Yucatán

Dr. Gaspar Baquedano López

La depresión es uno de los problemas más frecuentes en la práctica psiquiátrica. Se calcula que por lo menos el 12% de la población adulta sufrirá un episodio de suficiente gravedad clínica para requerir tratamiento, por lo que es importante contar con la información necesaria para detectarla oportunamente.

He aquí algunos aspectos de este problema:

1.- La depresión es un trastorno del ánimo perfectamente bien definido y no debe de confundirse con los cambios del estado de ánimo considerados “normales”:

Con frecuencia se confunden algunos estados de ánimo que son muy comunes y que se encuentran relacionados con situaciones específicas. Por ejemplo, después de la muerte de un ser querido, una grave situación económica, o bien, los días que anteceden a la aparición de la menstruación. Estas son situaciones que se pueden explicar por las circunstancias que rodean a la persona.

Por el contrario, en la depresión verdadera no es posible encontrar algún tipo de explicación en el exterior de la persona. En otras palabras, no existe una relación causa efecto con alguna situación adversa. Es más, paradójicamente el entorno puede ser considerado favorable, y el deprimido hace una especie de inventario en su intento por salir de su sufrimiento: “Tengo todo para ser feliz, me va bien en mi matrimonio, mis hijos me quieren, en mi trabajo las cosas van bien, pero sin embargo me siento vacío”. Esta es una de las expresiones que son características del mundo de la depresión.

No hay que confundir los estados de ánimo tristes que son pasajeros y no desorganizan la vida de quien los experimenta, con la depresión verdadera, que además de producir un intenso sufrimiento, afecta prácticamente todas las áreas de la persona: La vida familiar, la relación con la pareja, la sexualidad, el trabajo, la escuela, etc.

2.- Actitud ante la vida:

En ocasiones la queja principal del deprimido se refiere a un cambio en la actitud hacia la vida. Por ejemplo, una persona puede decir: “Ya no tengo ninguna meta, no le encuentro el chiste a la vida”. Lamentablemente, por desconocimiento de que se trata de un problema depresivo, muchas personas bajo ese estado de ánimo toman decisiones de mucha trascendencia y renuncian al trabajo, cambian de carrera, o se divorcian, con las consiguientes complicaciones que esto ocasiona.

Estas decisiones tomadas como consecuencia de una depresión, por lo general van creando una especie de reacción en cadena, pues la persona va experimentando fracaso tras fracaso, agravando su estado de ánimo con crisis de angustia que pueden disparar ideas e intentos suicidas.

3.- Quejas físicas:

En una gran cantidad de casos, la manifestación primera y más evidente de una depresión son una larga lista de síntomas físicos: Cansancio, falta de bríos, las mujeres se lamentan de que se están volviendo viejas y feas, los hombres se obsesionan de que están engordando, quedando calvos, etc. Dentro de esta gran constelación de quejas físicas el dolor ocupa un lugar preponderante. Por ello, debe sospecharse la presencia de una cuadro depresivo cuando hay dolores inexplicables y diversos en el cuello, la nuca, la espalda, la piernas. O bien, en el aparato digestivo bajo la forma de cólicos y dolores de cabeza frecuentes.

Merece mención aparte la enorme importancia de que los ginecoobstetras conozcan a fondo la depresión, pues muchísimas mujeres que se quejan de dolores en el aparato genital o de desarreglos menstruales pueden estar cursando con un cuadro depresivo. Cuando a estas personas se les informa que su problema de fondo es una depresión, experimentan un sentimiento de relajación y seguridad, y en ocasiones, pueden romper en llanto. Si esto sucede, independiente de que seamos o no médicos, debemos dejar la libre expresión de los afectos con actitudes y gestos de genuina compresión y de apoyo. Jamás censuremos o hagamos burla de una persona deprimida que llora frente a nosotros.

La sensación de alivio, relajación y seguridad que siguen al diagnóstico de depresión, se deben a que la persona siente que ahora sí es comprendida en su dolor, pues desgraciadamente familiares, amigos y hasta médicos le han dicho que “No tiene nada y que son inventos o solamente sus nervios”. Es fácil comprender que estos comentarios empeoran la confusión y desesperación de la persona deprimida, pues no hay mayor angustia que no saber lo que uno tiene.

4.- Manifestaciones emocionales:

Por esto entendemos los cambios en los sentimientos del paciente o las variaciones en la conducta atribuibles a su alteración emocional: ánimo abatido, sentimiento negativos y de minusvalía, insatisfacción, indiferencia afectiva, accesos de llanto y pérdida del sentido del humor.

Ante esta situación, familiares y amigos intentan animar al paciente invitándolo al cine, a fiestas, paseos y viajes, pero lo único que se consigue es hundir más a la persona en su depresión, pues todas estas actividades le sirven para constatar lo mal que se encuentran debido a su incapacidad para disfrutar. Las personas que rodean a un deprimido, desconocen que la depresión se va en la maleta a cualquier parte a donde lo llevemos, y que la única manera de resolver el problema es mediante un tratamiento adecuado.

No es raro que la pareja o los hijos, comiencen a manifestar disgusto y hostilidad hacia el deprimido diciéndole que es un “aguado”, un amargado, que no se ríe, o que ya no nos quiere, provocando un círculo vicioso de angustia, depresión y agresividad que termina por desestabilizar al grupo familiar.

5.- Trastornos en la percepción de sí mismo:

Se trata de opiniones distorsionadas sobre sí mismo sus experiencias y su futuro, estando entre las más frecuentes: pobre valoración de sí mismo, autoacusación, autocrítica severa, indecisión y distorsión de la imagen corporal. Para comprender mejor el sufrimiento de una persona deprimida, imaginemos por un momento que nosotros mismos nos hayamos convertido en nuestro peor e implacable enemigo. ¿Cuáles serían los ataques que dirigiríamos contra nosotros mismos? Desde luego que serían muy variados pero, estarían caracterizados por un pensamiento cruel que nos atormentaría día y noche pues el insomnio no nos dejaría dormir. Estas agresiones se dirigen a hacernos dudar de nuestra capacidad, a sentirnos fracasados, que nadie nos quiere ni nos puede querer pues valemos muy poco. Además, es frecuente pensar que los demás se han dado cuenta que somos un fraude, y que esto pronto va a repercutir en el trabajo en la escuela y en el hogar.

6.- Sin moralismos:

La depresión es un trastorno, no se trata de flojera, estupidez o de alguna otra cosa similar. La persona deprimida necesita comprender que no es “mala”, que no le está fallando a nadie pues lo que tiene es un problema que padecen millones de personas en el mundo y cuyo pronóstico es cada día mejor. Un importante número de personas deprimidas piensan en suicidarse. Actitudes acusatorias y moraloides como las que se utilizan en las religiones autoritarias con sus conceptos de pecado, castigo, e infierno agravan el sufrimiento del deprimido y en ocasiones, lo hacen considerar el suicidio como un escape de su dolor. Quien sufre de depresión requiere de toda nuestra comprensión, apoyo y afecto. La persona deprimida, por factores que escapan de su voluntad, está bloqueando su proceso de transformación y de liberación espiritual, pues este trastorno la sumerge y asfixia en el mundo del pasado y de la culpa, atemorizando con el fantasma de un futuro incierto.

ECO, Escuela de Conciencia

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