores ni las medallas, sino que se encuentra en esa satisfacción de dar sin esperar nada a cambio. Ellos son los héroes desconocidos de nuestro país.