Pilar Faller Menéndez
Para aquellos que piensan que la joyería de filigrana es solamente típica en Yucatán, tuvo sus orígenes en tiempos remotos y esta técnica fue utilizada por los egipcios, etruscos y griegos que la trabajaron tanto en plata como oro. Los bizantinos fueron los que perfeccionaron esta delicada forma de transformar los metales preciosos, volviéndolos en delicadas joyas, las cuales eran muy apreciadas y conocidas como Brillo Bizantino.
Durante el siglo XV la filigrana era utilizada para adornar los bordes de las cruces y relicarios, lo cual todavía se practica y es considerado como joyería clásica, sobre todo en Sur del país ibérico donde se encuentran los orfebres más habilidosos y especialistas de esta técnica con la cual se logran realizar espectaculares piezas, las cuales son tratadas con suma delicadeza.
La técnica de filigrana en la joyería logra crear patrones y dibujos que entrelazados se asemejan a los de un encaje, lo que es posible ya que se elabora con el tejido de hilos muy finos del metal, utilizando por lo general el oro o la plata. Debido a su delicadeza y belleza, este arte milenario se ha mantenido a través de los tiempos, y es introducido en América en los tiempos de la Colonia, donde no se ha perdido la tradición ni la técnica ya que ha sido transmitida de generación en generación por los orfebres, a pesar de que las tendencias han cambiado y las piezas han sufrido modificaciones tanto en forma como el volumen, el proceso sigue siendo el mismo; el cual se realiza manualmente una vez que el metal ha sido fundido para poder darle de un delgado cilindro de tubo macizo, el cual se pasa por unos rodillos y máquinas especiales para obtener esos hilos delgados para poder comenzar con la tarea de darles la forma deseada.
Este método de elaborar la joyería rompe con los esquemas de los procesos industriales, así como la fabricación en serie, que es la forma más usual de fabricar la joyería, ya que cada pieza es única, debido a que está elaborada meticulosamente a mano y de forma laboriosa, cuyo resultado final es una hermosa joya muy apreciada por su delicadeza. A pesar de su apariencia, estas joyas son sumamente livianas y frágiles.
En muchos estados de México los orfebres trabajan esta técnica, y la filigrana en forma de grandes rosarios que llegaban hasta la cintura y aretes espectaculares, los cuales conforman un accesorio indispensable de nuestro traje regional, sin el cual no está completo.
Muchas de estas piezas han pasado de generación en generación, y se han vuelto uno de los símbolos de nuestra identidad mestiza, herencia de los españoles que vinieron en la época de la Colonia, pero como todo, seguramente las formas se transformaron de acuerdo a los gustos de la época, como en la actualidad la filigrana también se ha transformado por versiones más modernas, a pesar de que el método de elaboración continúa siendo el mismo. Los orfebres que trabajan la filigrana, actualmente la trabajan más en plata que en oro, debido al alto precio del último, así como la falta de interés de las nuevas generaciones en aprender esta técnica, que ya no tiene tanta demanda.
Para abaratar los costos, ya no se utiliza un hilo tan delgado para confeccionar las piezas, lo cual hace que la joya no tenga los mismos acabados que las piezas antiguas. Otro factor es que con el paso de los años, se han ido perdiendo las herramientas con las que se podía obtener un terminado más fino en las piezas. Es un oficio que se va transmitiendo de generación en generación, pero lamentablemente las últimas generaciones ya no demuestran interés alguno por aprender este oficio ancestral, que debería ser rescatado y promovido a fin de que no desaparezca la orfebrería de filigrana.