Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

Progreso, nuestro puerto principal, sobra decirlo, ya no es el mismo que conocimos y disfrutamos de niños en las temporadas veraniegas de los años 40 y 50 del siglo pasado.

Hemos estado de visita en aquella entidad durante varios días de la última semana y somos testigos de la fiebre de construcción de elevados edificios y modernas casas-habitación por toda aquella zona que comprendía el malecón y las principales calles de un puerto que en nuestra niñez no lucía tan grande y próspero como lo es hoy; es cierto que ya no existe la sorbetería Milán ni el “carrito”, la primera punto axial de la gente bien de aquellos tiempos donde disfrutaba uno de un delicioso helado o un “banana split” mientras platicaba con la enamorada, y el segundo, diversión familiar en la que los gozadores eran los chiquillos con el paseo matutino o vespertino por los típicos rincones del lugar, vecinos del mar y testigos del vuelo de las gaviotas chillonas y los pelícanos que, si se lo proponían, podrían tragarse entero a un tiburón.

Ahora bien, si desaparecieron Milán y el “carrito”, crecieron en cambio el muelle y el malecón (el muelle hoy receptor de cruceros, los trasatlánticos del momento, y el malecón, hecho turismo, paseo de fiesteros y bailadores y, como siempre, coto de romances y romanceros).

Mas, mírese como se mire, nos repetimos, Progreso no es el mismo sino un detonante para el turismo a buena escala y con otros propósitos. Pero, ¿por qué no?, podemos hacer memoria y recorrer con enorme nostalgia el antiguo puerto que nos hospedó durante tantos veranos infantiles y del que trataremos de memorar en nuestras siguientes entregas. (Continuará)

TAMBIEN HABIA TIENDAS PARA LOS NIÑOS.- Ya hemos mencionado dos importantes casas comerciales de ropa para damas y caballeros que en su momento por los años treinta del siglo pasado, vestían a los y las meridanos/as (nuestros padres, nuestras madres, nosotros mismos). Pero así mismo comenzaban a surgir las jugueterías, especialmente llenas por las navidades. Recordamos haber visitado siendo niños La Navidad, Tip top, La Literaria, etc. Pero ya antes había abierto sus puertas en los bajos del Ateneo Peninsular, la Casa Emilio Espinosa, S. en C., que vendía además de juguetes, relojes muy modernos y regalos para damas y caballeros, adelantándose por algunos años a aquel célebre establecimiento del ciudadano judío D. Teodoro Stolnick, especializado en la venta de regalos para bodas y cumpleaños. Como podemos ver en el anuncio que acompaña estas letras, están en él las figuras de algunos relojes de moda en aquella época, seguramente Bulova y Elgin y otras marcas reconocidas. El teléfono de la tienda era el 31-66; como se ve, de sólo 4 dígitos que hoy han llegado a diez en los teléfonos celulares. (Archivos privados del Dr. Raúl Vela Sosa)