Yucatán

Víctor Salas

Alguna vez platicando con el maestro Janitzio Durán Castillo me comentó que al jubilarse del magisterio su deseo era retornar a su natal Maxcanú y dedicarse a escribir sobre lo que más le gusta: la historia. Me pareció buena la idea, pero no del todo creíble porque muchos conocidos míos nacidos en el interior han manifestado algo semejante y, al final, les gana las comodidades urbanas, el agarre familiar y lo que ofrece una urbe en cafeterías, reuniones con los amigos y pláticas sabrosas sobre el pasado.

Un buen día me enteré, por su hija, que el maestro ya estaba viviendo en Maxcanú, me brindó su dirección y me pidió que fuera a visitar a su padre. Por exceso de trabajo, ese deseo no se ha cumplido.

No hay que hablar sobre la belleza de ese lugar tan conocido por muchas razones, sus jícamas, por ejemplo, su cercanía con la bella Oxkintok, dueña de un singular laberinto construido hacia arriba de una pirámide y utilizando como base una pequeña cueva. Es el llamado satunsat que hizo que el propio John Stephens llegara hasta ahí.

Después de algunos años de saber del maestro solamente a través de platicadas con su hija, finalmente hace tres días recibí, a través de un amigo común, el libro titulado “Maxcanú en la historia”, voluminosa obra que creí vasta por su contenido en imágenes, pero al abrirlo y leer su índice temático, descubrí que en sus páginas habitan mayormente las palabras que dan vida a un promedio de 123 temas que van desde el mundo prehispánico hasta los profesionistas actuales. Es toda la memoria de un pueblo a través de las centurias.

En la obra queda asentada la biografía de Mario Ramón García, quien fue alumno de Nina Shestakova e incursionó en la danza mexicana y el cine. La actitud del maestro Janitzio ante un bailarín lo ubica como un historiador que sabe valorar cada actividad humana.

Entre sus ocho capítulos me encontré con que Santiago Burgos Brito, mi maestro de literatura en la Escuela Secundaria Federal número uno, es de Maxcanú, al igual que Alfredo Barrera Vásquez y el exgobernador Francisco Luna Kan.

También me encontré con el nombre de Araceli Cumí, política priista encantadora y hábil.

Prometo leer toda esa historia tan bien escrita como documentada. La he iniciado y atrapa, no se le quiere soltar una vez encarrerado en su lectura.

Janitzio Durán fue el primer director del ICY y de esa institución viene nuestro vínculo, fue amigo del gobernador Luna Kan y ahora, con el libro, deduzco de dónde venía esa amistad.

Janitzio Durán es, actualmente, cronista vitalicio de Maxcanú. Enhorabuena.