Víctor Salas
El turismo es tan antiguo como el más longevo texto bíblico, en el que se mencionan cambios de lugares o traslados de un sitio a otro. Eso es el turismo. Hubo un tiempo en que trasladarse para mercadear significaba solamente comprar objetos para venderlos en el lugar de procedencia del mercader. Esa realidad tenía otras vertientes, como la de conocer caminos, vegetación, fauna, arquitectura, alimentación y experiencias nuevas. Aunque no se extraviara, ese significado sigue siendo el mismo hasta el día que nos cobija ahora. Han cambiado, eso sí, las formas de traslado. La humanidad ha ido de la caminata al corcel y de los navíos marinos a las aeronaves que en cuestión de horas colocan al viajero en puntos muy distantes de su lugar de origen.
Gracias al turismo comercial la humanidad ha tenido conocimiento del desarrollo intelectual y científico de distintas latitudes. Así supo Europa de Oriente. O sea, que lo comercial, abarca hasta grandes renglones de la cultura.
Hace muchos años, quizá treinta, en un viaje a Cuba, escuché hablar del turismo cultural. Cuba buscaba qué hacer con toda su infraestructura y desarrollo cultural. Después de poco tiempo, se fue esculpiendo esa idea en cosas concretas. La primera de ellas fueron los Festivales Internacionales de ballet que traían a Cuba a cientos de artistas extranjeros y llevaban simultáneamente a miles de personas deseosas de conocer todo aquel movimiento propuesto por los artistas cubanos. Esa gran tarea fue de Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba. Años más adelante se iniciaron los cursos de la Escuela Cubana de Ballet, que reunía nuevamente a cientos de bailarines deseosos de conocer de manera directa lo esencial de la técnica cubana de ballet. Hace poco tiempo, gracias a nuestro POR ESTO!, ya hubo oportunidad de saber que se han implementado actividades semejantes en danza contemporánea, artes plásticas, cine y estoy seguro que en otros rubros, también.
Junto con el turismo cultural hay otros atractivos que llevan a muchos turistas a la isla. Los tratamientos médicos, por ejemplo.
Nosotros, aparte de las ciudades arqueológicas tenemos otros eventos que no hemos sabido explorar y explotar en aras del desarrollo turístico. Me parece que las fiestas patronales de los pueblos son eventos que podrían resultar de gran interés a los viajeros que vienen a Yucatán y que dejarían una gran ayuda económica a esos lugares. Promover las visitas a las vaquerías, llevar a esos visitantes a conocer como es una procesión, hacerles el tiempo feliz con una buena comida o cena de la región sería algo mágico para ellos. Todo sin la intervención de bebidas embriagantes. Sería un turismo pulcro, cognoscitivo, bondadoso y benévolo con la población aborigen.
Las fiesta patronales las tenemos a lo largo de todo el año, esto significa que en cualquier fin de semana de alguno de los meses del año se podría programar una visita a una vaquería. Se podrían implementar un curso básico de jarana para que los visitantes se puedan parar y dar unos pasos al compás de la jarana.
Hay pueblos preciosos en la Entidad que merecerían ser considerados para iniciar una experiencia de este tipo.
La ruta de los conventos, la ruta de los cenotes tienen hoy una cantidad de visitantes que nunca se imaginaron y ello ha provocado que muchos sitios se decidan a tomar la alternativa del turismo para coadyuvarse económicamente.