Yucatán

¿Existen ecosistemas naturales en Mérida o todos los ecosistemas están artificializados?

Jorge A. Franco Cáceres

Introducción

Nadie se atreve a postular desde el Cabildo emeritense o las dependencias municipales si quedan biogeocenosis naturales en Mérida o todas las que hay son biogeocenosis artificializadas.

A pesar de asesores en cambio climático y empleados en desarrollo sostenible, ninguno se atreve a hablar de nuevos ecosistemas, reconociéndolos como sistemas que contienen composiciones desconocidas de especies y abundancias asociadas a procesos abióticos que no han ocurrido en el pasado en esas biogeocenosis.

Negacionismo municipal y deterioros biogeocenóticos

En el Ayuntamiento capitalino nadie se ha atrevido a reconocer dos características claves de los nuevos ecosistemas locales: 1) novedad poblacional, o sea, nuevas combinaciones de especies con el potencial de cambiar de modos imprevistos los funcionamientos de las biogeocenosis, y 2) influencia antropogénica, o sea, ecosistemas resultantes de las afectaciones abióticas debidas las intervenciones humanas por razones industriales y urbanas.

En ambos aspectos, los políticos, los administradores y los planificadores que hablan de modos demagógicos de la Agenda 2030, se mantienen en posturas negacionistas de los nuevos ecosistemas.

Sucede ese negacionismo porque los nuevos ecosistemas locales son, en realidad, biogeocenosis perturbadas y degradadas por las actividades antropogénicas de orígenes industriales y urbanos. En otras palabras, dado que se trata de sistemas que se encuentran en estados transicionales, desde sus estados resilientes naturales a estados de manejos intensivos artificializados, el Cabildo emeritense y las dependencias municipales prefieren que se ignore lo que sucede por saben que será difícil restaurarlos. Tampoco se atreven a asumir compromisos para hacer que regresen a su estado anterior. Muy improbable de su parte también es alguna resolución para rehabilitarlos, es decir, respaldarlos para que vuelvan a su estado más natural posible.

Lo anterior implica una controversia irreversible sobre los objetivos y las posibilidades de la demagogia ecológica del Ayuntamiento, completamente ajena a la restauración y/o la rehabilitación para recuperar ecosistemas degradados, dañados o incluso destruidos, y así proceder asertivamente contra el cambio climático.

Ocurre así porque cualquiera de estos fines implica realizar aproximaciones holísticas que incorporen conocimientos científicos, criterios socioeconómicos, contextos culturales, etc., como condiciones básicas antes de las intervenciones, además de otras variables relativas a las características de los pobladores y los hábitos de usuarios de las biogeocenosis, con los que se tiene que contar en el proceso de reversión de los ecosistemas afectados.

No cabe duda que las actividades antropogénicas en Mérida han generado impactos negativos: espacio-territoriales, medioambientales y socioculturales, de magnitudes que significan daños biogeocenóticos que pueden resultar irreversibles. De hecho existen recursos naturales renovables en el municipio capitalino que padecen que sus tasas de regeneración sean mucho más lentas que sus tasas de extracción, mismos procesos de interés industrial y urbano que en la práctica los están convirtiendo en recursos no renovables.

Si analizamos el desempeño de actividades extractivas en las biogeocenosis del municipio capitalino: agua, piedra, madera, especies, etc., veremos que los procesos tecnológicos y organizativos están impactando negativamente en la capacidad de carga de los ecosistemas locales y afectando sus grados de resiliencia y estabilidad, e incluso lo están haciendo de modo irreversible además de potencializador del cambio climático. A pesar de todo, nada dicen al respecto el Ayuntamiento de Mérida y sus dependencias municipales.

Conclusión

Así las cosas, los costos por los deterioros o las pérdidas de los patrimonios culturales y los recursos naturales son cada vez más altos en las relaciones industriales-urbanas/ecosistémicas en Mérida, aun cuando se trate de actividades muy rentables como las inmobiliarias, porque las afectaciones biogeocenóticas no pueden compensarse y mucho menos reponerse solo por presunciones partidistas o artificios tecnocráticos de sostenibilidad integral.