Yucatán

Por Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

Con excepción del DRAE, no hay diccionario que nos ilumine sobre tal expresión.

Cosa rara, siendo tan conocida y empleada por todo hijo de vecino en el país y desde luego, en nuestra península.

Muy fácil: cuando se nos quiere imponer una tarea poco agradable, un trabajo pesado, una comisión por la que hay que caminar varios kilómetros, etcétera, tenemos dos maneras de evitar el problema: la primera rechazar el encargo, y la segunda, ocultarse, guardarse para no ser visto por la otra persona y así zafarnos del compromiso.

Lo malo de la primera estriba en que quien nos asigna la tarea puede ser un amigo, o un familiar, lo que nos impide rechazarlo. Entonces sólo nos queda la segunda opción (eso si lo hacemos a tiempo): ocultarnos, desaparecer por un tiempo, escondernos. Y de ahí viene el dicho con que encabezamos nuestra columna.

Veamos este ejemplo:

En el Moncho’s, al momento de levantarse la banda de sabios y no sabios para “liquidarle” la cuenta al Máikel, anuncia el Dr. Gorgojo:

-Señores sabios. Espero que no crucen hoy el Rubicón para visitar al Mulix…

-¿Y por qué, médico? -contesta el Becerro- ¿no tenemos derecho?

-Sí, Bece, pero ahora requiero de tres “ponchados” pa’que me ayuden a trasladar unos muebles que me llegaron, hasta mi consultorio… y tú serás el primero que me eche la mano…

-Ya me amolaste… Mira, y aquí está el Yorch, que está fortachón.

-Muy bien, ya tengo a dos, pero falta uno. Podría ser el “Gasolina”. ¡Gasolina! ¡Gasolina! ¿A dónde se jué ese buey? Pos si’staba aquí…

-Estaba -comenta el Yorch-, pero escuchó “trabajo” y “escurrió el bulto”…

Wachy Bates

Divulgación

El viento

Muchos de nosotros todavía nos acordamos cuando por allá de mediados del siglo pasado, cómo el paisaje de nuestra ciudad y de otras poblaciones estaba dominado por las veletas en el horizonte que servían para sacar agua de los pozos. Estos molinos de viento, esas altas torres hechas de fierro y lámina, marca Chicago casi todas, su veleta giraba cuando soplaba el viento, su cauda orientaba la veleta contra la ventolera que la accionaba y a veces, si la corriente de aire era demasiado fuerte, había que bajar la palanca del freno para detenerla por el riesgo de echarse a perder o que de plano se desbaratara y por allá se fueran volando las aspas con el riesgo de herir o matar animales o personas, cosa que no dudo alguna vez haya sucedido o causaran daño a los techos de las casas donde se aporreaban. Nuestras veletas eran parte del folclor visual en el ambiente citadino, tiempos aquellos.

Pero ¿qué es el viento? Obvio que son esas corrientes dinámicas de aire que soplan en el cielo, mismas que si soplan suaves y placenteras, son alegres brisas como las de las playas y, por el contrario, si son salvajemente violentos los vientos, estamos hablando de huracanes destructivos cuando tocan tierra. Los huracanes son muy peligrosos y nosotros, los que vivimos en la península de Yucatán, estamos asentados en medio de una súper carretera de huracanes que se forman en el mar Caribe y que nos azotan cuando su trayectoria se enfila hacia el Golfo de México o el Océano Atlántico para vapulear otras tierras más allá de nuestros confines y cada año, sin más ni más, padecemos una temporada de huracanes y temporales fríos, los “nortes” como les llamamos, ¡Dios nos agarre confesados! Dice el dicho popular.

De hecho el viento se da o existe porque el Sol calienta la Tierra o el medio ambiente de forma irregular y se produce el viento cuando el aire se traslada de un área de alta presión a otra de más baja presión ocasionando las corrientes eólicas, conforme las masas de aires caliente suben en la atmósfera, las más frías se desplazan para ocupar el vacío dejado y así sopla el viento que también regula la temperatura ambiental.

El viento es un impulsor por antonomasia, arrastra a los barcos por medio de su velamen, mueve las aspas de las veletas, gira las palas de las turbinas eólicas y un largo etcétera creando energía en movimiento.

Saludos: wachybatesphoto@gmai.com