Yucatán

Voces del Pueblo

Voces de VidaHoy es un día gris

Estoy enojada, desde que me desperté me siento molesta y no sé por qué. Hoy todo me parece mal, las cosas no las hacen como quiero y esta vez mostré mi desacuerdo. Grité, ofendí y maltraté. Por momentos sentía en mi mente como “flashazos” y enojada me preguntaba, ¿qué te está pasando? Estoy retrocediendo y me pregunto: ¿Quiero regresar al pasado?

Mi hija ha estado siempre conmigo en las buenas y las malas y, lejos de ser agradecida, me desquito con ella y no sé por qué. Ella lo único que me ha dado es amor y comprensión. Me siento muy mal.

Por unas horas me salí de control, me vi como hace muchos años no me veía y no me gustó, y es cuando reafirmo lo que he aprendido en mi grupo PIAS. Tengo que estar alerta con mis pensamientos y actitudes negativas. Voy a mi cuarto, estoy sentada en este momento escuchando música, entra la calma, la claridad y me pongo a escribir precisamente esto.

Me reprocho lo injusta que soy con mi hija y ella tan noble. Siempre ha estado conmigo, pero hay momentos que le tengo poca paciencia, lo acepto y no me gusta. Comienzo a cuestionarme y llego a la única conclusión verdadera. Mi hija es mi espejo, yo la hice así. Tengo que reconocer que yo soy responsable de su conducta, y aun así ella nunca me ha reprochado nada. En su adolescencia, por corregirla o educarla, como me habían enseñado, la golpeé. Pensé que me tendría rencor, coraje. Tan desesperada por ya no sentir la culpa le dije, “hija, si yo te dañé con mi mal ejemplo, con mis tristezas, y con la desesperanza que algún día me atrapó, si te hice responsable en algún momento, perdóname, pero cambia, hija”.

En ese tiempo mi hija tenía 20 años y me contestó: “Mamá, si supieras que todo lo que me hiciste nunca lo vi como agresión. Entendía que te desesperabas por el gran amor que me tenías, pero yo estaba en mi momento y reconozco que era grosera. Pero sé que atrás de esa fiera que muestras has sido una gran madre para mí, ya no te eches culpas, madre, yo no me acuerdo de los malos momentos. Tú lucha para sostenernos de pie, opaco todos tus errores”. En aquel entonces di gracias a Dios porque el haber escuchado esas palabras me hizo sentir liberada.

Pero también me dijo, en aquel entonces, “quiero decirte que también yo por momentos no te soportaba, pero te vuelvo a decir, te conozco tanto mamá, que esas veces que yo no te soportaba es porque era inmadura y no entendía tu amor de madre”. Tan linda, por eso hoy que estaba enojada la regañé, porque no hace las cosas como yo lo haría, y entre gritos y gritos, me dijo “mamá, cuando estás así no te soporto”. No le contesté, me fui a mi cuarto y comencé a escribir y recordé lo que me dijo cuando tenía 20 años. Mi hija ahora tiene 30, es una mujer independiente, linda, humilde y con carácter, y me dije: “ella es ella, yo soy yo”. ¿Qué me pasa?

No lo has entendido, Lucy, ya no es una niña, es una mujer y ella va a tomar sus propias decisiones. Así la eduqué. Respiro y siento un rico aroma que viene de la cocina, es hora de comer y oigo un grito: “mamá, vamos a comer”. Sonreí y me dije, bien hija, has aprendido algo que yo también he aprendido en mi grupo PIAS. Se vale enojarse, somos humanos, nunca vamos estar de acuerdo en todo, pero lo que no se vale es engancharse. Salí de mi cuarto y almorcé con mi hija en paz. Esos son ahora mis días grises. ¡Hey!, no te enganches.

Lucy Alcocer Aranda (Estrellita)

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