Jorge Canto Alcocer
El Seminario Internacional de Periodismo que organiza nuestro Por Esto! en el marco de la FILEY se ha convertido ya en una tradición. Mi participación en la mesa “El periodismo y la transformación de México”, hizo germinar las siguientes reflexiones, pertinentes, me parece, ante la grave coyuntura que vivimos en nuestro país y el mundo, una vez que hemos superado los emblemáticos “cien días”, y que pasamos de manera obligatoria y comprometida del entusiasmo del triunfo y la satisfacción de los primeros éxitos, al reconocimiento de las terribles circunstancias por las que transcurrimos, y la consciencia de lo impresionante, de lo tremendo de las tareas por venir.
Nos parece que dentro del gigantesco y complejo entramado de circunstancias que conforman nuestra realidad actual, a la prensa popular, comprometida, progresista, nos corresponden tres tareas amplias y fundamentales, tres compromisos ineludibles e irrenunciables, de cuya factura dependerá en gran medida el grado y nivel de consecución de los ideales de este gran movimiento popular y democrático que comenzará a encabezar Andrés Manuel López Obrador recién inaugurado el siglo XXI: el desenmascaramiento del neoliberalismo, la construcción de una auténtica democracia y la denuncia radical de las inercias y debilidades.
Sobre el primer punto NO considero necesario extenderme mucho, pero sí puntualizar algo fundamental: los poderes neoliberales poseen, hoy por hoy, un control hegemónico de la estructura y superestructura de las sociedades humanas, lo que incluye a la inmensa mayoría de los medios de comunicación, los órganos de gobierno públicos y privados y, lo que es particularmente grave, las instituciones que producen la información y la ciencia, es decir las Universidades y los Centros de Investigación. El 99 por ciento de los discursos son, pues, neoliberales, lo mismo los que vienen de los grandes monopolios mediáticos que de las Universidades de mayor prestigio. Y ante esa pasmosa realidad, la prensa popular tiene el enorme compromiso de romper el monopolio de lo que ha sido llamado el “pensamiento único” y llevar información real, verídica, objetiva, sujeta a comprobación, a la mayor cantidad de personas y, sobre todo, a los grupos populares, que son las víctimas de la devastación neoliberal.
La segunda tarea cobra especial relevancia en nuestro país en estos días, cuando tras el histórico logro de la revocación del mandato, los partidos de la derecha, DE FORMA UNÁNIME, han planteado se trata de un mecanismo autoritario y de regresión. De ningún modo podemos permitir que permee ese pensamiento: la revocación del mandato es un mecanismo básico de la democracia participativa y tenemos que defenderlo como tal, pero también debemos de profundizar estos esfuerzos por llevar al ciudadano de los barrios, de las colonias, de las comunidades, de las escuelas, de las fábricas, etc., a la toma de decisiones sobre los problemas más transcendentes. También es nuestra obligación denunciar las mentiras de esa derecha rabiosa y de la oligarquía voraz, que obviamente huyen de la democracia como si del propio demonio se tratara, pues saben que de lograrse la transformación habrán perdido, ahora sí, sus privilegios.
Finalmente, tarea imprescindible de nosotros, la prensa crítica y progresista, es encabezar el análisis de la actuación del gobierno. No somos, ni seremos, ni podemos ser aplaudidores viles de nadie. Debemos denunciar, con dureza, todo lo que se está haciendo mal, todo lo que aún es insuficiente, todas las inercias y debilidades que van apareciendo cotidianamente, complicando un panorama de por sí tenebroso. Desde esta tribuna lo hemos hecho en dos temas fundamentales y gravísimos: el de las mujeres y el de los pueblos originarios. En ambos puntos torales, las amenazas, los agravios NO proceden sólo del neoliberalismo: el patriarcado nos oprime desde hace miles de años; nuestros pueblos originarios sufren despojos y discriminaciones desde hace más de cinco siglos. No es asunto fácil, ni de resolverse en cien días, ni siquiera en un sexenio. Pero eso tampoco es pretexto para no hacer nada, para simular o para hacer tan poquito que los frutos ni siquiera se puedan percibir.
Las tareas, pues, de la prensa popular son formidables, pero también lo es nuestra fuerza, nuestro vigor, la labor de esos grandes hombres y mujeres que hacen camino al andar y no retroceden ni para tomar impulso. Sin temor, sin pausa, aceptemos estas sagradas tareas, compartiendo el conocimiento auténtico y denunciando sin contemplaciones las claudicaciones y traiciones. La única meta posible es la victoria: sigamos hacia ella.